Nuestra independencia no puede sostenerse en ningún ápice de saqueo de otro pueblo.
Mucho antes de
que en 1728 se creara la Compañía Guipuzcoana de Caracas, la burguesía
vasca ya saqueaba y expoliaba a las Américas. La riqueza extraída
mediante toda serie de violencias, jugó un papel central en la formación
del capitalismo vasco-español. Desde esta perspectiva, no sorprende en
absoluto el que un representante del PNV exigiera al Estado español
medidas contundentes contra Argentina por la nacionalización de Repsol
YPF; tampoco sorprenden las afirmaciones de ADEGUI sobre las
consecuencias de tal medida, y demás reacciones estatales, de la UE y de
EEUU. En el contexto mundial, la nacionalización burguesa de Repsol YPF
es un ataque directo al dominio imperialista, pese a las
incongruencias, miedos y precauciones del gobierno argentino, que
debiera haber sido más radical y directo en esa muy necesaria medida
para garantizar la independencia real y efectiva de su pueblo. Pero no
vamos a criticar aquí esa decisión ambigua, debe ser el pueblo argentino
y su izquierda quien lo haga, que ya lo está haciendo.
Para las
fuerzas progresistas la respuesta de la burguesía vasco-española
descubre su esencia y orientación de clase. Conocemos, porque la
sufrimos, su fusión socioeconómica con el bloque de clases dominante en
el Estado español. Pero ahora vemos con nitidez absoluta tres aspectos
decisivos para conocer mejor las dinámicas tendenciales en juego. Uno es
que la burguesía vasco-española sale en defensa del capital
transnacional. La presencia de capital vasco, por llamarlo de alguna
forma, es mínima en Repsol que tiene más del 50% de sus acciones en
«capital flotante», a juego en bolsas y bajo las presiones de inversores
internacionales. Según algunos datos BBVA tiene el 6,3% de las
acciones, la Caixa el 12,55%, un consorcio yanqui el 15,93%. Otras
fuentes cifran en un 42% las acciones de Repsol pertenecientes a fondos
de inversión no estatales, y un 9,5% perteneciente a la mexicana PEMEX.
El «capital flotante» se caracteriza por el cambio muy frecuente de
inversores, por la salida y entrada de paquetes de acciones de difícil
ubicación. La obscuridad de estos capitales se enturbia más por las
relaciones directas o indirectas con la parte ilegal o alegal, oculta,
sumergida, criminal, del capitalismo, calculada en un 20% del PIB
mundial. Un ejemplo de semejante turbiedad lo tenemos en que el 86% de
las empresas que operan en el Ibex operan en paraísos fiscales, con una
tendencia al alza del 4% en 2010.
Llegamos así al
segundo aspecto. La burguesía vasco-española recurre al Estado porque
está estructuralmente atada a la necesidad del saqueo imperialista.
Malvivimos en una crisis que fusiona las contradicciones esenciales y
permanentes del capitalismo con formas y componentes «nuevos», de manera
que la burguesía mundial, por pequeñísima que fuere, como la vasca,
tiene que cumplir lo que se denomina «necesidades ciegas» para seguir
existiendo: o sobreexplota o muere. Ahora reaparece una de las razones
por las que esta clase necesita vitalmente al Estado español, el único
que puede defender su imperialismo, aunque sea tan reducido como ese
6,3% de acciones en Repsol, pero todo sirve para la acumulación ampliada
de capital. Y todo sirve aunque Repsol sea una transnacional
especialmente depredadora e inhumana, que se enfrenta ahora al menos a 4
causas judiciales relacionadas con el medio ambiente, con las naciones
indias, etc. Algunas fuentes cifran en 8.000 millones de dólares las
ganancias netas, limpias, obtenidas por Repsol en Argentina, y en el
peor momento de la crisis económica de este país, en 2002, las ganancias
de Repsol ascendieron a 2.096 millones de dólares.
