divendres, 7 de juny del 2013

LA DERECHA, EL AMOR Y LA INTELIGENCIA

La derecha, el amor y la inteligencia
Hace pocos años, en una feria del libro, me encontré con una novela cuyo título me llamó poderosamente la atención. Se trataba de una de esas ideas que a veces nos pululan por la mente antes de tener consciencia plena y constancia probada de ellas. El amor es de izquierdas, era la frase. Lo sabía, tenía esa certeza, aunque aún no le había puesto nombre. Tanto me llamó la atención esta novela, que, sin saber de ella más que el título, la compré y la leí, y la guardo, dedicada por su autora, la periodista y escritora Enriqueta de la Cruz , con mucho cariño.
No es que la gente conservadora no ame, por supuesto que sí. Provengo de una familia conservadora, y doy fe de ello. Pero no se trata de lo particular, porque el amor individual es humano. Me refiero a lo ideológico y al compromiso vital. En realidad, si extrapolamos las coordenadas ideológicas de la izquierda y de la derecha, nos encontramos con una clara oposición de valores opuestos y enfrentados. Tolerancia frente a hermetismo, pluralismo frente a pensamiento único, apertura frente a cerrazón, creatividad frente a estatismo, progreso frente a conservadurismo, igualdad frente a clasismo y sectarismo, derechos humanos frente a desprecio de los desfavorecidos, moral laica y universal frente a moralina religiosa, solidaridad frente a caridad, libertad frente a sumisión.
No es, en absoluto, casual que sea dentro de los ámbitos de la izquierda ideológica y social donde se lucha por los derechos humanos, por los derechos de los trabajadores, por los derechos de los animales, contra el racismo, contra la intolerancia, a favor de los más oprimidos, por el respeto al medio ambiente y la naturaleza, por el reparto equitativo y justo de la riqueza, por la fraternidad humana y universal. Y si extrapolamos aún más, podríamos concluir, muy sui géneris, que la gente de derechas piensa en sus propios intereses personales, corporativos y de grupo, ignorando los ajenos, y que la gente progresista piensa en el bien común, el de todos, haciéndose consciente de que, como decía Mijail Bakunin, “la verdadera libertad humana de una persona implica la emancipación de todos; porque yo no puedo ser, sentirme y saberme completamente libre, si no estoy rodeado de humanos tan libres como yo, y porque la esclavitud de cada uno es mi propia esclavitud”.
Pues bien, no sólo el amor es de izquierdas, también lo es la inteligencia. Es la contundente conclusión a la que ha llegado una investigación realizada en el Departamento de Psicología de la Universidad canadiense de Brock, en Ontario, por los investigadores Gordon Hodson y Michael A. Busseri, que ha sido publicada hace unos meses en el Journal of Psichological Science. En el estudio, que cayó en mis manos hace unos días, se cruzó información de más de quince mil personas a las que se les hizo una medición cognitiva y de inteligencia en la infancia, y a las que se les hizo un seguimiento durante 50 años. La investigación concluye que las personas conservadoras tienden a ser menos inteligentes que las de izquierda, y advierte que son los niños de menor potencial intelectual los que tienden a desarrollar actitudes clasistas, racistas y homofóbicas en la adultez.
El mismo estudio explica, haciendo referencia a las causas de esta inferioridad intelectual, que las personas menos inteligentes tienden a respaldar las ideologías de la derecha porque, en términos psicológicos, el inmovilismo conservador ofrece una mayor sensación de estabilidad y de orden, aunque esa estabilidad sea falsa, y ese orden ficticio. Decía, en cambio, Tolstói que el mundo está falto de personas librepensadoras que sean capaces de utilizar sus mentes sin prejuicios y sin miedos con el fin de mejorar el mundo, aunque tengan que renunciar a sus creencias, sus tradiciones o sus privilegios.
Ya tenemos, por consiguiente, algún dato científico para comprender el origen del apego de la derecha española al pasado y a la tradición, y de la fobia que le produce la evolución, el cambio y el progreso: no se trata de su afinidad con el franquismo, ni de su adhesión a idearios políticos intolerantes y totalitarios; según este estudio, aunque no se puede generalizar y sabemos que en todos lados cuecen habas, se trata, resumiendo, de que, además de insolidarios, egoístas y misántropos (ya lo decía Molière) son tontos de capirote.
Aunque también es verdad, que estos científicos de la Universidad de Brock dedicaron demasiados años, casi toda una vida, a un estudio que podría haberse simplificado enormemente. Puestos a hacer recortes, si se hubieran venido a España, a la época siniestra y neoliberal del gobierno Rajoy hubieran llegado a las mismas conclusiones de un somero vistazo. Porque, bromas aparte, es más que obvio y evidente que las gentes que nos gobiernan seguramente estén sobradas de cosas como lujos, cuentas en Suiza, áticos y coches ostentosos, dineros y ambiciones materiales sin fin, pero está claro que están muy escasos de amor y de inteligencia, justamente lo que no se puede comprar con dinero.
 
Coral Bravo es doctora en Filología
Ver todos los artículos de Coral Bravo.