Hasta hace bien corto tiempo atrás era todo optimismo en Europa.
Los
ricos se hacían aún mas ricos,"los del medio" recibían beneficios
materiales que
les hacía sentirse conformes y tranquilos con el porvenir y con la
buena administración fuera de derecha o de izquierda poco importaba. La
cosa iba viento en popa.Y hasta los trabajadores, si
bien estaban siempre amenazados por el paro, recibían algunas
migajas mayores que en el pasado y pensaban con optimismo en su casa
propia, adecuados estudios para los hijos, vacaciones y hasta
viajes, y podían dormir tranquilos pensando en que un día podrían
descansar y gozar de la merecida jubilación para la cual habían
contribuído durante tantos decenios.
Lejos
estaban los días del temible "fantasma que recorre Europa", aquel
espectro
agitado por el viejito barbudo conocido como Carlos Marx y todos sus
seguidores. De aquel fantasma que como decía la propaganda de la
derecha, nos iba a sacar las casas, los hijos no iban a poder
estudiar sino que deberían trabajar para el estado, no nos iban a
dar ninguna jubilación y el asalariado iba a morirse en el puesto de
trabajo, los objetos de primera necesidad no se podrían
adquirir, el salario no sería suficiente ni para ello y ni para
solventar médicos, medicinas, y lo mas elemental. En pocas palabras el
fantasma que recorría Europa causaría estragos y nos
mandaría al desempleo, al hambre, y a la falta de techo. A dios
gracias (y gracias al imperio también, que una vez más se "sacrificó"
para "salvar Europa") se pudo acabar con el peligro comunista
en Europa, y aún cuando quedase en pie esa isla tan empecinada
llamada Cuba pretendiendo mostrar una alternativa al avasallador
capitalismo montado en los jinetes del neoliberalismo, en general
la gente estaba tranquila y conforme.
De
vez en cuando se cambiaba algún gobierno (como se cambia de camisa
cuando esta se ha
ensuciado) y con la nueva camisa limpia y resplandeciente fuera de
marca conservadora, liberal o socialdemócrata (cosa que no importaba
demasiado ya que todas esas camisas venían de la misma
fábrica, eran solo modelos diferentes de una misma línea de
productos) se seguía marchando hacia el futuro con pasos decididos, con
nuevas hipotecas, abultados préstamos bancarios y si alcanzaba,
adquirir algunas acciones o fondos para así asegurarse doblemente en
caso de necesidad, por aquello de los gastos imprevistos. Era el reino
eterno del "capitalismo de rostro humano", del
"capitalismo decente" como algún presidente de las lejanas tierras
del Río de la Plata está edificando para dictar cátedra a todo el mundo
de qué "si, podemos ! ". Algo idílico, un paraíso
terrenal solo a veces sacudido por algunas guerras en tierras
lejanas y revueltas que siempre se ganaban sin mayores problemas.
Muertos más muertos menos. Igualito que en las películas del lejano
oeste. Europa estaba conforme con su rol tranquilo de segundón del
"sheriff" mundial y en principio todo estaba en orden.
Pero - héte aquí - que el molestosísimo viejito barbudo seguía agitando su fantasma. La gente no le daba importancia, "cosas de viejos" se acostumbra a decir. Cuando se le encontró el primer tumor maligno al neoliberalismo, allá en el Wall Street, por el 2007-2008, todo se atribuyó a malas administraciones y piratas qué nunca faltan para molestar a la gente decente y de trabajo qué se sacrifica para hacer realidad el qué todos nos haríamos ricos, tal cual los piratas acreditaban cuando vendían sus papeles, qué después se llamaron papeles basura, pero qué entonces eran el billete de entrada al paraíso terrenal. Fué en esa época que apareció un inesperado sector de "nuevos ricos", los editores, que ni cortos ni perezosos sacaron de sus estantes "El Capital" de Carlos Marx ("Das Kapital" en el original) y reimprimieron y vendieron millares de ejemplares de esta monumental obra del viejito del fantasma. Entre los primeros clientes estaban todos los hasta ayer sacerdotes del reino eterno del capital, corrieron a las librerías los analistas de la Bolsa, los vendedores de papeles basura, los economistas que habían estudiado las más modernas teorías de Milton Friedman y los "chicago boys" pero que no habían tenido tiempo para el estudio de "los dinosaurios", como el viejito barbudo, por ejemplo, y muchos ministros de economía y finanzas enviaron a algún testaferro de confianza a qué les comprara un ejemplar antes de qué se agotara.