En ese 2002
7.500.000 niños malvivían en la pobreza, de lo cuales 3 millones sufrían
la indigencia, lo que sumaba el 75% de los menores argentinos. Con la
crisis de 2001, apareció el «hambre argentino» que expresaba la brutal
sobreexplotación de un pueblo que podía producir el 25% del grano
mundial e ingentes cantidades de carne. En 2003 datos oficiales
reconocían que un 57% de la población malvivía en la pobreza, y que de
esta cantidad el 27,5% en la indigencia. Entre 2001 y 2003 el precio de
la bombona de gas de 10 kilos, subió de 8 y 9,5 pesos a 25 y 30 pesos
según la zona del país. En 2003 murieron 9 trabajadores en la refinería
de Puerto Llano debido a las deficientes medidas de seguridad. Amnistía
Internacional demostró en 2004 las relaciones de Repsol YPF con la
represión colombiana, y en ese mismo año Repsol reprimió con la policía
oficial y con su fuerza privada a los obreros en lucha en Caleta Oliva,
aplicando la tortura. En 2006 Repsol YPF fue procesada por el gobierno
de Bolivia acusada de contrabando de crudo. En 2007 Intermón Oxfan le
denunció por sus ataques a las naciones indias en Perú, y por no
extendernos, en 2010 Survival International incluyó a Repsol YPF entre
las cinco transnacionales «de la vergüenza».
El tercer
aspecto nos explica por qué la burguesía vasco-española asume y apoya
por omisión o explícitamente estas y otras injusticias, abusos y
crímenes, y emplea las sobreganancias imperialistas que obtiene en el
fortalecimiento de su poder de clase aquí y en el Estado español. Desde
la mitad del siglo XIX el socialismo es muy consciente de que la
explotación colonial e imperialista beneficia al capital aumentando su
beneficio, su poder internacional y su dominio cultural sobre las clases
explotadas que casi siempre reciben unas migajas del saqueo
imperialista, por reducidas que sean. Por esto, la burguesía vasca es
indiferente al hecho de que YPF tuviera en 1999 55.000 trabajadores
antes de ser comprada por Repsol, y ahora tiene unos 6000. Esta
depredación social creada por la lógica del capital no tiene valor para
ella, pero sí lo tiene el hecho de perder una empresa que antes de su
nacionalización burguesa poseía el 55% de la producción, el 64,2% del
transporte y el 78,2% del almacenamiento de hidrocarburos en Argentina.
La crisis
ofrece una excusa de oro a la burguesía para liquidar las migajas que
reparte entre el pueblo. Esta política, unida a otras, explica que el
64% de las familias del Estado español reconozcan dificultades
económicas para llegar a fin de mes, y que el 25% de su población
malviva en la pobreza. También se la ofrece al gobiernillo vascongado
del PSOE-PP para cruzarse de brazos ante la desindustrialización de la
CAV que ha visto reducir sus empresas en un 3,1% en 2010. Es cierto que
la premeditación política y la innata incapacidad administrativa de la
burocracia del PSOE-PP están molestando a la burguesía vasca, pero esto
no le exime de ser ella la fundamental responsable de que 38.000 hogares
de la CAV tengan todos sus miembros en paro, del 24% de paro en su
juventud, y de que la renta de un tercio la población de la CAV no
supere el umbral de pobreza. Desde 2007 hasta junio de 2011 se habían
realizado casi 7000 desahucios en la parte de Euskal Herria bajo
dominación española, mientras existen alrededor de 100.000 viviendas
vacías.
Nuestra
independencia no puede sostenerse en ningún ápice de saqueo de otro
pueblo. Pero la burguesía vasco-española no puede vivir sin ese expolio
que amplía su poder y acelera la concentración y centralización de
capitales, es decir, agudiza la crisis de la pequeña burguesía, golpeada
por la desindustrialización reforzada políticamente por la opresión
nacional que padecemos. La izquierda abertzale ha de mostrar a esta
clase intermedia que no tiene futuro dentro del Estado español porque,
en el fondo, el imperialismo que aplasta a su pueblo es básicamente el
mismo que el ejercido contra el hermano pueblo argentino. También ha de
mostrar a las llamadas «clases medias» y otras franjas sociales que ese
imperialismo vasco les aliena y esclaviza, que es el mismo enemigo que
opera en dos frentes, el vasco y el mundial.