Ejército Sirio Libre: ¿Revolucionarios o Contras?
Desde hace 18 meses, Siria se ha visto inmersa en
una serie de desórdenes que han ido en aumento hasta convertirse en un
conflicto que ya ha causado la muerte de unas 20 000 personas. Si bien
existe un consenso sobre estos hechos, también es cierto que existen
importantes divergencias en las narraciones e interpretaciones de esos
hechos.
Según los Estados occidentales y sus medios de prensa, los sirios
aspiran a vivir en democracias de mercado al estilo occidental. Así que,
siguiendo los escenarios de Túnez, Egipto y Libia correspondientes a la
«primavera árabe», los sirios se habrían levantado para derrocar
al dictador Bachar al-Assad, quien a su vez no tardó en reprimir las
manifestaciones de forma sangrienta. Los occidentales quisieran poner
fin a la masacre, pero los rusos y los chinos se oponen a ello, ya sea
por interés o por desprecio a la vida humana.
Mientras tanto, los Estados que no aceptan la dominación
estadounidense y sus medios de prensa estiman, por el contrario, que
Estados Unidos ha desatado contra Siria una acción ya preparada desde
hace mucho tiempo. También estiman que, procediendo al principio a
través de sus aliados regionales y, ya más tarde, de forma directa,
Estados Unidos ha infiltrado en Siria bandas armadas que han
desestabilizado el país, siguiendo el modelo de los Contras ya
utilizados anteriormente en Nicaragua. Pero estos elementos han logrado
muy poco apoyo en el plano interno y se han visto derrotados mientras
Rusia y China impiden que la OTAN liquide al ejército sirio, lo cual
invertiría la ecuación regional.
¿Quién dice la verdad? ¿Quién se equivoca?
En Siria, los grupos armados no defienden la democracia sino que luchan contra ella
En primer lugar, la interpretación de los acontecimientos registrados en Siria como un episodio de la «primavera árabe» es una ilusión en la medida en que la llamada «primavera»
está lejos de ser una realidad. No es más que un eslogan publicitario
tendiente a dar una imagen positiva a toda una serie de hechos
heteróclitos. Si bien es cierto que en Túnez, Yemen y Bahréin sí se
produjeron revueltas populares, tal cosa no sucedió ni en Egipto ni en
Libia. En Egipto, las manifestaciones en las calles se limitaron a la
capital y a la participación de un sector de la burguesía. El pueblo
egipcio nunca se sintió, absolutamente en ningún momento, implicado en
el espectáculo televisivo de la plaza Tahrir [1].
En Libia tampoco se produjo una revuelta política sino un movimiento
separatista surgido en la región de Cirenaica en contra del poder de
Trípoli y que sirvió de pretexto a la intervención militar de la OTAN,
intervención militar que costó la vida a unas 160 000 personas.
La estación libanesa NourTV se anotó un resonante éxito con la transmisión de una serie de programas de Hassan Hamade y Georges Rahme titulada «La primavera árabe, de Lawrence de Arabia a Bernard-Henri Levy». Los autores de la serie desarrollan la idea de que la «primavera árabe» es un remake de la «revuelta árabe»
de 1916-1918, orquestada por los británicos en contra de los otomanos.
Esta vez, los occidentales han manipulado las situaciones para derrocar a
una generación de líderes e imponer a la Hermandad Musulmana. De hecho,
la «primavera árabe» cae en la categoría de publicidad engañosa.
En estos momentos, Marruecos, Túnez, Libia, Egipto y Gaza están siendo
gobernados por una hermandad que, por un lado, impone un orden moral
mientras que, por el otro, apoya el sionismo y el capitalismo
seudoliberal, o sea los intereses de Israel y de los anglosajones.
Desaparece así la ilusión. Varios autores, como el sirio Said Hilal
Alcharifi hablan ahora, en tono de burla, de la «primavera otánica».
En segundo lugar, los dirigentes del Consejo Nacional Sirio (CNS) y
los comandantes del Ejército Sirio Libre (ASL) no son precisamente
demócratas en el sentido de que estén dispuestos a favorecer «un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo», según la fórmula de Abraham Lincoln, recogida en la Constitución francesa.
Por ejemplo, el primer presidente del CNS fue Burhan Galioun, profesor en una universidad francesa. Ghalioum no era para nada «un opositor sirio perseguido por el regimen» ya que entraba y salía libremente de Siria. Tampoco era, como ahora pretende serlo, un «intelectual laico»
ya que era el consejero político del argelino Abbassi Madani,
presidente del Frente Islámico de Salvación (FIS), actualmente refugiado
en Qatar.