Más, el resto, en su mayoría, siguió adelante con sus planes personales, dejando "a los qué entienden de esas cosas" encargarse de capear la tormenta que venía cruzando el Atlántico. A lo sumo se votó por nuevos gobiernos que invariablemente prometían más plata en la mano, qué todas las prestaciones y servicios iban a funcionar como nunca antes, e incluso qué aquel qué estuviese desconforme con lo público y estatal podría -gracias a tener más contante y sonante luego de las prometidas rebajas de impuestos-, ir a los privados que poco a poco irían substituyendo el obsoleto servicio estatal. Desde luego que se fueron produciendo grandes emigraciones de votantes, hacia las playas de la derecha o hacia las de la sociademocracia, según fuera la oferta de rebajas impositivas y demás paraísos prometidos por unos y otros.
El "tsunami" de la crisis arrasó con todo. Países enteros, economías hasta ayer proclamadas blindadas, y la economía de la mayoría del pueblo. Salvo el 1% del quá hablan los ocupantes del Wall Street, el resto sintió en duro golpe de la crisis. No es necesario abundar en los efectos, están más qué detallados, país a país, sector a sector, hasta provincia a provincia. Se hunden las economías, los estados y países se colocan al borde de la quiebra o están en quiebra técnica sostenidos con respiración artificial. Las cifras son demoledoras. Los volúmenes de deudas y de "necesidad de préstamos" son -de tan astronómicos- casi increíbles. Durante un tiempo "la gente común" no los entendió. Lo hizo cuando llegaron los desalojos y los echaron a la calle perdiendo vivienda y lo ya pagado por ella. Lo hizo cuando los echaron de los trabajos. Lo hizo cuando cayó sobre sus cabezas una lluvia ácida de prestaciones sociales y estatales que se quitaban a nombre de la "guerra a la crisis" (como ayer -y hoy todavía-ha sido y és la costosísima "guerra al terrorismo") y qué -de hecho- la dejaron desvalijada, en la calle y en medio de una brutal desesperación, muy similar a las vividas en el cono sur a cuenta de los mismos piratas y del Capitán, el FMI.
Se votó - entonces - gobiernos de derecha para sustituir a los inservibles socialdemócratas, o a la inversa, pero la masacre de la crisis no reconoce banderas gubernamentales, habida cuenta de qué todos han hecho y hacen lo mismo, és y ha sido una partida entre gente del mismo equipo. Es el equipo del neoliberalismo que pone a uno o a otro jugador en la cancha para hacer creer al público que, "ahora sí". Se proclaman "gobiernos de coalición, de salvación nacional" que acuerdan en parlamentos sitiados por el pueblo, seguir apretando la tuerca hasta sacarle la última gota de sudor al pueblo trabajador. Ya lo había indicado el viejito barbudo, que todos los gobiernos, reyes y presidentes, todos se habían unido en una Santa Cruzada contra el fantasma que recorría Europa. La crisis del sistema capitalista es de fondo,y no es ningún fantasma, está ahí en cada hogar trabajador en Europa mostrando sus fauces sangrientas, necesita más y más "sangre, sudor y lágrimas" como prometió Churchill, aquél conservador inglés ante la Segunda Guerra, y seguirá tras ellas hasta qué: o aplaste por un largo período las esperanzas de los trabajadores por un mundo mejor, o se le corten las garras y la cabeza si aquello fuera posible. En otras palabras estamos una vez más ante el histórico dilema planteado por la visionaria Rosa Luxemburgo:
Pero - héte aquí - que el molestosísimo viejito barbudo seguía agitando su fantasma. La gente no le daba importancia, "cosas de viejos" se acostumbra a decir. Cuando se le encontró el primer tumor maligno al neoliberalismo, allá en el Wall Street, por el 2007-2008, todo se atribuyó a malas administraciones y piratas qué nunca faltan para molestar a la gente decente y de trabajo qué se sacrifica para hacer realidad el qué todos nos haríamos ricos, tal cual los piratas acreditaban cuando vendían sus papeles, qué después se llamaron papeles basura, pero qué entonces eran el billete de entrada al paraíso terrenal. Fué en esa época que apareció un inesperado sector de "nuevos ricos", los editores, que ni cortos ni perezosos sacaron de sus estantes "El Capital" de Carlos Marx ("Das Kapital" en el original) y reimprimieron y vendieron millares de ejemplares de esta monumental obra del viejito del fantasma. Entre los primeros clientes estaban todos los hasta ayer sacerdotes del reino eterno del capital, corrieron a las librerías los analistas de la Bolsa, los vendedores de papeles basura, los economistas que habían estudiado las más modernas teorías de Milton Friedman y los "chicago boys" pero que no habían tenido tiempo para el estudio de "los dinosaurios", como el viejito barbudo, por ejemplo, y muchos ministros de economía y finanzas enviaron a algún testaferro de confianza a qué les comprara un ejemplar antes de qué se agotara.
