dimecres, 27 de juny del 2012

!!UN MOTIVO MAS PARA QUERELLARSE¡¡

Víctimas, presos y chivatos

                                                                       Euclides PERDOMO
 El asunto de las entrevistas entre ‘víctimas del terrorismo’ –de ETA pues parece que no hay otro- y los presos etarras nos está descubriendo que la ortodoxia patria está preñada de imbecilidad. El distinguido escritor Jorge M. Reverte, caballo mimado de la cuadra PRISA, nos lo acaba de demostrar con su artículo “Las lágrimas de 326 verdugos” (El País, 25.junio.2012), libelo que lleva por ladillo “Antes que preocuparse por asesinos que no se arrepienten, hay que pedirles que cuenten lo que saben”.


Ortodoxia nacional e imbecilidad: la primera puede medirse por la, valga la contradicción, ‘inquina humanitaria’ –versión civil de la guerra humanitaria- que destila todo el pasquín. Por ejemplo:
Reverte exige a gritos que “sin delación no hay posible reparación” para las víctimas. De acuerdo, eso es justamente lo que planteamos las “Otras Víctimas”, las víctimas del terrorismo franquista. En efecto, no puede haber reparación de la injusticia mientras los torturadores no sean puestos en la picota para lo cual no nos hace falta delación alguna porque todos sabemos perfectamente quiénes fueron y quiénes son.

Reverte dice que, con esas entrevistas, “se trata de acabar con la voz de las víctimas… para ello lo fundamental sigue siendo vender que la paz (no la libertad, la paz) en el País Vasco se va a imponer solo si hay plena reconciliación, o sea, perdón”. También en esto las Otras Víctimas estamos de acuerdo: quieren acabar con nuestra voz. Aunque hay una pequeña diferencia entre unas y otras víctimas: a las Otras, nadie se ha tomado la molestia de pedirnos perdón por lo que, en efecto, no estamos reconciliados con los torturadores franquistas y neofranquistas.

Sigue Reverte “¿Qué se les ofrece a las víctimas? Dinero”. Subrayemos una pequeña diferencia: a las Otras Víctimas, ni siquiera nos ofrecen dinero. Lo comprendemos, somos tantos millones que ni los fondos reservados ni siquiera los tesoros del Banco de España serían suficientes.
¿Qué se les niega a las víctimas? –continúa impertérrito el humanitario escritor-. Se les niega la capacidad de conocer la verdad, y se les niega la reparación moral”. ¡Ay, señor Reverte!, ¡si usted supiera los obstáculos que el neofranquismo nos pone a las Otras Víctimas para “conocer la verdad”!, ¡Si usted supiera cuan miserable es la “reparación moral”, sin petición de perdón ni nada de nada, que nos ofrece la ley 52/2007 más conocida como Ley de Memoria Histórica!

Pero, dejando aparte agravios comparativos, olvidemos la parte canalla y discutamos la parte imbécil del insidioso libelo revertiano:
Reverte exige que los presos etarras delaten a los culpables de los 326 asesinatos cuyos autores aún continúan desconocidos. No creemos que la difusión de semejante dato -sea la cifra real o caprichosa- guste a ‘las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado’, tan orgullosas ellas de su sagacidad y profesionalidad. Pero, si hay disputa entre el escritor y sus amigos maderos, con su pan se lo coman, no es nuestra guerra.
La insensatez de la propuesta salta a la vista cuando se examinan los aspectos prácticos que entraña. Por ejemplo, ¿cómo piensa obtener esas delaciones? ¿excarcelando a los presos etarras y sometiéndoles a tortura? Más aún, aunque así lo hiciera, los presos bien podrían “delatar” a personas muertas. Puesto que vascos muertos y/o asesinados hay muchos, no cabe duda de que tendrían para escoger entre un enorme surtido de ‘asesinos’.

Reverte no intuye siquiera lo que supone estar preso. Supone que ya no te pueden meter preso y que, por lo tanto, el recluso puede enrocarse en que no sabe nada de esos 326 atentados –en muchos casos, será verdad-. O, si está de buen humor, puede inventarse las mil y una noches. Y un pequeño detalle orgánico: como cualquier organización clandestina, ETA estaba compartimentada en células. ¿De dónde saca Reverte que los etarras actualmente presos conocen a todos los autores de esos 326 atentados mortales?
La imposibilidad técnica de la propuesta es tal que, si concedemos a Reverte dos gramos de seso, hemos de concluir que su llamada a la chivatería busca en realidad que se enquisten divisiones internas en los presos etarras. En otras palabras, que haya vendettas, que no termine nunca una guerra civil de baja intensidad, que los vengativos de uno y otro bando tengan siempre abundante carnaza. Pues, de ser así, no se ande por las ramas sr. Reverte, no vaya de maquiavelo de opereta, ¡dígalo directamente!

La polémica sobre las entrevistas a etarras no sólo está espoleando el morbo y la sed de venganza nacional española sino que, además, nos está descubriendo que hay señores que presumen de rojos -y que tienen edad para haberlo demostrado contra Franco- pero que, evidentemente, jamás supieron lo que fue la lucha clandestina contra el franquismo. Si Reverte se hubiera acercado, aunque hubiera sido por coquetería pasajera, a aquellas conjuras de juventud, hoy sabría que los clandestinos llevábamos interiorizadas unas cuantas premisas. Por ejemplo, negar hasta la evidencia más palmaria –compañeros a los que detuvieron con un puñado de panfletos en el abrigo declararon ignorar quién, cuándo y cómo se los habían metido en los bolsillos-. Pero, además, habíamos acordado con algunos compañeros que estaban a salvo en el exilio y que tenían varios sumarios a cuestas que, en caso de tortura, podíamos aumentarles el número de procesos en su contra. Estábamos dispuestos a ‘cantar’ no sólo las Mil y una noches sino también el Decamerón y el código de Hammurabi.

Si el humanitario escritor, aunque desconociera esas elementalidades antifranquistas, intuyera mínimamente lo que es la clandestinidad en general, es posible que su exigencia de delación no hubiera conseguido una marca tan ostentosa en la olimpiada de la imbecilidad.