Su sucesor, Abdel Basset Syda [2],
sólo hizo su aparición en el mundo de la política en estos últimos
meses y rápidamente resultó ser un simple ejecutor de los deseos
estadounidenses.
Desde el momento mismo de su elección a la cabeza del
CNS, el señor Syda se comprometió no a defender la voluntad de su pueblo
sino a aplicar la «hoja de ruta» que Washington redactó para Siria, titulada The Day after.
Los combatientes del Ejército Sirio Libre también están lejos de ser
militantes de la democracia. Reconocen la autoridad espiritual del jeque
Adnan al-Arour, predicador takfirista que llama a derrocar y matar a
Bachar al-Assad, no por motivos políticos sino únicamente porque el
presidente sirio es alauita, lo cual lo convierte en un hereje a los
ojos del jeque. Todos los oficiales del ESL que han podido ser
identificados son sunnitas y todas las brigadas del ESL llevan nombres
de figuras históricas sunnitas. Los «tribunales revolucionarios»
del ESL condenan a muerte a sus opositores políticos (no sólo a los
partidarios de Bachar al-Assad) y a los infieles, que son degollados en
público. El programa del ESL consiste en acabar con el régimen laico
instaurado por el Baas, el PSNS y los comunistas y prevé la instauración
de un régimen confesional estrictamente sunnita.
El conflicto sirio fue planeado por los occidentales
Es de público conocimiento el deseo occidental de acabar con Siria, y
ese elemento es más que suficiente para explicar los actuales
acontecimientos. Recordemos algunos hechos que no dejan lugar a dudas
sobre la premeditación que caracteriza los acontecimientos [3].
La decisión de imponer la guerra a Siria fue adoptada en una reunión
en Camp David, por el presidente George W. Bush, el 15 de diciembre de
2001, justo después de los espectaculares atentados de Nueva York y de
Washington. En aquel momento, lo previsto era intervenir simultáneamente
en Siria y en Libia para demostrar que Estados Unidos podía intervenir
en dos teatros de operaciones al mismo tiempo. El testimonio del general
Wesley Clark, ex comandante supremo de la OTAN, demuestra la existencia
de esa decisión, que encontró la oposición del propio Clark.
En 2003, en el momento de la caída de Bagdad, el Congreso
estadounidense adoptó dos leyes que instruían al presidente de Estados
Unidos para que preparara una guerra contra Libia y otra contra Siria
(la Syria Accountability Act).
En 2004, Washington acusó a Siria de esconder en su territorio las
armas de destrucción masiva que no lograba encontrar en Irak. Aquella
acusación naufragó cuando se admitió que nunca existieron las famosas
armas de destrucción masiva y que sólo fueron un pretexto para invadir
Irak.
En 2005, después del asesinato de Rafik Hariri, Washington trató de
entrar en guerra contra Siria, pero no pudo hacerlo porque el país árabe
retiró su ejército del Líbano. Estados Unidos montó entonces una serie
de testimonios falsos para acusar al presidente al-Assad de haber
ordenado el atentado y creó un tribunal internacional de excepción para
juzgarlo. A la larga, Estados Unidos se vio obligado a retirar sus
acusaciones falsas al ser reveladas sus propias manipulaciones.
En 2006, Estados Unidos comenzó a preparar la «revolución siria» mediante la creación del Syria Democracy Program.
Se trataba de crear y financiar grupos prooccidentales de oposición,
como el Movimiento por la Justicia y el Desarrollo. Al financiamiento
oficial del Departamento de Estado se agregó un financiamiento secreto
de la CIA, a través de una asociación californiana llamada Democracy
Council.
También en 2006, Estados Unidos puso en manos de Israel el
desencadenamiento de una guerra contra el Líbano, con la esperanza de
implicar a Siria para poder intervenir. Pero la rápida victoria del
Hezbollah hizo fracasar aquel plan.
En 2007, Israel atacó a Siria al bombardear una instalación militar
en la llamada Operación Orchard. Una vez más Siria mantuvo su sangre
fría y no se dejó arrastrar a la guerra. Posteriores verificaciones del
Organismo Internacional de Energía Atómica demostraron que el blanco del
ataque no era una instalación nuclear, desmintiendo así las
afirmaciones de los israelíes.
