Sobre la
muerte en Siria del periodista Gilles Jacquier
El fiasco de los agentes franceses en Homs
El fiasco de los agentes
franceses en Homs
por Boris V.
El periodista
francés Gilles Jacquier resultó muerto el miércoles 11 de enero de 2012 durante
la realización de un reportaje en Homs. Jacquier estaba cubriendo los
acontecimientos en Siria para el programa Envoyé spécial.
Convencido de que en
Siria no había grupos terroristas sino una revolución que estaba siendo
reprimida de forma sangrienta, Gilles Jacquier había rechazado la protección de
los servicios de seguridad [sirios] y no portaba casco ni chaleco blindado.
Jacquier y otros colegas que compartían su opinión habían alquilado 3 minibuses
y estaban en contacto con personas del lugar que podían ayudarlos a darse a
conocer, concertar encuentros y que, además, les servían de traductores.
Todos juntos habían
solicitado reunirse con representantes alauitas antes de visitar los barrios
sublevados de Bab Amr y Bab Sbah. Al llegar al hotel As-Safir [en Homs],
se habían encontrado por casualidad con un capitán que les propuso acompañarlo
junto a su destacamento hasta el barrio alauita de Najha donde les esperaba una
asistente del gobernador de Homs. Con su ayuda, los periodistas lograron
reunirse con varias personalidades e interrogar a los transeúntes. A la 14h45,
la representante del gobernador les pidió que abandonaran el lugar lo más
rápidamente posible ya que el cese del fuego de facto se termina, todos los
días, a las 15 horas. Pero, como los periodistas de la radio-televisión belga
flamenca VRT se habían aventurado más lejos –hasta el barrio de Akrama–,
el grupo no se movió con suficiente rapidez. Miembros de la asociación de
víctimas del terrorismo que habían planeado realizar una manifestación ante un
autobús fletado por el ministerio de Información para unos 40 periodistas
anglosajones, a los que no encontraron, quisieron dejar de todas formas
constancia de su opinión ante varias cámaras coreando consignas de apoyo al
presidente Bachar al-Assad.
A las 15 horas, como diariamente sucede, se reanudó
la batalla de Homs. Un proyectil explotó en la azotea de un inmueble,
destruyendo un tanque de combustible. Otro cayó en una escuela y un tercero
entre los manifestantes que expresaban su respaldo al presidente al-Assad,
matando a 2 de ellos. Los periodistas subieron a una azotea para filmar los
daños. Se produjo entonces un momento de calma. Gilles Jacquier pensó que el
incidente había terminado y bajó con su camarógrafo para filmar los cadáveres
de los manifestantes. Al llegar a la puerta del inmueble resultó muerto, junto
a 6 personas que apoyaban a al-Assad, por una cuarta explosión que lo lanzó
contra una joven, también miembro de su equipo. La joven resultó herida en
ambas piernas.
En medio de la confusión
general, el cadáver de Gilles Jacquier y la joven herida fueron evacuados en
auto hacia hospitales. Este incidente en particular dejó 9 muertos y 25
heridos. La batalla de Homs prosiguió con muchos más incidentes durante toda la
tarde y la noche.
A primera vista, todo
parece muy claro: la muerte de Gilles Jacquier se debió a la casualidad. Se
hallaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Lo más importante es
que su visión personal sobre la naturaleza de los acontecimientos en Siria le
llevó a creer que sólo tenía que temer al comportamiento de las fuerzas
gubernamentales y que, por consiguiente, no se vería en peligro al cubrir una
manifestación que no tuviese carácter antigubernamental. Así que rechazó que lo
acompañara una escolta, no llevaba casco ni chaleco blindado y no respetó el
fatídico horario de fin del cese del fuego. O sea que no supo evaluar la
situación porque fue víctima de la diferencia existente entre la propaganda de
sus propios colegas y la realidad que él mismo negaba.
Resulta difícil entender,
en esas circunstancias, por qué, después de una cortés primera reacción, Francia,
que muy justificadamente ya había exigido una investigación sobre la muerte de
su ciudadano, insinuó súbitamente que Gilles Jacquier fue asesinado por los
sirios y se negó a que se hiciese [en Siria] una autopsia en presencia de sus
expertos [expertos de Francia]. Estas acusaciones fueron expresadas
públicamente por Jacques Duplessy, uno de los periodistas que acompañaba a
Jacquier.
