La mayor virtud del libro es que consigue introducir fácilmente al lector en las complejidades intelectuales que unieron o separaron a algunas de las mentes más sofisticadas de la historia del pensamiento
Matando a Dios a los postres. A propósito del libro "Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea"
Una tarta de pichón, una fuente con dos
poulets à la reine, un pecho de ternera en fricassée de pollo,
un rabo de buey en revoltillo, una fuente de cordero a la brasa, otra de palates
de buey cortado en pequeñas tiras, un budin negro de conejo y una coliflor
empanada. Siendo todo esto únicamente el primer plato, se aventuran sacos de
sales de frutas a los postres. Sin embargo, para los hombres y mujeres que se
sentaban en torno a la parisina mesa del barón D’Holbach a mediados del siglo
XVIII, cenas tan rotundas despertaban apetito de destrucción. Considerado un
ciudadano intachable, el barón fundó y dirigió junto a su amigo Denis Diderot
una operación editorial clandestina desde su salón, convertido en el centro de
la resistencia intelectual francesa y global.
El trabajo del historiador alemán Philipp Blom en Gente peligrosa
(Anagrama) retrata con todo tipo de detalles humanos, mundanos e intelectuales
uno de los momentos más decisivos de la historia del pensamiento occidental: las
cenas que todos los jueves y domingos celebraron, entre 1750 y 1770, el primer
grupo de pensadores que puso en marcha un trabajo sistemático y coordinado para
negar la existencia de Dios, derrotado ante sus ojos por la razón y la
ciencia.
Blom nos acerca de forma minuciosa (472 páginas
tiene la versión española del libro) a los personajes que eligieron ser
filósofos cuando era una profesión de riesgo, que optaron no sólo por negar a la
Iglesia, sino a Dios, y colocar como centro de su pensamiento la ciencia y sus
métodos, poniendo en peligro sus vidas. Ellos querían cambiar el mundo, pero
quedaron relegados a un segundo plano de la historia cuando sus contemporáneos
deístas, como Voltaire y Rousseau, se llevaron todo el protagonismo de la
Ilustración.
“El París de D’Holbach y Diderot era un hervidero de
ideas, desbordante de descubrimientos científicos y posibilidades asombrosas”,
relata Blom. En ese contexto, los pensadores que asistían a estos encuentros tan
célebres como clandestinos, defendieron con brillantez que había que olvidarse
de teorizar sobre la existencia de una inteligencia superior y que era
preceptivo aceptar, sin más, que la existencia del homo sapiens carece
de sentido trascendente.
La mayor virtud del libro es que consigue
introducir fácilmente al lector en las complejidades intelectuales que unieron o
separaron a algunas de las mentes más sofisticadas de la historia del
pensamiento, y que compartieron esa misma mesa de forma estable, como Diderot,
Helvétius y Grimm, o de forma esporádica, como Adam Smith y Cesare Beccaria.
Blom tiene éxito, en gran medida, por su generosidad y sencillez a la hora de
explicar las vicisitudes personales (una casi generalizada ausencia de figura
paterna), las lecturas (Epicuro, Lucrecio, Meslier, Spinoza) y los encuentros de
juventud que moldearon la masa gris de los Hume, Rousseau, Diderot, Voltaire y
demás.
Por ejemplo, nos explica el ingenio de Voltaire
para ganar la lotería, haciéndose más rico de lo que ya era. O el gusto de
Rousseau por los azotes, surgido durante las reprimendas de su profesora, que le
llevaron en su adolescencia a enseñar su trasero en un callejón a una transeúnte
“con la vana esperanza de que entendiera su deseo y le pegara”. O la gran
creación de Hume: una especie de filete ruso con que obsequiaba a sus huéspedes,
la hamburguesa del siglo XVIII.
Como contexto imprescindible, el libro describe
con detalle el proceso de publicación de la Encyclopédie, que le costó
cárcel y varios sustos a Diderot, incluida la promesa de no volver a escribir ni
uno más de sus “aberrantes” textos ateos si quería que los tomos de su gran obra
vieran la luz. El enciclopedista es junto al barón el mayor protagonista de la
obra, y se nos narra desde su infancia hasta los conflictos personales que
mataron su amistad con un paranoico Rousseau (aislado por culpa de su
incontinencia urinaria), o los tejemanejes de Voltaire para que su fama no le
hiciera sombra.
La importancia de la Encyclopédie se
multiplica no solo al saber los riesgos y penurias que se corrieron al editarla,
sino sobre todo cuando se desmenuzan las ideas que pretendían plasmar sus
autores. Presentándose como fuente de información irrefutable y objetiva,
la Encyclopédie serviría para divulgar ideas peligrosas, empezando por
su propio formato:
A diferencia de otros
diccionarios, que colocaban entradas por tema y piadosamente daban prioridad a
materias como teología, historia eclesiástica y casas de nobleza, esta obra
respetaría estrictamente el orden alfabético. De pronto, los temas se
mezclarían, las jerarquías sociales (tanto social como conceptualmente) se
verían derribadas desde el inicio de la obra. Así volvería a trazarse todo el
mapa del conocimiento.
El método como elemento subversivo. No se
incluían biografías: la historia no era de los grandes reyes, sino de los
pueblos y las ideas. En la entrada Eucaristía hay una remisión a la
entrada Canibalismo. En la entrada sobre el Arca de Noé, al autor
realiza un cálculo de las toneladas de alimento (47.000 metros cúbicos de heno)
y agua (43 millones de litros) que se tuvieron que embarcar para mantener a
todas las bestias, o el trabajo sobrehumano que le supondría a Noé y sus dos
hijos tirar por la borda las incontables toneladas de estiércol producidas
diariamente: gracias a la exposición racional de los hechos, no habría lector
que se resistiera a pensar que lo narrado en la Biblia no era más que un
cuento.
Blom nos relata la importancia de la ciencia,
en el centro de su pensamiento, para definir el pensamiento de sus
protagonistas. Como ejemplo, el propio D’Holbach: “En sus días de estudiante,
las primeras dudas acerca de la religión aparecieron mientras estudiaba
geología. Las muchas capas geológicas, con sus distintas composiciones, no
podían explicarse únicamente por el relato bíblico de una Creación y un
diluvio”.
Diderot, en El sueño de D’Alembert
(1769) expresa su peligrosa fascinación por ideas científicas que todavía
hoy rompen los esquemas de algunos: “¿Quién sabe qué especies animales nos han
precedido? ¿Quién sabe qué especies sucederán a la nuestra?”. En esa obra, el
enciclopedista llega a definir su teoría de los filament que programan
la información que define a cada organismo, un brillante antecedente de la idea
moderna del ADN.
Así, entre cenas opíparas, lecturas prohibidas,
anécdotas mundanas, hallazgos científicos, celos monumentales y dialéctica
filosófica, Blom nos introduce con pasión, simpatía y rigor en un tiempo
irrepetible en el que un grupo de gente peligrosa trató de cambiar el
mundo.
Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea
Autor: Philipp Blom
Editorial Anagrama. Argumentos