dilluns, 11 de febrer del 2013

Matando a Dios a los postres.



La mayor virtud del libro es que consigue introducir fácilmente al lector en las complejidades intelectuales que unieron o separaron a algunas de las mentes más sofisticadas de la historia del pensamiento

Matando a Dios a los postres. A propósito del libro "Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea"

Una tarta de pichón, una fuente con dos poulets à la reine, un pecho de ternera en fricassée de pollo, un rabo de buey en revoltillo, una fuente de cordero a la brasa, otra de palates de buey cortado en pequeñas tiras, un budin negro de conejo y una coliflor empanada. Siendo todo esto únicamente el primer plato, se aventuran sacos de sales de frutas a los postres. Sin embargo, para los hombres y mujeres que se sentaban en torno a la parisina mesa del barón D’Holbach a mediados del siglo XVIII, cenas tan rotundas despertaban apetito de destrucción. Considerado un ciudadano intachable, el barón fundó y dirigió junto a su amigo Denis Diderot una operación editorial clandestina desde su salón, convertido en el centro de la resistencia intelectual francesa y global.

El trabajo del historiador alemán Philipp Blom en Gente peligrosa (Anagrama) retrata con todo tipo de detalles humanos, mundanos e intelectuales uno de los momentos más decisivos de la historia del pensamiento occidental: las cenas que todos los jueves y domingos celebraron, entre 1750 y 1770, el primer grupo de pensadores que puso en marcha un trabajo sistemático y coordinado para negar la existencia de Dios, derrotado ante sus ojos por la razón y la ciencia.

Blom nos acerca de forma minuciosa (472 páginas tiene la versión española del libro) a los personajes que eligieron ser filósofos cuando era una profesión de riesgo, que optaron no sólo por negar a la Iglesia, sino a Dios, y colocar como centro de su pensamiento la ciencia y sus métodos, poniendo en peligro sus vidas. Ellos querían cambiar el mundo, pero quedaron relegados a un segundo plano de la historia cuando sus contemporáneos deístas, como Voltaire y Rousseau, se llevaron todo el protagonismo de la Ilustración.

“El París de D’Holbach y Diderot era un hervidero de ideas, desbordante de descubrimientos científicos y posibilidades asombrosas”, relata Blom. En ese contexto, los pensadores que asistían a estos encuentros tan célebres como clandestinos, defendieron con brillantez que había que olvidarse de teorizar sobre la existencia de una inteligencia superior y que era preceptivo aceptar, sin más, que la existencia del homo sapiens carece de sentido trascendente.

La mayor virtud del libro es que consigue introducir fácilmente al lector en las complejidades intelectuales que unieron o separaron a algunas de las mentes más sofisticadas de la historia del pensamiento, y que compartieron esa misma mesa de forma estable, como Diderot, Helvétius y Grimm, o de forma esporádica, como Adam Smith y Cesare Beccaria. Blom tiene éxito, en gran medida, por su generosidad y sencillez a la hora de explicar las vicisitudes personales (una casi generalizada ausencia de figura paterna), las lecturas (Epicuro, Lucrecio, Meslier, Spinoza) y los encuentros de juventud que moldearon la masa gris de los Hume, Rousseau, Diderot, Voltaire y demás.

Por ejemplo, nos explica el ingenio de Voltaire para ganar la lotería, haciéndose más rico de lo que ya era. O el gusto de Rousseau por los azotes, surgido durante las reprimendas de su profesora, que le llevaron en su adolescencia a enseñar su trasero en un callejón a una transeúnte “con la vana esperanza de que entendiera su deseo y le pegara”. O la gran creación de Hume: una especie de filete ruso con que obsequiaba a sus huéspedes, la hamburguesa del siglo XVIII.

Como contexto imprescindible, el libro describe con detalle el proceso de publicación de la Encyclopédie, que le costó cárcel y varios sustos a Diderot, incluida la promesa de no volver a escribir ni uno más de sus “aberrantes” textos ateos si quería que los tomos de su gran obra vieran la luz. El enciclopedista es junto al barón el mayor protagonista de la obra, y se nos narra desde su infancia hasta los conflictos personales que mataron su amistad con un paranoico Rousseau (aislado por culpa de su incontinencia urinaria), o los tejemanejes de Voltaire para que su fama no le hiciera sombra.

La importancia de la Encyclopédie se multiplica no solo al saber los riesgos y penurias que se corrieron al editarla, sino sobre todo cuando se desmenuzan las ideas que pretendían plasmar sus autores. Presentándose como fuente de información irrefutable y objetiva, la Encyclopédie serviría para divulgar ideas peligrosas, empezando por su propio formato:

A diferencia de otros diccionarios, que colocaban entradas por tema y piadosamente daban prioridad a materias como teología, historia eclesiástica y casas de nobleza, esta obra respetaría estrictamente el orden alfabético. De pronto, los temas se mezclarían, las jerarquías sociales (tanto social como conceptualmente) se verían derribadas desde el inicio de la obra. Así volvería a trazarse todo el mapa del conocimiento.

El método como elemento subversivo. No se incluían biografías: la historia no era de los grandes reyes, sino de los pueblos y las ideas. En la entrada Eucaristía hay una remisión a la entrada Canibalismo. En la entrada sobre el Arca de Noé, al autor realiza un cálculo de las toneladas de alimento (47.000 metros cúbicos de heno) y agua (43 millones de litros) que se tuvieron que embarcar para mantener a todas las bestias, o el trabajo sobrehumano que le supondría a Noé y sus dos hijos tirar por la borda las incontables toneladas de estiércol producidas diariamente: gracias a la exposición racional de los hechos, no habría lector que se resistiera a pensar que lo narrado en la Biblia no era más que un cuento.

Blom nos relata la importancia de la ciencia, en el centro de su pensamiento, para definir el pensamiento de sus protagonistas. Como ejemplo, el propio D’Holbach: “En sus días de estudiante, las primeras dudas acerca de la religión aparecieron mientras estudiaba geología. Las muchas capas geológicas, con sus distintas composiciones, no podían explicarse únicamente por el relato bíblico de una Creación y un diluvio”.

Diderot, en El sueño de D’Alembert (1769) expresa su peligrosa fascinación por ideas científicas que todavía hoy rompen los esquemas de algunos: “¿Quién sabe qué especies animales nos han precedido? ¿Quién sabe qué especies sucederán a la nuestra?”. En esa obra, el enciclopedista llega a definir su teoría de los filament que programan la información que define a cada organismo, un brillante antecedente de la idea moderna del ADN.

Así, entre cenas opíparas, lecturas prohibidas, anécdotas mundanas, hallazgos científicos, celos monumentales y dialéctica filosófica, Blom nos introduce con pasión, simpatía y rigor en un tiempo irrepetible en el que un grupo de gente peligrosa trató de cambiar el mundo.



Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea
Autor: Philipp Blom
Editorial Anagrama. Argumentos