Para la prensa francesa,
los hechos no son tan evidentes como parece y afirma que subsisten dudas sobre
la identidad de los proyectiles mortales. Según la mayoría de los reporteros,
fueron disparos de mortero. El ejército sirio confirma que ese tipo de arma
está siendo utilizado cotidianamente por los terroristas en Homs. Pero, según
algunos testigos, fueron proyectiles disparados con un lanzacohetes portátil, y
la televisión privada siria Ad-Dunia mostró aletas de cohete. Varios foros
debaten con pasión sobre el tema, no sin segundas intenciones. En Francia, los
detractores de al-Assad creen en la tesis del mortero y acusan al ejército de
ser el autor de los disparos. Mientras tanto, los que defienden a al-Assad
creen en la tesis del lanzacohetes y acusan a los terroristas. Se trata, en
definitiva, de un detalle que nada prueba. Es cierto que el ejército sirio
utiliza morteros, pero no son de ese calibre, y los grupos armados utilizan
lanzacohetes, pero nada impide que cada bando utilice otro tipo de armamento.
En todo caso, se fueron
disparos de mortero, los dos primeros permitieron precisar el ángulo de tiro
para que el tercero y el cuarto cayeran entre los manifestantes, que eran el
blanco de la agresión. Pero, si fueron disparos de cohetes, sus autores
tuvieron la oportunidad de apuntar con mucha más precisión para matar a una
persona en particular. Esto último llevaría entonces a la tesis del asesinato.
El análisis de las
imágenes y videos muestra que los cuerpos de las víctimas no están
ensangrentados ni acribillados por impactos de fragmentos, como sucede en la
explosión de un obús de fragmentación. Los cuerpos se ven, por el contrario,
intactos. Según los casos, la sangre brota por la nariz o los oídos, como
sucede en la explosión de un cohete termobárico, cuya onda expansiva comprime
los órganos provocando hemorragias internas. Asimismo, los puntos de impacto en
la acera no muestran huellas de fragmentación.
Hay que destacar que
varios testigos hablan, por su parte, de granadas, lo cual no contribuye a
mejorar la comprensión de los hechos ya que existen granadas con énfasis en la
onda expansiva y granadas de fragmentación. En definitiva, sólo la hipótesis
del arma con énfasis en la onda expansiva (RPG o granada) resulta compatible
con los elementos médico-legales visibles en las fotos y videos. A su llegada
al lugar de los hechos, investigadores sirios y observadores de la Liga Árabe
encontraron dos colas de [obuses de] mortero de 82 milímetros y una cola de
cohete de fabricación israelí.
Por lo tanto, las
autoridades francesas tienen razón en estudiar la posibilidad del asesinato,
aunque su objetivo sea utilizar un drama para justificar sus propósitos
guerreristas contra Siria. Sin embargo, si bien los diplomáticos franceses
tienen orden de buscar la verdad, al parecer también han recibido órdenes de
garantizar que los sirios no logren descubrirla. Así que impidieron que cualquier
francófono se acercara a la fotógrafa Caroline Poiron, la compañera sentimental
del periodista Gilles Jacquier, quien se mantuvo en vela junto al cadáver
durante toda la noche. La joven, quien se encontraba en estado de choque,
estaba fuera de control y hubiese podido hablar de más. Posteriormente
prohibieron que se realizara la autopsia en Siria y se apresuraron a repatriar
el cadáver lo más pronto posible. ¿Cuál es entonces la hipótesis que Francia
quiere verificar por sí misma y sin embargo ocultar al gran público?
Es aquí donde empieza
nuestra inmersión en el mundo de los servicios especiales occidentales que
están realizando en Siria una «guerra de baja intensidad», comparable a
las organizadas en Centroamérica durante los años 1980 o, más recientemente, en
Libia para preparar y justificar la intervención de la OTAN.
Gilles Jacquier era un
reportero que gozaba de la estima de sus colegas y que había recibido
diferentes reconocimientos en el campo profesional (Premio Albert Londres,
Premio de los Corresponsales de Guerra, etc.). Pero su actividad no se limitaba
al periodismo…
En una carta que porta el
membrete de France-Télévisions, fechada el 1º de diciembre de 2011, las
redactoras-jefes de Envoyé spécial –el programa político de más
audiencia a nivel nacional [en Francia]– habían solicitado una visa al
ministerio de información de Siria. Afirmando que querían comprobar la versión
siria de los hechos, según la cual «los soldados del ejército sirio están
siendo víctimas de emboscadas y de grupos armados que asolan el país»,
solicitaron que Jacquier fuese autorizado a seguir la vida cotidiana de los
soldados de la 4ª división blindada, bajo las órdenes del general Maher
al-Assad (hermano del presidente) y de la 18ª división blindada, comandada por
el general Wajih Mahmud. Las autoridades sirias se sorprendieron ante la
arrogancia de los franceses: por un lado dirigen los grupos armados que atacan
a las tropas leales al gobierno sirio, y por el otro pretenden infiltrar entre
esas tropas a un agente de la inteligencia militar para que informe a los
grupos armados sobre los desplazamientos de esas tropas. La solicitud no fue
aceptada.
