dissabte, 4 d’agost del 2012

    A propósito de Gregorio Peces Barba
                      Un obituario heterodoxo

 Tras el fallecimiento el pasado 24 de julio de Gregorio Peces Barba, era de esperar una avalancha de sentidos y
laudatorios obituarios, en todos los medios de comunicación, con las firmas de personajes de la vida pública
engarzada, por convicción y/o por interés, personal o corporativo, con todo cuanto ha representado, y aún
representa, la transición de la dictadura a esta cosa que tenemos, a la que llaman democracia.
Siendo comprensible en sus allegados, el dolor natural que toda pérdida humana representa, y desde el respeto
al marco personal del finado y su familia, nada impide que al coro de los sentidos discursos oficiales, oaraoficiales,
institucionales y de otros más de variados ringo-rangos, se unan el particular de quiénes no hemos
pinchado ni cortado, en los pasillos enmoquetados de los grandes salones, donde se han dirimido durante la
aquellos años, los grandes intereses de la política partidista, de la intelectualidad de toga y birrete, de los
grandes consorcios financieros y económicos, y de almibarados besamanos a la jerarquía eclesiástica, siempre
atenta a avalar in extremis a sus hijos más preclaros.
 
Biografías hagiográficas escritas a toda prisa, marcadas por destacar un mundo de exquisitas relaciones en el
finado, en donde se funden las genéticas familiares de los próceres de ambos bandos, sacrificando historia e
ideologías, a la pragmática de repartirse de forma equitativa y consensuada, el pastel de la España post
franquista.
 
Peces Barba fue uno de los Padres de aquella constitución-trágala, en donde se nos imponía (a la fuerza
ahorcan), además de la impunidad de los crímenes franquistas, una forma de estado, la Monarquía
juanfranquista, testaferro y garante de aquel testamento en donde todo quedaba atado y bien atado.
 
La devoción que don Gregorio profesaba a la figura del monarca designado por Franco, además de pública y
notoria, ha sido reconocida ahora por el vástago del rey, al afirmar que “Peces Barba ha sido un gran valedor de
la Corona” –una afirmación que suscribimos-, después de recordar emocionado, que fue él quien le tomó
juramento, como heredero de la corona de su padre, en 1986.
 
Hijo de un fiscal de la República condenado a muerte y conmutado, Peces Barba ha pasado a la historia, como
uno de los artífices de un sistema de poder enraizado con el franquismo, por la vía de su impunidad, y de la
traición a los valores históricos republicanos socialistas, abrazando la Monarquía encarnada por un rey que, no
se olvide, no ha jurado la Constitución, -como sí lo hizo con las Leyes Fundamentales del Movimiento-,
haciendo que hoy podamos considerar su proclamada amistad con Fraga Iribarne, como rasgo inequívoco de
claudicación ante los magnates del franquismo.
 
Así, pudiera resultar histórica y contractualmente reprochable, el trascendente papel jugado por el extinto
jurista, cuya vida ha venido discurriendo por lustrosos itinerarios claustrales y políticos, generosamente
gratificados, flanqueados por una élite intelectual y política, en la se codeaban, saludaban y emparentaban,
marital e intelectualmente, los hijos de las víctimas y las de los verdugos, escenificando uno de los pasajes de
conchabamiento y traición a los principios republicanos, más bochornosos de nuestra Historia.
Todo ello en nombre de una falsa reconciliación, en la que los únicos reconciliados han sido ellos mismos, los
que renunciaron en provecho propio, a toda exigencia de Verdad, Justicia y Reparación hacia las víctimas del
régimen precedente, alardeando ostensiblemente el resto de sus vidas, de aquel chalaneo con quiénes
participaron activamente con la dictadura de Franco.
Ni Peces Barba, ni ninguno de sus compañeros de paternidad constitucional**, jamás dijeron en su descargo,
nada parecido a que hicieron lo que pudieron, dadas las circunstancias. Al contrario: mantuvieron hasta el
último momento a título de mérito, haber impuesto a los españoles una Monarquía franquista y un orden
democrático trampeado, en donde los mismos sectores político-económicos heredados del franquismo, son los
que nos han llevado a donde estamos.
No. No se trata esta de una despedida injusta ni poco generosa.
La marcha definitiva de estos personajes, no solo sugiere el reconocimiento de sus valores personales, si no que
cuando se desencadena, como ha sucedido, una cascada de odas desmedidas, que ocultan pasados oscuros y
complicidades censurables, cuyas consecuencias trascienden la existencia del difunto, comprometiendo
negativamente el pasado, el presente y el futuro de varias generaciones de españoles, no se puede permanecer
en silencio, por mor de parecer ceremonialmente correcto.
 
Para los otros Padres de la Patria, José Pedro Pérez Llorca y y Miquel Roca y Junyent, que todavía disfrutan sus
reconfortables jubilaciones, esperamos que por muchos años, aprovecho para decirles que se den por
despedidos, para evitarme el trabajo de tener que volver a repetirme cuando llegue el momento, en los mismos término que aqui hago..
 
Don Gregorio, descanse en paz.
 
Calabardina, 26 de julio de 2012
Floren Dimas es Republicano, investigador histórico y memorialista