« Esto lo hacemos para ayudar a restablecer la verdad histórica de nuestro país»
30 presos en 1977, del PCU y la UJC, presentaron denuncia penal por torturas
Ninguna
de ellas
y ninguno de ellos fueron inocentes. Todos fueron culpables por
luchar contra la dictadura y querer un mundo mejor. Y por eso la semana
pasada presentaron una denuncia penal por torturas, malos
tratos y terribles condiciones de reclusión.
Se trata de una treintena de
militantes del PCU y de la UJC detenidos, o secuestrados, en el invierno
del ‘77 y sometidos a las más aberrantes prácticas con el
propósito de anularlos como seres humanos.
La mayoría de ellos fueron a parar a
La Tablada, también llamado «El infierno» y no por casualidad. El
escrito fue presentado ante el juez de 4º Turno Dr. Pereira,
con el patrocinio de tres abogados del Frente Amplio. No bien salió
del juzgado, Néstor Bardacosta – que sufrió más de seis años de cárcel y
fue compañero de celda del entrañable ingeniero José
Luis Massera- se comunicó con El Popular para darnos una noticia que
alienta justicia.
«Hicimos la denuncia para ayudar a
restablecer la verdad histórica de nuestro país. O sea que a diferencia
de Sanguinetti que escribe libros y hace historia
política, nosotros hacemos historia de la gente y más allá de la
política», reflexiona.
En la denuncia penal se expresa una
severa crítica al Estado uruguayo por no investigar esta y otras
violaciones de los derechos humanos. También se establece que
merced al fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por
el caso Gelman, es posible ahora emprender estas acciones contra la
patota cuartelera. Entre los involucrados en las torturas se
cuentan algunas figuras estelares del terrorismo de Estado como José
Nino Gavazzo y Jorge Silveira. Este último fue quien detuvo a Néstor
Bardacosta en una vivienda del centro de Montevideo. «A
mí no me es nada ajeno hablar de «El Pajarito» Silveira o de José
Nino Gavazzo. «El Pajarito» fue el que me colgó y torturó durante 109
días seguidos, en los cuales probé absolutamente todas las
formas habidas y por haber. Cuando me ponía la picana en la
emplomadura de las muelas, creía que yo no hablaba, que era mudo.
Entonces me daban picana en los testículos y en los oídos. Es un
resabio que aún me queda: me cuesta mucho ir al dentista».
La actual es la tercera denuncia
masiva por torturas que se presenta en el país. Anteriormente se realizó
una por jóvenes comunistas de Treinta y Tres y otra en
Tacuarembó, donde los principales damnificados fueron miembros del
PCU y del MLN. Por idéntico motivo se está elaborando una en Salto, de
la cual informaremos en el momento oportuno.
El texto del escrito y quienes lo firman
El siguiente es el texto de la
denuncia penal presentada la semana pasada y la casi totalidad de sus
firmantes: «Como es de conocimiento público, en nuestro país
entre 1973 y marzo de 1985 existió un proceso cívico militar que
decidió disolver las autoridades constitucionales elegidas. El mismo se
enmarca en un proceso de restricción y violación de los
derechos civiles y políticos, así como de suspensión de las
garantías individuales cuyo comienzo puede fecharse hacia 1968.
En este contexto dicho proceso,
inspirado por la Doctrina de la Seguridad Nacional, puso en marcha en
conjunto con otros de similar ideología de países de la
región, un plan que persiguió la neutralización y/o eliminación de
un conjunto de personas que integraban principalmente partidos de
izquierda, sindicatos, movimientos estudiantiles y en general
a todos aquellos que se opusieran a la dictadura.
La mencionada actividad ilícita, a
pesar del tiempo transcurrido, no ha sido investigada en forma,
existiendo por parte del Estado nacional una omisión
incomprensible dirigida a consolidar la impunidad de tales acciones.
Por tal razón fue necesario que recientemente la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, en el caso Gelman- Uruguay, en su
párrafo 254 (establece) «que el Estado debe disponer que ninguna
otra norma tal como prescripción y retroactividad de la ley penal, cosa
juzgada o cualquier excluyente similar de responsabilidad
sea aplicada y que las autoridades se abstengan de realizar actos
que impliquen la obstrucción del proceso investigativo.
Recuerda a los tres poderes del
Estado que están obligados a investigar, perseguir y juzgar a los
responsables de las atrocidades, no pudiendo ser impedida tal
indagación por ninguna ley de caducidad, prescripción, amnistía o
institutos análogos»
En su totalidad los comparecientes
eran integrantes del Partido Comunista de Uruguay o de la Unión de
Juventudes Comunistas y fueron todos privados de libertad
entre julio y agosto del año 1977. Según los casos, sexo o edad,
fueron recluidos en diferentes centros clandestinos, fundamentalmente
del departamento de Montevideo, como ser por ejemplo el
Centro de Caballería 9º, el 4º de Caballería y el 14º de Caballería.
