Ana Barrena, de Memoriaren Bideak, reconoció la lucha de los prisioneros y exigió reparación. (M.Z.)
VETERANOS EN EL ALTO DE IGAL
LOS VETERANOS FÉLIX PADÍN Y LUIS ORTIZ, AMBOS DE 95 AÑOS, VOLVIERON AL ALTO DE IGAL
Este año se cumplen 73 años de la llegada de los primeros prisioneros a Roncal para construir las carreteras
VIDÁNGOZ.
Si bien es cierto que "No todas las carreteras de la memoria pasan por
ésta ", tal y como expresaba ayer Juan Kruz Lakasta en el homenaje a los
esclavos del franquismo en el Alto de Igal, hay que reconocer que el
acto sencillo organizado por Memoriaren Bideak viene marcando su fecha
desde hace nueve años de forma especial porque traslada el recuerdo al
lugar de las vivencias narradas incluso por los propios protagonistas,
camino del centenario de su nacimiento.
El
intenso calor se echó encima en el monte cuando comenzó el homenaje a
los 2.345 esclavos que hicieron la carretera de Igal a Vidángoz entre
los años 1939-1941, y a sus familiares que también sufrieron el castigo,
así como el agradecimiento a los hombres y mujeres de los valles de
Roncal y Salazar, represaliados tras el golpe del 36 y en posterior
dictadura franquista.
El
Zanpanzar de Burlada-Burlatako Joaldunak, la música de Xabier Barriola y
la de los txistus de Xanti Begiristain y Kepa Bales, introdujeron a los
prisioneros, Félix Padín y Luis Ortiz, y a los familiares de
represaliados.
El
turno de intervenciones lo abrió Jacqueline Urla, antropóloga y nieta
de Amadeo Urla, concejal de Izquierda Republicana de Pamplona asesinado
en 1936, quien manifestó su admiración por la labor fundamental de
divulgación desde "este lugar que tiene un sentido especial para mí".
Tras ella, la nota nueva de esta edición la puso el escritor Patxi Zubizarreta, autor de la novela Hiru Gutun Iruñeatik,
editada recientemente por Pamiela, basada en la experiencia de los
prisioneros que trabajaron en esta carretera. Orgulloso y emocionado de
estar entre ellos, introdujo sus sentidas líneas tomando prestadas las
de Jorge Semprún en nombre "de los náufragos para devolverles las
palabras", y agradeció la lección de dignidad que le ha sido transmitida
por unos especiales compañeros de viaje, testigos de la historia.
Se
iniciaron después las intervenciones de los miembros de las numerosas
asociaciones de la memoria histórica que acudieron este año. Entre
ellas, la asociación francesa, Memoria y Exilio, Saint Gaudens,
Haute-Garonne, que promueve la memoria del exilio. Chantal Gorrindo,
hija de Demetrio Gorrindo, oriundo de Garde, habló en su nombre. La
descendiente de este exiliado roncalés significó la importancia de la
recuperación de la memoria para que la juventud la conozca a la vez que
lanzaba un deseo: "Tengo el mismo sueño que mi padre, que la República
vuelva a España", mientras su hija depositaba unas flores en el monolito
de recuerdo que mira hacia el valle.
Los
catalanes del Collectiu Republicá del Baix Llobregat, asiduos en el
homenaje, lamentaron ayer la pérdida de José Barajas, prisionero en
Igal. Su nieto, David Llora, habló de las penurias pasadas, y agradeció
la labor y el apoyo de Juantxo Gartzia de Azilu, de Memoriaren Bideak,
fallecido el año pasado. El también catalán Felipe Moreno, del Ateneu
Republicá del barrio de Gracia de Barcelona, hizo hincapié en el
sufrimiento físico, político y moral vivido por los prisioneros.
73 AÑOS DE LA LLEGADA
Tras él llegaron los testimonios de Félix Padín y Luis Ortiz, dos
veteranos casi centenarios, unidos en la emoción del recuerdo. El 25 de
julio de 1939 llegaron los primeros prisioneros integrados en el
Batallón nº 127 a la villa de Roncal. Posteriormente, fueron destinados a
Vidángoz e Igal. Padín, militante anarcosindicalista, llegó a mediados
de julio del 1940, después de que le hicieran prisionero en Bilbao, en
el 37, mientras combatía como teniente en el batallón Durruti. "Fue aquí
donde más hambre pasamos y peor nos trataron", exclamó. Su intervención
fue muy aplaudida tras denunciar la continuidad del régimen franquista,
sin perder el hilo de la lucha actual de los mineros asturianos.
Luis
Ortiz, prisionero republicano y trabajador social en activo, agradeció a
los vecinos de Roncal y Salazar que les ayudaron en el pasado, y a los
del presente, al inolvidable Juantxo, "al que llevamos en el corazón".
Las lágrimas de Ángela Urrizar, la canción de Margarita, y la emoción de
Joaquín Tomás Otal y Manuel Salvoch, niños de la guerra descedientes de
exiliados republicanos se sucedieron antes delaurresku
de Gorka Mediavilla. El broche final lo puso Ana Barrena, con el
recuerdo de su compañero, Juantxo, y exigiendo con fuerza las máximas
que guían a los que trabajan por recuperar la memoria: justicia, verdad y
reparación.