Más, el resto, en su mayoría, siguió adelante con sus planes personales, dejando "a los qué entienden de esas cosas" encargarse de capear la tormenta que venía cruzando el Atlántico. A lo sumo se votó por nuevos gobiernos que invariablemente prometían más plata en la mano, qué todas las prestaciones y servicios iban a funcionar como nunca antes, e incluso qué aquel qué estuviese desconforme con lo público y estatal podría -gracias a tener más contante y sonante luego de las prometidas rebajas de impuestos-, ir a los privados que poco a poco irían substituyendo el obsoleto servicio estatal. Desde luego que se fueron produciendo grandes emigraciones de votantes, hacia las playas de la derecha o hacia las de la sociademocracia, según fuera la oferta de rebajas impositivas y demás paraísos prometidos por unos y otros.
El "tsunami" de la crisis arrasó con todo. Países enteros, economías hasta ayer proclamadas blindadas, y la economía de la mayoría del pueblo. Salvo el 1% del quá hablan los ocupantes del Wall Street, el resto sintió en duro golpe de la crisis. No es necesario abundar en los efectos, están más qué detallados, país a país, sector a sector, hasta provincia a provincia. Se hunden las economías, los estados y países se colocan al borde de la quiebra o están en quiebra técnica sostenidos con respiración artificial. Las cifras son demoledoras. Los volúmenes de deudas y de "necesidad de préstamos" son -de tan astronómicos- casi increíbles. Durante un tiempo "la gente común" no los entendió. Lo hizo cuando llegaron los desalojos y los echaron a la calle perdiendo vivienda y lo ya pagado por ella. Lo hizo cuando los echaron de los trabajos. Lo hizo cuando cayó sobre sus cabezas una lluvia ácida de prestaciones sociales y estatales que se quitaban a nombre de la "guerra a la crisis" (como ayer -y hoy todavía-ha sido y és la costosísima "guerra al terrorismo") y qué -de hecho- la dejaron desvalijada, en la calle y en medio de una brutal desesperación, muy similar a las vividas en el cono sur a cuenta de los mismos piratas y del Capitán, el FMI.
Se votó - entonces - gobiernos de derecha para sustituir a los inservibles socialdemócratas, o a la inversa, pero la masacre de la crisis no reconoce banderas gubernamentales, habida cuenta de qué todos han hecho y hacen lo mismo, és y ha sido una partida entre gente del mismo equipo. Es el equipo del neoliberalismo que pone a uno o a otro jugador en la cancha para hacer creer al público que, "ahora sí". Se proclaman "gobiernos de coalición, de salvación nacional" que acuerdan en parlamentos sitiados por el pueblo, seguir apretando la tuerca hasta sacarle la última gota de sudor al pueblo trabajador. Ya lo había indicado el viejito barbudo, que todos los gobiernos, reyes y presidentes, todos se habían unido en una Santa Cruzada contra el fantasma que recorría Europa. La crisis del sistema capitalista es de fondo,y no es ningún fantasma, está ahí en cada hogar trabajador en Europa mostrando sus fauces sangrientas, necesita más y más "sangre, sudor y lágrimas" como prometió Churchill, aquél conservador inglés ante la Segunda Guerra, y seguirá tras ellas hasta qué: o aplaste por un largo período las esperanzas de los trabajadores por un mundo mejor, o se le corten las garras y la cabeza si aquello fuera posible. En otras palabras estamos una vez más ante el histórico dilema planteado por la visionaria Rosa Luxemburgo:
"SOCIALISMO O BARBARIE".
Barbarie
sí, porque ésta situación está recién empezando. Para el capital, para
sus
estados mayores civiles y militares, para las clases propietarias
esta es una lucha a muerte. Ellos han generado la crisis, DE SU SISTEMA,
y pretenden - todavía- que los "inquilinos" de su
sistema, es decir los que habitan en sus imponentes edificios
estatales o supranacionales como la Unión Europea, qué sean los
"inquilinos" los qué paguen TODAS las consecuencias de SU CRISIS.
