CRÓNICA SIRIA (XIV), DE MARIO CASARTELLI
Noticias relativamente
gratas. Nos cuentan que la ciudad de Damasco está totalmente recuperada
por el Ejército sirio, tras la derrota de los últimos focos de
insurgentes. Y entonces, nosotros, que estuvimos allá, en medio de
aquello, ahora podemos imaginar la renovada tranquilidad del aire, tras
haber oído los continuos morteros que explosionaban todos los días, en
un promedio de cuatro y cinco por hora, en las periferias de la ciudad.
Ahora el aeropuerto de
Damasco, al que no pudimos llegar aquel 6 de mayo –y por eso recurrimos a
la carretera de ingreso a Siria– ya está libre de la amenazas
terroristas. Razón por la cual, ya también los aviones rusos e iraníes
que llevan abastecimiento para el ejército sirio pueden aterrizar allí,
luego de tres meses de asedio.
Nos llega un video
enviado por Marinella Correggia, corresponsal italiana con quien
mantuvimos dialogo en esa capital, en el cual la Premio Nobel de la Paz,
Mairead Maguire, que fue invitada a visitar Siria por el movimiento
Mussalaha de reconciliación nacional, hace un llamado contra la
injerencia imperialista en ese país, pidiendo la retirada de los
mercenarios entrenados, armados y pagados por la autodenominada
"Comunidad Internacional".
También leemos que el
bombardeo israelí del 5 de mayo contra un depósito de armas cerca de
Damasco fue un tiro por la culata para los israelíes, porque fortaleció a
los soldados sirios en vez de debilitarlos. Al mismo tiempo, se señala
-por propios israelíes- que los cálculos sionistas de que la
participación en los combates de Siria debilitaría a Hezbolá han
resultado erróneos, porque Hezbolá ha reforzado su experiencia y ahora
está capacitada para enfrentar a Israel desde otro frente, el del Golán
sirio ocupado, lo que obligará a extender más el frente para el Ejército
israelí.
Recuerdo haber estado en
el Golán, en julio de 2008, en una instancia crucial: el mismo momento
en que al otro lado de la frontera montañosa se intercambiaban decenas
de cajones de muertos combatientes y prisioneros de guerra entre
libaneses e israelíes. En esa zona siria, devastada por las bombas, me
paré frente al púlpito destruido que alguna vez acogió al papa Juan
Pablo II.
Por último, en una
información difundida por Al-Manar, también señalan que en Alepo -ciudad
que se convirtió en un momento en resguardo principal de los
mercenarios- quedan apenas últimos focos de resistencia armada ante el
avance del Ejército sirio.
Entonces, deducimos que
las millonarias sumas que invirtieron los aliados de Occidente en
armamentos y logística para los insurgentes no les sirvió de mucho.
Salvo para que corra sangre inocente y destruir gran parte edilicia del
patrimonio de la humanidad que se concentra en ese país.
En fin, esperanzadoras
noticias de que Siria se recuperará y seguirá siendo (ojalá) la Siria
pujante y pacífica que hace años conocimos. El gobierno de Al Assad
anuncia que su mandato se cumple el próximo año, y que entonces se
llamará a elecciones.
No quisiéramos incurrir
en desmesurado optimismo, cuando sabemos quiénes son los invasores y en
qué consisten sus afanes. Pero seguimos convencidos de que un mundo
mejor es posible. Y con estos informes constamos, una vez más, que la
lucha de gente como Mairead Maguire, que aboga por el derecho de los
pueblos a decidir su futuro y exige restitución a Siria de la
representación que le ha sido usurpada ante organismos supranacionales e
instituciones internacionales, no es en vano.
Mario Casartelli (Asunción–Paraguay. Junio de 2013)