Los
campamentos saharauis se blindan para acoger a los visitantes españoles
- Tres cinturones militares custodian el campamento de Dajla, sede del festival
- Agentes de la Gendarmería del Polisario recorren cada zona de la wilaya
- Todos los movimientos de los españoles, controlados por saharauis
- No está permitido subirse en coches de particulares ni circular al caer la noche
Raquel
Quílez (Enviada especial) | Dajla (Sáhara)
Actualizado miércoles
02/05/2012 20:22 horas
Una luz rosa intenso inunda las pistas del aeropuerto
militar de Tinduf, puerta de entrada a los campos de refugiados saharauis
que, desde hace más de tres décadas, se extienden en la hamada argelina. Cae la
tarde sobre el desierto y la caravana del FiSahara aterriza cargada de cine y
compromiso con ellos. Un nutrido grupo de militares les recibe. Es la herencia
del secuestro de tres cooperantes en la zona
hace ya más de seis meses. Ni el Frente Polisario ni la organización
quieren sorpresas. La seguridad es prioridad absoluta en este evento.
"Aún tenemos en el cuerpo el susto del secuestro
de los compañeros, todavía bajo cautiverio -los españoles Enric Gonyalons y
Ainhoa Fernández de Rincón, y una tercera de nacionalidad italiana. La
vigilancia debe ser absoluta", dice José Taboada, codirector del festival
e impulsor de las asociaciones de ayuda al pueblo saharaui en España. Y se nota
a cada paso que damos.
La caravana del cine deja el aeropuerto escoltada por
el ejército argelino. Media hora después entra en la zona que Argelia cedió a
la RASD (República Árabe Saharaui Democrática) tras la Marcha Verde de
Marruecos sobre el Sáhara Occidental y los Acuerdos de Madrid por los que
España repartió su ex colonia a terceros. En ese punto toman el control las
fuerzas de seguridad del Frente Polisario, el partido gobernante en el
exilio. No volverán a soltarlo.
El convoy llega al campamento de Dajla después de
cuatro horas y media de trayecto. Es la una de la madrugada y los españoles
recogen su equipaje fuertemente escoltados. Hombres armados y con el
uniforme militar de la Gendarmería del Polisario -fuerza equivalente a nuestra
Guardia Civil- controlan cada movimiento y un saharaui es asignado para
velar por la seguridad de cada grupo de cuatro. Ningún español anda suelto:
duermen con ellos en la haima que los acoge y serán su sombra durante los días
que dure el festival.
Salem Lebsir, gobernador de Dajla, explica que cada
wilaya ha establecido un plan de acción concreto. "Aquí tenemos una
extensa frontera con Mauritania, Mali y Argelia y hemos creado un fuerte
cinturón de seguridad para protegerlas", cuenta. Tres anillos de
seguridad custodian el campamento: el primero a 80 kilómetros, el segundo, a 40
y un tercero más cerca a las áreas pobladas. Además, policías, militares y
gendarmes patrullan los barrios de adobe. "Y hemos concienciado a todos
los saharauis de que nos ayuden y denuncien en seguida si ven algo raro",
matiza. Seguridad extrema.
Los propios saharauis se sorprenden del despliegue. "Nunca
habíamos visto tantos gendarmes. ¡Qué exageración!", comentan tres de
las mujeres que acogen a los invitados en sus haimas. El gobernador de Dajla lo
justifica por la sorpresa que les supuso el secuestro: "En los 37 años de
conflicto nunca habíamos tenido este tipo de problemas. Nuestra lucha era
contra Marruecos, no pensábamos que un acto terrorista así podía ocurrir en
nuestro territorio".
Prohibido alquilar coches y 'toque de queda'
Los agentes velan por la seguridad de todos:
organización, periodistas y actores como Juan Diego Botto, Aitana
Sánchez-Gijón, Malena Alterio o Eduard Fernández, que comienzan a
familiarizarse con los campamentos.
Uno de los 'acompañantes' asignados, Salam, cuenta que
tienen la orden de que no caminemos solos en ningún momento. Se acabó la
despreocupación de otros años, en los que subirse a cualquier coche era el
medio habitual para alcanzar destino. El secuestro de octubre -en la zona
administrativa de Rabuni, donde se establece el protocolo de cooperación- ha
marcado un antes y un después en la vida saharaui.
La acción la ha reivindicado el Movimiento Yihad en
África del Oeste y el Gobierno español negocia su liberación con los tuareg
de Mali, pero el golpe de Estado en la
zona ha ralentizado el proceso.
"Está prohibido subirse en taxis o coches
alquilados y moverse por libre de campamento en campamento. Hemos
habilitado coches y autobuses oficiales para llevar a cada uno adonde
quiera", explica Taboada. La organización del FiSahara ha trabajado a fondo
la seguridad con el Polisario. Incluso se ha instaurado una especie de toque de
queda cuando cae la noche para que ningún coche circule entre campamentos. Los
desplazamientos nocturnos están vetados estos días de visita extranjera. Los
cooperantes que trabajan en Rabuni también tienen la orden de moverse en
vehículos identificados y avisar de cada desplazamiento.
Y es que la solidaridad internacional es clave para la
supervivencia de los saharauis en el exilio. "Con los secuestros han
querido hacernos daño en ese sentido y la verdad es que lo han conseguido
porque ha bajado un poco el interés por venir aquí y ha limitado la libre
movilidad que teníamos", reconoce el gobernador. "Pero vamos a
cerrar todos los huecos por donde puedan atacarnos. Ahora sabemos que debemos
estar preparados", sentencia. Y eso pese al coste económico que supone en
unos campos de refugiados asfixiados por los recortes en cooperación.
"Para nosotros es raro, un poco incómodo, pero se
hace para que los que vengan estén seguros", dice uno de los vendedores de
artesanía que expone sus productos aprovechando el festival. Y mientras lo
cuenta pasa a escasos metros de él un 'jeep' con tres militares y un
kalashnikov bien sujeto. A izquierda, cuatro gendarmes hacen guardia a
pleno sol.
Y se les ve en cada rincón de la wilaya, escoltando a
los españoles que visitan las escuelas, a los que deambulan por los proyectos
humanitarios o a los que simplemente buscan su haima entre el marasmo de abobe
que es el campamento. La gran prioridad del festival parece resuelta. El cine y
la solidaridad pueden ocupar sus puestos