Gilles Jacquier buscó
entonces otra vía. Recurrió a una religiosa de la iglesia católica griega, que
no tiene pelos en la lengua, estimada y a veces temida por el poder, la Madre
Agnes-Mariam de la Croix, higúmena del monaterio de Saint-Jacques de
l’Intercis. Esta religiosa fue la organizadora del primer viaje de prensa
abierto a los periodistas occidentales desde el comienzo de los incidentes. La
conocida religiosa asedió al ministerio de Información hasta obtener la visa
para Jacquier y su camarógrafo.
Las cosas se aceleraron
el 20 de diciembre. Otros medios de prensa imploraron a la Madre Agnes-Mariam
que obtuviera para ellos el mismo favor. Por su parte, Gilles Jacquier solicitó
otra visa para su compañera sentimental, la fotógrafa Caroline Poiron, y para
la reportera Flore Olive, representantes ambas del semanario Paris-Match.
Sería, en total, un grupo de 15 periodistas de Francia, Bélgica, Holanda y
Suiza. Todo indica que los franceses y el holandés eran en su mayoría, quizás
todos, agentes de la DGSE [Siglas de la Dirección General de la Seguridad
Exterior de Francia. Nota del Traductor.]. El tiempo apremiaba para la realización
de su misión.
Al llegar a este punto de
este trabajo se impone un rápido flash-back.
Los grupos armados de la
OTAN están realizando diversas acciones de sabotaje tendientes a debilitar a
Siria. A pesar de que el centro histórico de la revuelta de la Hermandad
Musulmana es Hama y de que esta sólo cuenta con el apoyo de dos barrios de
Homs, la OTAN ha seleccionado esta última ciudad para concentrar en ella sus
acciones secretas. Homs se halla, en efecto, en el centro del país y constituye
el principal nudo de comunicación y de abastecimiento. Sucesivamente, «revolucionarios»
han cortado el oleoducto y, posteriormente, los ingenieros canadienses que
dirigían la central eléctrica fueron retirados del país a pedido de Estados
Unidos. Finalmente, 5 ingenieros iraníes encargados de restablecer el
funcionamiento de la central eléctrica fueron secuestrados el 20 de diciembre
de 2011.
Los medios de prensa
recibieron un comunicado en el que una misteriosa brigada contra la expansión
chiíta en Siria reclamaba la autoría de ese último acto. La embajada [de Irán]
confirmó posteriormente que estaba negociando con los secuestradores. Estos
debían presentar una «prueba de vida», como una foto fechada que probara
que los secuestrados estaban vivos y sanos. Contrariamente a lo esperado, esa
prueba no fue enviada directamente a la República Islámica sino publicada en Paris-Match
(edición del 5 de enero). Según se dijo, un fotógrafo de Paris-Match había
logrado penetrar clandestinamente en Siria, donde había tomado la foto. Es
posible que los lectores franceses se hayan cuestionado la humanidad de ese
reportero, que fotografió a los rehenes sin tratar de ayudarlos. En todo caso,
el mensaje estaba claro: los ingenieros están vivos y los secuestradores están
bajo control de los servicios franceses. No ha habido reacciones oficiales de
ninguna de las partes, lo cual indica que siguen negociando.
A su llegada a Damasco,
las autoridades alojaron a los enviados de los medios franceses y holandeses en
hoteles diferentes, pero Jacquier los agrupó a todos inmediatamente en el Fardos
Tower Hotel. Quien maneja ese hotel no es otra que Rulla Rikbi, la hermana
de Bassma Kodmani, la portavoz del Consejo Nacional, con sede en París. El
hotel sirve de base a los servicios secretos franceses.
En resumen, un agente de
la inteligencia militar, cuya compañera sentimental es una fotógrafa que a su
vez tiene un colega que estuvo en contacto con los rehenes [iraníes], formó un
grupo de «periodistas» a cargo de una misión vinculada a dichos rehenes,
probablemente su entrega a los iraníes por parte de los franceses. Después de
deshacerse de los servicios de seguridad, todos se fueron a Homs pero el jefe
de la misión resultó muerto antes de lograr establecer el contacto previsto de
antemano.
