Carta de un investigador al rey don Juan Carlos 16 de abril
2012
Querido Juan Carlos,
Me llamo Alberto Sicilia, y soy investigador de
física teórica en la Universidad Complutense de Madrid. Hasta el año pasado,
enseñaba en la Universidad de Cambridge. Decidí regresar a España porque quería
contribuir al avance científico de nuestro país.
A las pocas semanas de llegar, me llevé la primera
alegría: Francisco Camps obtenía un doctorado cum laude apenas 6 meses después
de dimitir como presidente de la Generalitat. Escribí dos cartas para
felicitarle, pero no me respondió. Paco debe estar muy ocupado. Quizás le
contrató Amancio Ortega para que diseñe la colección de trajes
primavera-verano.
Abrí la segunda
botella de champán al conocer los Presupuestos Generales recién presentados. La
inversión en ciencia se recorta en 600 millones de euros. Imagínate que se nos
ocurre apostar por la investigación y acabamos ganando un Nobel: quebraríamos el
orden geopolítico mundial. Hasta ahora, los Nobel científicos son para
británicos, alemanes, franceses o americanos. Nosotros nos llevamos los Tours,
los Rolland Garros y las Champions League. Si empezásemos a ganar también en
ciencia, ¿qué consuelo quedaría para David, Angela, Nicolas y Barack?
He sufrido la tercera y definitiva conmoción al saber
de tu safari. Dicen los periódicos que costó 37.000 euros, dos años de mi
salario. Los que nos dedicamos a la ciencia no lo hacemos por dinero. Al
terminar nuestras tesis doctorales en física teórica, algunos compañeros se
fueron trabajar para Goldman Sachs, JP Morgan o Google. Quienes continuamos
investigando lo hicimos por pasión. La ciencia es una de las aventuras más
hermosas en las que se ha embarcado la especie humana. Al regresar a España,
entendí que atravesábamos una situación económica complicada. Por eso acepté
trabajar con muchos menos recursos de los que ofrecía Cambridge y un sueldo
inferior al que ganaba cuando era estudiante de primer año de doctorado en
París.
Juancar, tengo que darte las gracias. Tu aventura en
Botsuana me ha hecho comprender, definitivamente, cómo es el país al que
regresé.
Regresé a un país
donde el Jefe del Estado se va a cazar elefantes mientras cinco millones de
personas no tienen empleo. Regresé a un país donde el Jefe del Estado se opera
de prótesis de cadera en una clínica privada, mientras miles de compatriotas
esperan meses para la misma intervención. Regresé a un país donde el Jefe del
Estado se va de vacaciones en jet privado mientras se fulminan las ayudas a las
personas dependientes.
Que yo me marche a
otro lugar para seguir mis investigaciones no será una gran pérdida para España.
No soy el Einstein de mi generación. Pero me desespera pensar en algunos físicos
de mi edad que son ya referentes mundiales en las mejores universidades. Muchos
de ellos soñaban con regresar un día a España. Teníamos la oportunidad de
cambiar, al fin, la escuálida tradición científica de nuestro país. Nunca
volverán.
Hemos convertido
España en un gran coto de caza. Pero aquí no se persiguen elefantes ni
codornices, sino investigadores. Dentro de poco podremos solicitar subvenciones
a WWF por ser especie en extinción.
Permíteme terminar
con otra cuestión que me turba. En África hay cientos de jóvenes españoles
trabajando como cooperantes en ONGs. Chicos y chicas que viven lejos de sus
familias porque quieren aliviar el sufrimiento humano y construir un mundo más
decente. Si tenías tantas ganas de viajar a África, ¿porqué no fuiste a abrazar
a esos muchachos y a recordarles lo orgullosos que estamos de ellos?
Juancar, en tu último discurso de Navidad afirmaste
que “todos, sobre todo las personas con responsabilidades públicas, tenemos el
deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar”. Y
digo yo, si unos meses después tenías planeado ir a cazar elefantes, ¿por qué no
te callas?
Dr. Alberto
Sicilia.