En 2008, en la reunión que la OTAN organiza bajo la denominación de
Grupo de Bilderberg, la directora del Arab Reform Initiative, Bassma
Kodmani, y el director de la Stiftung Wissenschaft und Politik, Volker
Perthes, expusieron brevemente ante la crema y nata de Estados Unidos y
Europa las ventajas económicas, políticas y militares de una posible
intervención de la OTAN en Siria.
En 2009, la CIA creó varios instrumentos de propaganda dirigidos
hacia Siria, como los canales BaradaTV, con sede en Londres, y OrientTV,
en Dubai.
Agreguemos a esos elementos históricos la realización en El Cairo,
durante la segunda semana de febrero de 2011, de una reunión a la que
asistieron John McCain, Joe Lieberman y Bernard-Henri Lévy,
personalidades libias como Mahmud Jibril –el entonces segundo personaje
en importancia de la Yamahiria– y personalidades sirias como Malik
al-Abdeh y Ammar Qurabi. Aquella reunión dio la señal para las
operaciones secretas que comenzaron simultáneamente en Libia y Siria (el
15 de febrero en Bengazi y el 17 en Damasco).
En enero de 2012, los departamentos estadounidenses de Estado y de Defensa crearon el grupo de trabajo The Day After. Supporting a democratic transition in Syria, que redactó simultáneamente una nueva constitución para Siria y un programa de gobierno [4].
En mayo de 2012, la OTAN y el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) crearon el Working Group on Economic Recovery and Development of the Friends of the Syrian People,
bajo la copresidencia de Alemania y de los Emiratos Árabes Unidos. En
el marco de ese grupo, el economista sirio-británico Ossam el-Kadi
elaboró una repartición de las riquezas sirias entre los países miembros
de la coalición, repartición que se aplicaría a partir del «día siguiente», o sea después del derrocamiento del régimen sirio por parte de la OTAN y del CCG [5].
¿Revolucionarios o contrarrevolucionarios?
Los grupos armados no surgieron de las manifestaciones pacificas de
febrero de 2011. Aquellas manifestaciones denunciaban, efectivamente, la
corrupción y reclamaban más libertades, mientras que los grupos armados
–como acabamos de ver– provienen del islamismo.
Una terrible crisis económica afectó las regiones rurales durante los
últimos años, debido a las malas cosechas, erróneamente interpretadas
como desgracias pasajeras, cuando en realidad eran consecuencia de
cambios climáticos duraderos. A lo anterior se agregaron errores
cometidos en la aplicación de reformas económicas que desorganizaron el
sector primario. Ello provocó un importante éxodo rural que el gobierno
ha sabido enfrentar y una deriva sectaria de campesinos que el gobierno
no tuvo en cuenta. En numerosas regiones, el hábitat rural no estaba
concentrado en aldeas sino disperso en forma de granjas aisladas. Nadie
se dio cuenta de la verdadera envergadura de ese fenómeno, hasta que se
reagruparon sus adeptos.
En definitiva, en el seno de la sociedad siria, que representa el
paradigma de la tolerancia religiosa, se desarrolló una corriente
takfirista. Esa corriente sirvió de base a los grupos armados, que a su
vez han sido abundantemente financiados por las monarquías wahabitas
(Arabia Saudita, Qatar, Sharjah) [6].
Ese dinero proveniente del exterior atrajo nuevos combatientes, entre
los que se hayan parientes de víctimas de la represión masiva del
sangriento y fracasado golpe de Estado de la Hermandad Musulmana, en
1982. El móvil de esas personas es a menudo más personal que ideológico.
Se trata sobre todo de una búsqueda de venganza.
Atraídos por el dinero fácil, numerosos delincuentes e individuos que ya
tenían problemas con la justicia se unieron a esos elementos: cada «revolucionario»
recibe una suma que representa 7 veces el salario medio sirio.
Y finalmente, también comenzaron a llegar profesionales que ya han
combatido en Afganistán, Bosnia, Chechenia o Irak. En primera fila de
estos se encuentran los hombres de al-Qaeda en Libia, lidereados por el
propio Abdelhakim Belhaj [7].
Los medios de prensa los presentan como yihadistas, lo cual es
totalmente inapropiado ya que en el Islam no se concibe la guerra santa
contra correligionarios. Se trata, ante todo, de mercenarios.
La prensa occidental y la prensa de los países del Golfo insisten en
la presencia de desertores entre los miembros del ESL, lo cual no deja
de ser cierto. Lo que sí es falso es que hayan desertado luego de
haberse negado a reprimir manifestaciones políticas. El perfil de los
mencionados desertores corresponde casi siempre a los casos ya descritos
anteriormente. En todo caso, en un ejército de 300 000 hombres siempre
será posible encontrar fanáticos religiosos y delincuentes.
