EL PUEBLO CONTRA EL PARLAMENTO
Por
Javier Coria Fotos: Francesc Sans
Xavier
Casals es doctor en historia, además de docente en diversas universidades
catalanas, realiza una extensa labor de divulgación histórica y como
politólogo. Autor de libros como Neonazis
en España; La tentación neofascista
en España; Franco y los Borbones
o El oasis catalán: ¿Espejismo o
realidad?, entre otros. Su último ensayo lleva por título El pueblo contra el parlamento: El nuevo
populismo en España, 1989-2013. Hablamos con su autor sobre este libro.
El título de su libro se
refiere al divorcio existente entre los representados y sus representantes,
pero en las elecciones la alternancia del bipartidismo, aún con pérdida de
votos, sigue fuerte. ¿El ciudadano es uno cuando vota y otro cuando protesta?
Es
una pregunta compleja. Yo creo que hay un ciudadano que ha ido cambiando muy
rápidamente en los últimos años. Recordemos, por ejemplo, que el PSOE ha ido
bajando 10 puntos en cada consulta electoral, y ahora, en las últimas encuestas
y sondeos, se sitúa que el PP y el PSOE estarían sobre un 42 por ciento de
intención de voto. Antes había un voto cambiante, pero ahora hay un voto cada
vez menos fidelizado. Esto se vincula a dos hechos, por una parte a que la
actividad política cada vez discurre menos por los cauces institucionales, y
por otra parte a que cada vez crece más el interés por las ofertas alternativas
que, como intento explicar en mi libro, son de carácter populista. Me refiero a
partidos que tienen un discurso antielitista, que consideran a la clase
política tradicional como una casta alejada de la ciudadanía, casta que además
es reacia a cambios políticos que podrían favorecer una mayor participación,
representación proporcional, cambiar el Senado, más transparencia en cuanto a
la financiación de los partidos, crear diputados del territorio…, todas
aquellas medidas que acercarían al representante con el representado. Los
partidos tradicionales tienen unas finanzas opacas y unas conexiones limitadas
con la ciudadanía.
¿Por qué dice que Cataluña es
el laboratorio del populismo?
Es
el laboratorio político de España porque aquí se advierten todas las tendencias
que en distinto grado salen en Europa, desde la islamofobia, hasta los
conflictos lingüísticos, como los de Bélgica, con el asunto entre flamencos y
valones, hasta los indignados, pasando por la irrupción de nuevos partidos. Las
dinámicas políticas de Cataluña, haciendo un juego de palabras, son centrípetas
y centrífugas.
¿En qué sentido?
Por
una parte, porque el sistema de partidos en Cataluña cada vez está más alejado
y es distinto del español. De hecho, salvo el PP, el resto de partidos son
autónomos de la política estatal. Pero por otra parte, sus dinámicas tienden a
exportarse. Por ejemplo, cuando se hizo el nuevo Estatuto catalán acabaron
generalizándose los nuevos estatutos, muchos de ellos adoptaron artículos del
“Estatut” que fueron impugnados por el PP en Cataluña y sin embargo se
mantuvieron en otros estatutos. Con los nuevos partidos está ocurriendo lo
mismo, el fenómeno que aquí se ha dado se ha empezado a exportar. UPyD es una
réplica de Ciutadans, y a la vez, hay otros tipos de partidos que se han creado
aquí y se están formando en España. Son organizaciones antielitistas, son
partidos que no pretenden ser partidos, sino expresiones de la sociedad civil.
De ahí que utilicen denominaciones transversales, como pueden ser “ciudadanos”;
“plataforma”, o también pueden ser valores, “unidad popular”; “solidaridad”, y
esto lo podemos ver en el resto de España. Son términos inclusivos,
transversales y, por ejemplo, tenemos unos partidos de izquierda que tienen una
naturaleza asamblearia, como pueden ser la CUP, pero también lo encontramos en
Bildu, recordemos que bildu en vasco
quiere decir “unir”, lo tenemos en la Alternativa Galega de Esquerda, o
recordemos que Manuel Sánchez Gordillo, entre otras organizaciones, es portavoz
del Bloque Andaluz de Izquierdas (CUT-BAI) que también es una formación
asamblearia y nacionalista.
Son
unos partidos que acostumbran a tener dos banderas, una es la protesta contra
el establishment político, y generalmente
económico, y la otra bandera es la de la identidad, que puede ser española,
nacionalista periférica, regionalista o de defensa de los autóctonos contra los
foráneos. Estos partidos ya se están dando en el resto de España, además de los
citados tenemos Compromís, en Valencia, Foro Asturias Ciudadano… Pueden ser
organizaciones asamblearias y horizontales o con unos liderazgos marcados.
Tenemos el caso de Josep Anglada y Plataforma per Catalunya (PxC) o el caso de
Francisco Álvarez Cascos, en el que las siglas de su nombre coinciden con las
de su partido, Foro Asturias Ciudadano.
¿El populismo es peyorativo?
El
populismo es una manera de canalizar demandas sociales que los partidos
tradicionales no recogen. El populismo puede ser positivo en la medida que haga
que la democracia sea más transparente y más participativa. Por ejemplo, la CUP
y Ciutadans, en las últimas elecciones al Parlament, fueron los únicos que
explicaron cómo se financiaban. Y el populismo puede ser negativo cuando
contribuye a desmontar las estructuras democráticas sin crear otras
alternativas. Pero, además, el populismo no crea la crisis del sistema, es la
crisis del sistema la que crea desencanto en el ciudadano, y éste busca refugio
en opciones populistas. El populismo, con su presión, puede representar una
oxigenación de la política, pero también puede llevar a caminos insospechados.
Hay expertos que consideran el populismo positivo, y otros que lo consideran
una expresión demagógica, antipolítica y maximalista, yo más que opinar,
analizó lo que está ocurriendo.