Resulta comprensible que,
en esas condiciones, el embajador de Francia se haya puesto nervioso. Y está en
su derecho de pensar que es posible que Gilles Jacquier haya sido asesinado por
miembros de los grupos armados, inquietos por la interrupción de la alianza
militar entre Francia y Turquía y muy deseosos de provocar una intervención
militar de la OTAN. Hostiles a la negociación en desarrollo, es posible que
estos elementos hayan decidido hacerla fracasar.
El embajador de Francia,
sin tiempo para reconstruir los hechos, hizo entonces todo lo posible por
impedir que los sirios pudiesen hacerlo ellos. Contrariamente a lo previsto en
las normas internacionales, se negó a que la autopsia se hiciese en Siria y en
presencia de expertos franceses. Los sirios aceptaron no actuar conforme a las
reglas pero pusieron como condición realizar previamente una radiografía del
cuerpo. En realidad aprovecharon para fotografiar el cadáver desde todos los
ángulos posibles. Según nuestras informaciones, el cuerpo presenta huellas de
fragmentos de metralla en el pecho y cortes en la frente.
Posteriormente, el
embajador metió en sus autos blindados a los «periodistas» franceses, al
holandés y el cuerpo del difunto. Y se fue con ellos, acompañado de una fuerte
escolta, dejando plantada a la estupefacta Madre Agnes-Mariam de la Croix y a
un periodista de la Agence France-Presse [AFP]. El apresurado diplomático se
llevó así a sus agentes y abandonó a los civiles. El convoy pasó por el hotel As-Safir
de Homs para recoger los efectos personales de todos, siguió camino hasta
la embajada [francesa] en Damasco y llegó en un santiamén al aeropuerto, donde
un avión especial fletado por el ministerio de Defensa de Francia evacuó a los
agentes hacia el aeropuerto parisino de Le Bourget. Los espías ya ni siquiera
fingían estar haciendo reportajes en Siria, olvidaban que sus visas habían sido
prorrogadas, y simplemente huían antes de que los sirios descubriesen la
realidad de la frustrada operación. A su llegada a París, el cuerpo fue
trasladado de inmediato al instituto de medicina legal, donde se le realizó la
autopsia sin esperar la llegada de los expertos enviados por Siria. En violación
de los procedimientos penales, el gobierno francés invalidó el informe
resultado de la autopsia, que tarde o temprano será rechazado por la justicia,
y eliminó toda posibilidad de determinar la verdad.
Para impedir que los
periodistas (los de verdad) metan las narices en el asunto, los periodistas
(los de mentira) que acompañaban a Jacquier han hecho en Francia múltiples
declaraciones contradictorias, mintiendo descaradamente para crear confusión y
ocultar lo evidente. Es así que, a pesar de que resultaron muertas 8 personas
que manifestaban a favor de al-Assad, Jacques Duplessis denuncia «una trampa
de las autoridades sirias» para eliminarlo a él y a sus colegas. Una
verificación arrojó que el señor Duplessis trabajó durante muchísimo tiempo
para una ONG muy conocida como pantalla… de la DGSE.
Para los iraníes y los
sirios, la muerte de Jacquier constituye una catástrofe. Al permitir los
movimientos del grupo de espías franceses y vigilarlos discretamente, esperaban
descubrir a los secuestradores, liberar a los rehenes y arrestar a los
criminales.
Hace un año que los
servicios secretos militares de Francia están al servicio del imperialismo
estadounidense. Organizaron una guerra civil en Costa de Marfil. Después
manipularon el separatismo de la región libia de Cirenaica para disfrazarlo de
revolución contra Kadhafi y apoderarse de Libia. Ahora entrenan y dirigen a
delincuentes reclutados en Qatar y Arabia Saudita para sembrar el terror,
acusar al gobierno sirio y amenazar con venir a derrocarlo. No es nada seguro
que al pueblo francés se sienta orgulloso de enterarse que Nicolas Sarkozy ha
rebajado a su país a la categoría de vulgar secuestrador de rehenes. Y no habrá
de qué sorprenderse si un Estado que practica el terrorismo en otras tierras
tiene que enfrentarlo algún día en su propio suelo.
Fuente
New Orient News (Líbano)
New Orient News (Líbano)