Los grupos armados utilizan una bandera que sustituye la franja roja
de la actual bandera siria por una franja verde y que presenta tres
estrellas, en vez de dos. La prensa occidental califica esa bandera de
la franja verde y las tres estrellas como «la bandera de la independencia»,
ya que estuvo en vigor al proclamarse la independencia de Siria, en
1946. Esa es, en realidad, la bandera del mandato francés que se mantuvo
en vigor durante la época de la independencia formal del país (de 1932 a
1958). Las tres estrellas representan los tres distritos confesionales
de la época del colonialismo (alauita, druso y cristiano). Así que esa
bandera no es ciertamente un símbolo revolucionario. En realidad es todo
lo contrario, ya que equivale a proclamar el deseo de prolongar el
proyecto colonial, el proyecto del Acuerdo Sykes-Picot de 1916 y del
rediseño del «Medio Oriente ampliado».
Durante los 18 meses de acciones armadas, estos grupos armados se han
estructurado y, más o menos, han ido coordinándose. La gran mayoría se
encuentra actualmente bajo las órdenes de Turquía, con la etiqueta del
Ejército Sirio Libre. Pero la realidad es que se han convertido en
milicias de la OTAN, ya que el cuartel general del ESL se encuentra
incluso en la base aérea de la OTAN de Incirlik, en Turquía. Los
islamistas más duros han formado sus propias organizaciones o se han
unido a al-Qaeda. Se hallan bajo control de Qatar o de la rama sudairi
de la familia real saudita [8]. De hecho, dependen de la CIA.
Esta conformación progresiva, que comienza entre campesinos pobres
para terminar con un flujo de mercenarios, es idéntica a la que tuvo que
enfrentar Nicaragua cuando la CIA organizó a los Contras para derrocar a
los sandinistas, o a lo que enfrentó Cuba cuando la CIA organizó el
desembarco de Bahía de Cochinos para derrocar a los castristas. Y es ese
precisamente el modelo que hoy siguen los grupos armados sirios: en
mayo de 2012, los contrarrevolucionarios cubanos organizaron en Miami
una serie de seminarios para entrenar a sus homólogos sirios en la
realización de acciones de guerrilla urbana [9].
La CIA aplica los mismos métodos en todas partes. Fue por eso que los
Contras sirios concentraron su accionar militar en la creación de bases
fijas (aunque ninguna de ellas logró sobrevivir, ni siquiera el emirato
islámico de Baba Amro), en la realización de sabotajes contra la
economía (destrucción de la infraestructura e incendios intencionales en
las grandes fábricas) y, finalmente, en el terrorismo (descarrilamiento
de trenes de pasajeros, atentados con autos-bomba en lugares céntricos y
asesinatos contra líderes religiosos, políticos y militares).
Como consecuencia de esas acciones, el sector de la población siria
que, al principio de estos acontecimientos, podía albergar alguna
simpatía hacia los grupos armados creyendo que estos representaban una
alternativa al régimen actual, poco a poco ha ido alejándose de ellos.
De manera para nada sorprendente, la batalla de Damasco consistió en
hacer converger hacia la capital los 7 000 combatientes que se hallaban
dispersos en el país y ejércitos de mercenarios que estaban a la espera
en los países limítrofes. Decenas de miles de Contras trataron de
penetrar en Siria desplazándose simultáneamente en numerosas columnas de
camionetas (pick-up) y prefiriendo atravesar el desierto en vez
de circular por las autopistas. Los bombardeos aéreos frenaron a una
parte de esos invasores, que se vieron obligados a regresar por donde
mismo vinieron. Otros, luego de apoderarse de varios puestos
fronterizos, lograron llegar hasta la capital, pero no encontraron allí
el apoyo popular que esperaban. Por el contrario, la propia población
guió a los soldados del ejército nacional en la tarea de identificarlos y
sacarlos de sus posiciones. Al final, los Contras tuvieron que batirse
en retirada y anunciaron que, a falta de tomar Damasco, tomarían Alepo.
Eso demuestra que los participantes en las revueltas no son los
habitantes de Damasco ni los de Alepo sino combatientes provenientes del
exterior.
Infiltración de Contras a través del desierto, cerca de Dara.
