Ahora que el PP saca otra vez a
relucir su nacionalismo primario a raíz del caso de REPSOL en Argentina,
conviene señalar algunos datos sobre la entidad...
En primer lugar, el comportamiento
de Repsol en sus variables económicas. Como se puede comprobar, entre
1998 y 2007 Repsol vio sus beneficios incrementarse un
11’97%, mientras el empleo crecía solo un 4’84% y el salario medio
un 1’71%. Hay que precisar que no todo el empleo se genera aquí, en
España, ni mucho menos.
En segundo lugar, Repsol utiliza
paraísos fiscales para evadir y eludir impuestos, amén de beneficiarse
de las rebajas fiscales y de las deducciones (todo en un
marco de competencia fiscal). La propia entidad trata de
justificarse en su web.
La existencia de paraísos
fiscales merma la capacidad recaudatoria de los Estados
-deteriorando y destruyendo los servicios públicos-, genera
inestabilidad financiera y amenaza la democracia.
En tercer lugar, lo más importante quizás. La propiedad de la empresa. Según se puede leer en su web más de la mitad de la
empresa es propiedad de capital extranjero. La composición fundamental es la siguiente:
9’49% de PEMEX, empresa mexicana.
12’83% de CaixaBank
10’01% de Sacyr
42’00% de fondos de inversión extranjeros
9’90% de fondos de inversión españoles
10’80% de inversores minoritarios españoles
Pues eso, ni es española
técnicamente (no es mayoría el capital español), ni beneficia de forma
neta a los españoles y a sus trabajadores, ni es una empresa
modelo en modo alguno. Más al contrario, su papel es tan agresivo
como el que más por su uso de paraísos fiscales y otras cuestiones
laborales.
Así las cosas, tenemos un gobierno
que defiende a los intereses del capital extranjero y de algo del
capital privado, que son bancos y grandes empresas
fundamentalmente. ¿Quién dijo que este gobierno representa al
pueblo?
Más información (impuestos):
Como hemos visto, Repsol es una
multinacional presente en muchos países y que es propiedad en más de un
50% de capital extranjero, es decir, de otras empresas y
fondos de inversión de fuera de España. También es una
multinacional que en su crecimiento no ha distribuido con equidad y en
el seno de la empresa los beneficios obtenidos, ni en épocas de
bonanza ni en épocas de crisis. Y también es una empresa que opera
en paraísos fiscales a través de dos vías. En primer lugar porque su
propia actividad productiva se realiza en territorio
geográfico considerado paraíso fiscal y en segundo lugar porque
probablemente sus operaciones financieras se realicen allí aprovechando
lo anterior.
Ello nos da algunas pistas de por
qué no debemos considerar a Repsol una empresa modelo y española. Pero
todavía quedan algunos cabos sueltos por resolver. Y es
que, efectivamente, Repsol contrata trabajadores en nuestro país y
además paga aquí el impuesto de sociedades, todo lo cual contribuye de
forma positiva a la economía española. Por ello
necesitamos arrojar luz sobre esta cuestión.
Antes de comenzar cabe considerar
que Repsol es un grupo empresarial compuesto por una gran cantidad de
empresas y filiales que operan en distintos países.
Mientras no observe lo contrario, las cuentas aquí expuestas se
refieren al conjunto del grupo.
Repsol tuvo en 2010 un total de
60.430 millones de euros en ingresos. De esos ingresos hay que restar el
gasto en aprovisionamientos (36.184 millones; 58’87%), el
gasto en personal (9.916 millones; 16’40%) y otros gastos (4298
millones; 7’11%). Todo ello deja un resultado de explotación de 7.621
millones. Como también hay ingresos y gastos financieros,
como consecuencia de operaciones de esa naturaleza -tales como
beneficios y pago de préstamos-, el resultado financiero es de -1.008
millones de euros.
Es decir, Repsol tuvo en 2010 un
total de 6.613 millones de euros en beneficios antes de impuestos. Eso
es lo que declaró que había ganado. De ese total, 1.641
millones (24’8%) los obtuvo en España, 1.416 millones (21’41%) en
Argentina y 3.556 (53’77%) en el resto de países. Esto nos dice que el
“mercado” español no es ni una cuarta parte del
beneficio de la multinacional.