¿El populismo tiene ideología?
El
populismo puede ser de izquierdas o de derechas, nacionalista español o
periférico… En las elecciones presidenciales de Francia tenemos el caso de
Mélenchon (Frente de Izquierdas), que es un populismo de izquierdas. Editaron
un opúsculo programático cuyo título era muy gráfico: “¡Que se vayan todos!”.
De todos modos la política tiende a girar hacia valores ampliamente compartidos
y menos a ideologías, a las etiquetas clásicas del yo soy socialdemócrata, soy…
se tiende a partidos transversales que defienden valores.
¿El populismo tiene programa?
El
populismo tiene demandas, un discurso antielitista y la defensa de ciertos
valores que tienden a simplificar la política. Hay un anhelo de refundar la
democracia, pero desde distintos puntos de vista. Puede ser una democracia que
apunte a la vertebración de un Estado español más fuerte, puede ser una demanda
en sentido contrario, puede ser una democracia excluyente en la medida que
exija preferencias para los autóctonos. En algunos casos se apela por un
proceso constituyente, ahí tenemos el “Manifiesto por la convocatoria de un
proceso constituyente”, que promueven en Cataluña la monja Teresa Forcades y
Arcadi Oliveres, que es empezar desde cero un nuevo sistema. La crisis que no
cesa, y los casos de corrupción como el de Bárcenas y el del Palau, yo creo que
nos sitúan antes las puertas de una tercera oleada populista que veremos en los
próximos comicios, sobre todo locales y generales.
¿Cómo será el mapa político del
futuro?
El
mapa político está en recomposición. Las nuevas formaciones que se crean dan un
salto muy rápido a la arena política. Por ejemplo, Ciutadans cuajó a partir de
un manifiesto, Solidaritat Catalana per la Independència lo hizo a partir de
una declaración y de un liderazgo de Joan Laporta, que era muy vistoso
mediáticamente. Pueden cuajar nuevas opciones en tiempo muy breve, pueden
aparecer liderazgos totalmente inesperados, por ejemplo, yo no sé qué impacto
podría tener un salto a la política de Ada Colau. Por otra parte, nos estamos
dirigiendo a un horizonte multipartidista en España, que se va a complicar
porque se van a dibujar varios ejes. Antes teníamos el eje nacionalismo
español, nacionalismo periférico, el eje derecha e izquierda, y ahora vamos a
tener un eje que será el de los partidarios de las medidas de austeridad, y el
eje de los nuevos y viejos partidos. La crítica a las medidas de austeridad
siempre se asocia a la izquierda, pero recordemos que el discurso que hizo el
exministro Aznar era un discurso dirigido a las clases medias, y en contra de
la presión fiscal, por lo tanto se está dibujando un espacio para que aparezca
una opción de derechas, que puede ser una opción antiausteridad. El mapa
político puede complicarse de un modo inesperado en el próximo ciclo político.
¿Los conflictos nacionales no
resueltos son a lo qué usted llama la italianización territorial?
Sí.
En el libro yo distingo dos oleadas populistas, una es entre 1989 y el año
2000, que fueron sobre todo controvertidos emprendedores, como Ruiz Mateos,
Mario Conde o Jesús Gil, que supusieron una “berlusconización” política, o una
italianización, en la medida que eran emprendedores que habían tenido éxito en
la sociedad civil y quisieron saltar a la política. Ahora en esta segunda
oleada, que yo sitúo en el 2003, con la irrupción en Cataluña de la CUP y la
PxC, encontramos la italianización territorial. En Italia recordemos que
apareció la Liga Norte, cuyas banderas eran la protesta contra Roma ladrona,
contra el sur asistido, y creó un secesionismo virtual. Yo creo, sin comparar
el discurso nacionalista o independentista catalán con el de la Liga, que esa
italianización en España se plasma en que hay un norte descontento con el
centro y con la política que se lleva en las comunidades autónomas
meridionales, que a su vez, como demuestra la actuación política de José Monago
(Presidente de la Junta de Extremadura), está creándose una protesta que viene
del sur.
¿Baltasar Garzón sería para
usted la versión española del fenómeno del “redentor justiciero” populista que
se dio en Italia con el salto a la política de algunos jueces?
En
la primera oleada populista que antes he comentado, tenía un componente
político con los empresarios que he citado, y un componente judicial que eran
las semejanzas que podían establecerse entre Garzón y el juez Di Pietro, de
hecho Garzón entró y salió de la política, y en los últimos meses se ha vuelto
a especular sobre su eventual entrada en política. En todo caso, personificó
unas ansias de justicia que había en sectores amplios en contra de lo que
serían las élites.
¿La democracia digital es
posible?
Las
redes sociales han creado en la sociedad la idea de que es posible una
democracia participativa, horizontal, sin liderazgos e inmediata. Esto se
quiere aplicar a la política, y en buena medida, movimientos como el de los
indignados han representado el intento de crear esta plaza electrónica y
llevarla a la práctica en la plaza pública. Muchas de las organizaciones nuevas
que hemos comentado, sin Internet, tendrían serias dificultades para
vertebrarse porque son organizaciones donde tiene escaso peso el aparato de
partido, otra cosa que los diferencia de los partidos clásicos donde la
burocracia del aparato está muy presente. Por ejemplo tenemos el caso de la
CUP, que es un independentismo 2.0, prácticamente no tiene aparato, es un
partido horizontal. Claro que la democracia digital, directa, nos puede llevar
a una persona que más que reflexionar, consuma. Como el que da al “me gusta” de
una red social, pero sin una valoración real.
El pueblo contra el Parlamento:
El nuevo populismo en España, 1989-2013. Ed.
Pasado & Presente, 396 páginas.