En contraste con la impopularidad de los grupos armados, hay que
señalar la popularidad del ejército nacional sirio y de las milicias de
autodefensa. El Ejército Árabe Sirio es un ejército de reclutas, o sea
un ejército popular. Resulta impensable que ese ejército pueda ser
utilizado como instrumento de represión política. Desde hace poco, el
gobierno autorizó la formación de milicias por barrios, y distribuyó
armas a los ciudadanos que se comprometieron a dedicar 2 horas de su
tiempo a la defensa de su barrio, bajo las órdenes de miembros del
ejército.
Pasando gato por liebre
En su época, al presidente estadounidense Ronald Reagan le costó mucho trabajo presentar a sus Contras como «revolucionarios». Creó para ello una estructura de propaganda, el Buró de Diplomacia Pública, cuya dirección puso en manos de Otto Reich [10].
Este último sobornó a periodistas en la mayoría de los grandes medios
de la prensa estadounidense y de Europa occidental para que intoxicaran
al público. Entre otras cosas, echó a rodar el rumor de los que
sandinistas disponían de armas químicas y que existía el riesgo de que
las utilizaran contra su propio pueblo. Hoy en día, la propaganda se
dirige desde la Casa Blanca, y lo hace el consejero adjunto para la
seguridad nacional a cargo de las comunicaciones estratégicas, Ben
Rhodes, quien está aplicando los mismos viejos métodos y nuevamente ha
recurrido, contra al Assad, al rumor de las armas químicas.
En colaboración con el MI6 británico, Rhodes ha logrado imponer una
estructura fantasma como principal fuente de información de las agencias
de prensa occidentales: el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos
(OSDH). Los medios no han cuestionado nunca la credibilidad de esta
firma, a pesar de que sus afirmaciones han sido desmentidas por los
observadores de la Liga Árabe y por los observadores de la ONU. Esa
estructura fantasma, sin locales, personal ni conocimientos, se ha
convertido incluso en LA fuente de información de las cancillerías
europeas desde que la Casa Blanca convenció a estas últimas de retirar
de Siria a su personal diplomático.
En espera del contacto para una transmisión en vivo, el corresponsal de Al-Jazeera Khaled Abu Saleh se comunica telefónicamente con su redacción, sostiene que Baba Amro está siendo bombardeada y organiza una serie de efectos sonoros para demostrarlo. El señor Abu Saleh participó en la 3ª Conferencia de los Amigos de Siria como invitado de honor del presidente francés Francois Hollande.
Ben Rhodes organizó también una serie de espectáculos para
periodistas en busca de emociones fuertes. Para ello se crearon dos
turoperadores, uno en el gabinete del primer ministro turco Edogan y el
segundo en el gabinete del ex primer ministro libanes Fouad Siniora. Se
invitó a los periodistas a entrar ilegalmente en Siria con la ayuda de
guías contratados al efecto. Durante meses se estuvo ofreciendo la
posibilidad de viajar, desde la frontera turca, para visitar una aldea
en la montaña, donde era posible hacer sesiones fotográficas con los «revolucionarios» y «compartir la vida diaria de los combatientes».
Posteriormente, a los más deportivos se les proponía un viaje desde la
frontera libanesa para ir a visitar el emirato islámico de Baba Amro.
Lo más extraño es que numerosos periodistas descubrieron
falsificaciones enormes, sin que ello los llevara a sacar conclusión
alguna. Por ejemplo, un célebre reportero fotográfico filmó a los «revolucionarios»
de Baba Amro quemando neumáticos para producir un humo negro que daría
la impresión de que el barrio estaba siendo bombardeado. Ese reportero
transmitió las imágenes a traves de Channel4 [11],
pero siguió afirmando que había sido testigo del bombardeo contra Baba
Amro que reportaba el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos.
Por su parte, el New York Times reveló que fotos e imágenes de
video transmitidas por el servicio de prensa del Ejército Sirio Libre
en las que aparecen sus valerosos combatientes fueron montadas como una
obra de teatro [12]. Las armas que aparecen en esas imágenes son en realidad juguetes que reproducen armas reales. A pesar de ello, el New york Times no pone en duda la existencia de un ejército de desertores que contaría con unos 100 000 hombres.
Lectura de una declaración del Ejército Sirio Libre. Los valerosos «desertores» son actores que portan armas de juguete.
Siguiendo un esquema clásico, los periodistas prefieren mentir antes
que reconocer que han sido manipulados. Después de ser engañados una
vez, siguen participando, ya conscientemente, en el desarrollo de la
mentira a pesar de haberla descubierto. Queda por saber si ustedes,
lectores de este artículo, también prefieren mirar para otro lado o
apoyar al pueblo sirio frente a la agresión de los Contras.