Y ahora llega la parte de pagar
impuestos. Las regulaciones fiscales varían entre países, en función de
múltiples criterios, de forma que no se paga lo mismo en
España que en Argentina o que en un paraíso fiscal. En el año 2010
el impuesto nominal a pagar era del 30% en España, del 28% en el
régimen especial de Bizkaia, del 35% en Argentina, del 35% en
EEUU, del 34% en Brasil, del 25% en Bolivia, del 50% en Venezuela,
del 65% en Libia y del 25% en Ecuador, por poner algunos ejemplos. Pero
esos porcentajes se aplican sobre la llamada base
imponible, que no coincide con el resultado declarado por las
entidades.
En efecto, Repsol declaró en España
que había ganado 1.641 millones de euros, pero los legisladores
españoles consideraron que había que sumar -por distintas
razones- una cantidad importante de modo que se acabara pagando
impuestos sobre una cantidad mayor. Finalmente, en 2010 la base
imponible de Repsol en España subió a 3.534 millones de
euros.
A esos 3.534 millones se les aplicó
el tipo nominal español, del 30%, de modo que la llamada cuota íntegra
fue de 1.060 millones de euros. Esa era la cantidad que
Repsol hubiera tenido que pagar a las arcas públicas. Pero Repsol
se acogió a una cantidad importante de deducciones fiscales, es decir,
incentivos que el Estado proporciona y con los que
permite pagar menos impuestos. Esas deducciones ascendieron a 913
millones de euros. Pero a la vez tuvo que pagar por ajustes
complementarios en el impuesto. El resultado neto fue que Repsol
pagó un total de 949 millones de euros. Eso significa queel tipo
efectivo en España fue de un 26’85%. Y en el conjunto del mundo Repsol
pagó con un tipo efectivo de 26’34%.
No es un tipo efectivo demasiado
bajo, pues las deducciones a las que se acogen las empresas españolas
hacen que al final el tipo efectivo medio (del conjunto de
las grandes empresas) esté entre el 10% y el 15%. Pero Repsol
opera en un sector con impuestos especiales, lo que permite explicar ese
dato final. No obstante, un 26’85% no es el 30’00% del
tipo nominal, de modo que existe lo que se llama “gasto fiscal”
(dinero que el Estado deja de ingresar). Por no hablar de que el
Impuesto de Sociedades es, en mi opinión y más aún en un
contexto como este, demasiado bajo.
Ahora bien, ¿qué enseñanzas podemos
sacar de todo esto? En primer lugar, que Repsol contribuye a los
Estados con un total de 1.742 millones de euros, de los
cuales 949 millones (54’47%) los paga en España. Ni todos los
beneficios ni todos los impuestos los obtiene en España. En segundo
lugar, Repsol utiliza paraísos fiscales y desconocemos las
cifras reales que debería pagar en ausencia de esos mecanismos de
evasión y elusión fiscal. En tercer lugar, la parte que no son impuestos
es reinvertida o repartida entre accionistas que son
por lo general bancos y grandes empresas -y mayormente
extranjeras-. Y finalmente un apunte, la creación de puestos de trabajo
es relativamente escasa (43.298 personas en el mundo, 19.761
personas en España).
En definitiva, en el proceso de
desarrollo e internacionalización de Repsol se produce un crecimiento de
la riqueza a distribuir. Esa distribución es muy desigual
en el seno de la empresa (ver artículo anterior) y es también
desigual en las relaciones entre empresa y Estado (aplicación del tipo
efectivo). Es decir, en el proceso de desarrollo de Repsol
hay distintos y desiguales ganadores, siendo los grandes capitales
los que más ventaja obtienen, mientras que el Estado y los trabajadores
quedan detrás y en mucha menor medida. Faltaría
incluir en este análisis aspectos ya tratados con anterioridad.
Por ejemplo, el efecto que tienen las operaciones de Repsol sobre el
medio ambiente, sobre la economía de destino y sobre el
sistema financiero, todo lo cual son costes no necesariamente
económicos que deben tenerse presentes. Y finalmente un elemento aún más
importante: ¿no sería más adecuada una forma distinta de
administrar Repsol? Es decir, cambiar esas distribuciones (dentro
de la empresa y hacia fuera -Estado-) a partir denuevas leyes que vayan
desde la subida de impuestos hasta la nacionalización
de la entidad. Sólo en esos casos, especialmente el segundo,
tendría sentido hablar de una empresa al servicio del pueblo (siempre
que los beneficios se reinvirtieran en el mantenimiento o
creación de servicios públicos).
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