Ellos se enriquecieron, saquearon todo lo saqueable, empresas,
bancos, aseguradoras, estados, comunas, etc, han vaciado las arcas y
ahora gritan: "al ladrón ! " mirando acusadoramente a los
jubilados griegos o a los desocupados de otros países. La lucha es a
muerte porque no solamente qué no piensan devolver un sólo peso, sino
qué piensan seguir saqueando en medio de la confusión
qué ellos mismos han creado. Véase qué los bancos dicen haber hecho
malos negocios y por éso és OBLIGACIÓN ESTATAL el "salvarlos". Cosa que
no pasa con Juan Anónimo que hace algún mal negocio y
no puede pagar sus créditos. Juan Anónimo termina escupido, en la
calle y sin techo. Encima se publican sus datos en toda la prensa
mundial: "los griegos derrocharon", es decir todos los Juanes
Anònimos de Grecia y de los otros países terminan como chivo
expiatorio de este asunto. Debido a ello hay que hacer aún mayores
recortes sociales, echar a la calle a decenas de miles de
trabajadores, para "salvar a los bancos" según ellos simpáticos y
bonachones abuelitos que no sabían decir que no a los derrochadores
trabajadores. Los bancos robaron y vaciaron las arcas, robo
uno, robo dos, les dan para "salvarlos", y robo tres, "no alcanza".
Esta estigmatización contra el pueblo trabajador europeo ha sido tan
bien instrumentada que hasta gente muy formada y con
grandes responsabilidades gubernamentales como el Presidente Mujica
de Uruguay expresó que el problema europeo se debe a que "ustedes los
europeos han tirado manteca al techo" (modismo para decir
que han derrochado, TODOS los europeos, es decir "la raza" europea,
ya que parece que ni han habido, ni hay, ricos y pobres, propietarios y
desvalidos, o deudores).
El
viejito barbudo ya había sostenido desde la mitad del 1800 que el
sistema
capitalista, basado en la expropiación del valor remanente del
trabajo social y el destinar el mismo a intereses privados generaría, de
manera inevitable, crisis tras crisis y guerra tras guerra,
producto de la cacería de personas o grupos de personas qué siempre
querían más, ya qué ésta és la quintaesencia del sistema capitalista. En
medio de la cacería no se reconocen banderas ni
patrias, solo el interés del grupo o el personal. A lo sumo -
dependiendo del obstáculo a vencer- se generan bandas mafiosas cuyo fin
es la repartija del botín (véase Iraq y Libia por ejemplo).
Pero cuando como ahora, se siente un olor putrefacto qué partiendo
del Wall Street se va expandiendo por todos los confines del dominio
capitalista, se convocan a acciones unificadas. Contra los
supuestos "terroristas del derroche", o sea el pueblo trabajador y
el llamado "estado de bienestar". Es entonces cuando - tal cual lo
anunciara el viejito barbudo - se genera lo qué el llamó la
Santa Cruzada de todos los gobiernos y grupos de poder del sistema,
para combatir al fantasma. Los trabajadores europeos han estado como el
tomate de aquella vieja canción de combate "que culpa
tiene el tomate, que está tranquilo en la mata...".Igual quedan los
trabajadores como los responsables de la crisis que los mismos
capitalistas han creado. Y para que las cosas no "sigan así"
gritan histéricos todos los Rajoy del continente, para que no siga
así: mano dura, hacha y tijera para los recortes, gases para las
protestas y balas, ley antiterrorista y cárcel para los que
pongan obstáculos. Algo muy parecido al apaleo nazi en los
transportes a los campos de concentración.
Los
estados mayores del sistema capitalista comprenden qué estas brutales
medidas, este
robo a mano armada al pueblo trabajador, quitándole techo, trabajo,
ahorros, pensiones, salud y educación para sus hijos implica riesgos de
las llamadas "explosiones sociales". Como consideran
qué él actual es él ÚNICO CAMINO (la han demostrado palmariamente
con Grecia) no harán concesiones. Es un programa para ser aplicado a
rajatabla y el gobierno al qué le tiemble la mano a la hora
de proceder a la ejecución sabrá qué va a quedar afuera de la banda
mafiosa, será un paria al qué nadie querrá ayudar y qué se arreglen
solos con sus propios ciudadanos. La tan mentada democracia
representativa europea hace agua por los cuatro costados. El pelotón
de ejecución está comandado por el FMI y el BCE, respaldados por el BM y
la UE en su conjunto, pero lo qué se dice el propio
pelotón de ejecución está compuesto por gente no electa por el
pueblo, conformando una patota mercenaria cuyo fin es "quebrar la
voluntad de resistencia del enemigo" de acuerdo a los principios
de la guerra de Clausewit. El "enemigo" son los trabajadores y los
pueblos y su resistencia és el único obstáculo qué encuentra la mafia
internacional para culminar su
saqueo.