Pero también en el Cuartel de Paso de los Toros y Cuartel de Artillería
1º de La Paloma. Pero todas las personas tienen en
común que permanecieron por más tiempo detenidos en el cuartel de La
Tablada, lugar conocido en la época como «El Infierno».
Allí fue donde se recibieron la mayor
parte de las torturas y vejaciones. Muchos de los detenidos terminamos
en la cárcel de Libertad o de Punta de Rieles. No se
debe dejar de señalar que en muchos casos fuimos hacinados en
vagones, tren semi acondicionado a los efectos de albergar durante el
lapso de detención y tortura a muchos uruguayos. Ello no solo
habla de precariedad de la detención, sino además de la idea con que
se había concebido esta planificación. Dentro de los padecimientos, los
comparecientes eran encapuchados, atados de manos,
pasando por experiencias como el conocido plantón, golpizas, en los
llamados caballetes, el submarino, colgamiento, métodos conocidos como
el gancho, aplicación de picana eléctrica, colgamiento
con simples cables, el llamado teléfono.
Dichas torturas se explicitarán en su
desarrollo por los firmantes al momento de declarar ante la sede, pero
resulta relevante destacar estas prácticas tan
frecuentes que tenían su propio lunfardo.
Parte de la tortura consistía también
en hacer escuchar a los firmantes los gritos de compañeras y compañeros
que eran torturados, sin perjuicio de que en alguna
oportunidad los ruidos emanantes de los apremios físicos eran
cubiertos a través de emisiones de radio colocadas a gran volumen, donde
se escuchaba música del tipo de la cumbia. En el caso de las
mujeres debieron soportar el manoseo, de diversos abusos físicos y
psicológicos. Cabe destacar que los operativos para privar de libertad a
los comparecientes solían darse con la utilización de
vehículos particulares, vistiendo los secuestradores también de
particular.
Existieron padecimientos particulares
aplicados a las mujeres que significaron la pérdida de embarazos. El
objetivo principal de los tantos que meramente se
describen fue sin duda aniquilar psicológicamente con el poder
absoluto que sobre el apremiado tiene el torturador. Se lo denigra, se
lo humilla, se lo hace sentir que no es nada. Si el torturado
reniega de eso y se somete al «poder supremo», tal vez le perdonen
la vida.
El detenido deja de ser un individuo
para ser sometido y pasa a subordinar su juicio a la voluntad de otro.
Se permanece a un tris de perder la identidad, los
valores y todo aquello en lo que se reconoce.
Si la justicia no actúa, el poder del
torturador de cualquier época y lugar seguirá siendo absoluto. Entre
las personas que se pueden identificar como principales
activistas de las vejaciones podemos mencionar a tales como Jorge
Silveira, alias «Isidoro», «Isidorito» y «Pajarito», que fue visto en el
lugar por varios de los denunciantes en tanto que se
presentaba a cara descubierta con mucha frecuencia.
Además había un sargento que le
llamaban «El tortuga» que también participó en esas acciones y también
personas llamadas Maurente, Barrabino y Gavazzo. Un oficial
del Ejército alias «Pedro» cuyo nombre se ignora, pero en esa época
tenía pelo castaño, era alto, tez blanca, ojos verdes, cerca de 30 años,
bigote, pelo corto, y también una persona de alias
«Marcelo», que era rubio, joven, alto, persona particularmente
ensañada en la tortura y otro que llaman «El Viejo», y una persona de
nombre Jorge Amigo»
Firman entre otros:
Eduardo Platero, Néstor Bardacosta,
Carlos Tutzó, Silvia Cúneo, Ana Resende, Pedro Giúdice, Juan Ángel
Toledo, Cacho Trjo, Osvaldo Fernández, Dardo Esponda,
Guillermo Rochón, Enrique Blixen, Caho Rivera, Ariel Ardanazá,
Martha Mingeroff, María Cecilia Gianlupi, Roberto Terzagui,
Severino Carbajal, Luis López, Álvaro
Rodríguez, Julio César Soria, Luis Acarpa, Álvaro Colotta, Sergio
Iglesias, René Roballo y Miguel Ángel Mendietta.
Conviene señalar que este último
pertenece al Partido Comunista Revolucionario (PCR) y que faltan algunos
firmantes que lo hacen a nombre de personas
fallecidas.
PUBLICADO EN EL SEMANARIO “EL POPULAR” 4/5/12