Los maderos no son obreros y jamás compañeros
Domingo, 22 de Julio de 2012 17:28
Son una fuerza represiva del Estado que garantiza la dominación
social y la política de los capitalistas sobre las clases trabajadoras y
desposeídas
Más allá que sus salarios, dietas, extras y plus, devengan de
fondos públicos que pagamos los ciudadanos en diferentes acápites, los
efectivos de las fuerzas policiales, no son por su naturaleza
“empleados públicos” como los docentes o los trabajadores estatales,
porque se estaría ignorando que son una fuerza represiva del Estado que
garantiza la dominación social y la política de los capitalistas sobre
las clases trabajadoras y desposeídas.
Y también más allá de su extracción social, aún cuando obrera,
convertido en policía al servicio del Estado capitalista, y dado que la
existencia determina la conciencia, es un defensor de patrones y
burgueses, y por ende, nunca un obrero.
El trabajo de un policía no es una actividad productiva, es un
accionar represivo. Las policías de diferentes ámbitos se han enfrentado
a trabajadores y estudiantes para custodiar tanto los intereses
patronales o los estatales. La sindicalización de la policía no
transforma ni mucho menos, su esencia represiva; más aún las demandas de
esos sindicatos policiales, han tenido que ver en equipar los
diferentes cuerpos con mejor armamento e instrucción en nuevas técnicas
de control y represión
Lejos de una expresión de deseos, la posibilidad eventual de un
compromiso efectivo de una parte de la policía para no reprimir a los
trabajadores e incluso rebelarse ante esa orden, sólo sería posible en
una situación de lucha de clases aguda, es decir revolucionaria, que
produzca el quiebre y descomposición del Estado y de sus instituciones
coercitivas y la radicalización política y social de las grandes masas.
Sólo bajo esas condiciones la clase trabajadora podría establecer un
acuerdo favorable a sus intereses en pos de romper la cadena de mandos,
suprimiendo la disciplina vertical a la media y alta oficialidad,
debilitando así el poder represivo del Estado burgués, sobre la base de
la movilización revolucionaria, lo que presupone la autoorganización y
el armamento obrero y popular, el factor de persuasión sobre las fuerzas
represivas.
El Estado ha inducido en la población el mensaje del papel de
custodio de la seguridad y el orden, indispensables para el
funcionamiento social; y aún cuando una gran mayoría de la sociedad ha
asumido este mensaje intrínsecamente perverso, los policías que se suman
a las manifestaciones sociales contra los recortes del gobierno del PP,
contaminan y tergiversan el sentido de la suma de demandas de los
diferentes sectores.
Los médicos, enfermeros y personal sanitario, educadores,
trabajadores del metro, de trenes, funcionarios administrativos,
parados, trabajadores en precario, interinos, bomberos… etc., no tienen
puntos en común con quiénes emplean armas y ensañamiento en las
manifestaciones, con quiénes se hacen los heridos cuando la represión es
salvaje y dar así a los medios de comunicación los titulares falaces de
batallas y encontronazos; asimismo el movimiento obrero y los
movimientos sociales además de la violencia permanente, soportan la
infiltración de secretas y soplones.
Produce náusea intelectual y emocional compartir la calle y no
enfrente como es tradicional, natural y, por sobre todo digno. Como
indigno es pensar que existen policías buenos. Con el desempleo
creciendo a diario, se han incorporado a inicios de este mes de julio,
1.178 nuevos agentes en la Comunidad de Madrid, con el objetivo de
“garantizar la paz social”… Los policías que acosan a los inmigrantes,
los que se emplean a fondo en los desahucios, son de igual calaña de los
que cargan contra los mineros, contra los parados, contra los jóvenes,
contra los yayos…. Custodian el orden y la ley de los banqueros, de los
parásitos sociales, de la oligarquía, son los esbirros de las clases
dominantes.
No sólo es deseable que acorten los salarios, pagas y dietas de los
represores, ya que por reivindicativa que sea una manifestación obrera,
va implícita en ella, el ansia y la lucha por la disolución de todas las
fuerzas de seguridad, al tiempo que se defiende y se promueve las
formas de autodefensa obrera y popular, enfrentando la violencia
centralizada del Estado y sus bandas de matones armados.
No se puede permanecer indiferente y tolerante que en las
multitudinarias manifestaciones contra los planes devastadores de la
derecha y sus secuaces, los sicarios del capital sean manifestantes
comunes. No lo son, no lo han sido y no lo serán, porque son
maltratadores y mamporreros, su cometido es vil, despreciable e infame,
su función es sostener a los grupos dominantes, a los poderosos,
mafiosos y corruptos con todos los medios a su alcance.
La clase obrera ha sido golpeada tremendamente con la reforma
laboral, el recorte de derechos y servicios, en educación, en sanidad,
en investigación, en ayudas sociales, la subida de impuestos, la
reducción de salarios. En las masivas respuestas se contagia y
multiplica la rebeldía, se acrecienta la rabia, se remienda la
maltrecha economía individual en una suerte de trueque fraternal que se
acumula en las calles sin, hasta ahora, condicionamientos, ya que se ha
colado en las marchas, la infame policía. Para evitar el envilecimiento
de tamaña proximidad, es indispensable expulsarlos de la marchas obreras
y populares, tenemos sobradas razones e inalterables sentimientos. Y es
sin ninguna duda una cuestión innegociable de principios. No tenemos ni
queremos otros principios, porque en ellos nos va la vida, toda la
vida, la nuestra y la de generaciones anteriores que libraron heroicas
batallas para destrozar las cadenas y todos los mecanismos embaucadores
de sometimiento.