Pero
el viejito barbudo no hablaba sólo de males, peligros y tragedias. Se
expresaba
con claridad analizando el sistema capitalista qué según él creaba a
sus mismos sepultureros: el proletariado. Entonces. El proletario era
el trabajador industrial cuyos únicos bienes eran su
propia "prole" (hijos e hijas) qué ellos generaban para qué el
sistema capitalista pudiera seguir abasteciéndose de mano de obra. Según
era la situación europea en aquellas épocas los proletarios
no tenían más que sus cadenas para perder. Por eso los convocaba a
la lucha para liberarse de ellas y de sus opresores. Eran el famoso
fantasma. Ya qué esta lucha de liberación comprendía -
también- la puesta en pie de una sociedad alternativa basada en el
interés de los más, eliminar la explotación del hombre por el hombre y
poner a disposición social el producto del trabajo
social. Se podrá decir que hoy en día en Europa "la cosa no es tan
así" respecto a proletarios y cadenas a romper. Más aún, hoy en día hay
millones y millones de europeos (algo así como 20
millones que va creciendo a cada semana que pasa) sin trabajo, miles
de fábricas y centros productivos han desaparecido. Hoy existen
millares de "proletarios" desocupados, en algunos casos con
ayudas estatales qué en éste momento se ven gravemente amenazadas, y
hay millones también de trabajadores por cuenta propia qué son un
subproducto de la masacre capitalista y qué están
esclavizados el día entero persiguiendo algún trabajo, carentes de
derechos y seguridades, ya qué todo esto "corre por cuenta propia". Esos
son también parte de los "proletarios" siglo XXI. Como
se les denomine, la crisis y los mal llamados "recortes" -aforismo
para no decir expropiación violenta, a mano armada, de todo lo que
habían conseguido antes-, golpearán con fuerza a todos los
trabajadores, con empleo, sin empleo, por cuenta propia, "capas
medias" qué están engrosando las filas de los sin trabajo y de los sin
techo, golpeará a los jubilados y pensionistas, a la
juventud en primer lugar y a los estudiantes todos (la brutal
represión del gobierno de Rajoy en Valencia, ya da un indicio) y llegará
a golpear a los trabajadores del campo y aún a los
productores medios, así como a los comerciantes del menudeo. En
otras palabras: solo se salvará la mafia del 1% y sus mercenarios sean
policiales, militares o políticos y funcionarios de alto
cargo.
Si
el "fantasma" -"proletario", o de los qué la sufren ahora y van a
sufrir-, los
sufrientes digamos, más los indignados y todos aquellos qué se den
cuenta de la gravedad de la hora, comprende con claridad qué el capital
va por sus bolsillos y si es necesario también por su
cabeza, si el "fantasma" resistente se despierta a tiempo, quizás
logre frenar, quebrar o aún revertir la ofensiva mafiosa. Si no lo hace,
si no toma las calles, si no hace manifestaciones y
huelgas, si no ocupa todo lo ocupable, el 1% acabará de forma
violenta, compulsivamente, con lo qué le ha costado al pueblo trabajador
más de un siglo de luchas. Perderá derechos elementales y se
generará una degradación económica y social para millones. Dicho de
otra forma: según como se están viendo los planes mafiosos, si no hay
RESISTENCIA presenciaremos una TREMENDA DERROTA
POPULAR.
Para
cuando el pueblo adquiriera suficiente conciencia de la necesidad de
luchar y para
cuando se dotara de instrumentos de combate el viejito barbudo les
hizo una propuesta: "La liberación de los trabajadores será obra de los
trabajadores mismos", advirtiéndoles sobre las falsas
promesas de todo tipo de traficantes políticos de ayer y de hoy
también. Los primeros focos resistentes se comienzan a manifestar como
se podrá apreciar en las informaciones a continuación,
así como con el ejemplo del pueblo griego.
El fantasma sigue recorriendo Europa....
Colectivo del Blog Noticias Uruguayas