«Ante nuestros ojos»
La OTAN hace las maletas, Turquía al borde del ataque de nervios
Red Voltaire
| Damasco (Siria)
La Organización del Tratado de Seguridad Colectiva
(OTSC) comenzó en Kazajstán, este 8 de octubre de 2012, las maniobras
«Fraternidad inviolable» (НЕРУШИМОЕ БРАТСТВО). El escenario corresponde
al despliegue de una fuerza de paz en un país imaginario donde operan
grupos internacionales de yihadistas y organizaciones terroristas en un
contexto de divisiones étnico-confesionales. Invitado al ejercicio, el
cuerpo diplomático acreditado en Kazajstán escuchó con atención el
discurso de apertura del secretario general adjunto de la Organización,
Valery Semerikov. Este último indicó claramente que la OTSC se prepara
con vistas a una posible intervención en el Gran Medio Oriente. Y para
los que se hacen los sordos, el secretario general en persona, Nikolai
Bordyuzha, subrayó que su secretario general adjunto no se refería a
Afganistán.
La Declaración de Ginebra, negociada el 30 de junio por Kofi Annan,
prevé el despliegue de una fuerza de paz, si así lo solicitan el
gobierno sirio y la oposición. El Ejército «Sirio Libre» rechazó ese
acuerdo. Así que el término «oposición» designa únicamente a los
partidos políticos que, después de la reunión de Ginebra, se han reunido
recientemente en Damasco bajo los auspicios de los embajadores de Rusia
y China. Como el acuerdo de Ginebra contó con el aval del Consejo de
Seguridad de la ONU, el despliegue de las «chapkas azules» puede
concretarse sin necesidad de una resolución ad hoc. Valery
Semerikov precisó que esa fuerza de paz ya cuenta con 4 000 efectivos, y
que otros 46 000 se entrenan actualmente y pueden ser movilizados
rápidamente como refuerzo de un primer contingente.
En ese contexto se multiplican en Siria los indicios de retirada
occidental. Se ha interrumpido el flujo occidental de armas y de
combatientes y sólo se mantienen los envíos financiados por Arabia
Saudita y Qatar.
Mucho más sorprendente que lo anterior es el hecho que, en seis
ocasiones consecutivas, el comando de la OTAN en Incirlik (Turquía) ha
orientado a los yihadistas reagruparse en zonas específicas con vistas a
la realización de grandes ofensivas. Lo interesante es que el Ejército
Árabe Sirio, inadaptado en términos de guerra de guerrillas por haber
sido concebido para enfrentarse a las fuerzas armadas de Israel, resulta
en cambio muy eficaz en situaciones de combate clásico. En cada una de
esas seis ocasiones, las agrupaciones del Ejército «Sirio Libre» han
sido rodeadas y aniquiladas. La primera vez podía pensarse en un simple
error táctico; la segunda podía achacarse al empecinamiento de un
general incompetente… pero cuando situación se repite por sexta ocasión,
ya hay que pensar en una hipótesis diferente: la OTAN está enviando a
esos combatientes a la muerte de forma deliberada.
Contrariamente a la percepción común en Occidente, la motivación de
los yihadistas no es propiamente de orden ideológico ni religioso sino
estético. No pretenden morir por una causa, y se desentienden –por
cierto– del destino de Jerusalén, sino que adoptan más bien una postura
romántica y tratan de exacerbar sus propias sensaciones, ya sea mediante
las drogas o a través de su comportamiento ante la muerte. Son por lo
tanto muy manipulables ya que buscan las situaciones extremas. Basta
entonces con crear ese tipo de situaciones y guiarlos a ellas. Durante
los últimos años, el príncipe saudita Bandar ben Sultan se había
convertido en el gran arquitecto de los grupúsculos yihadistas, entre
los que se cuenta al-Qaeda. Los dirigía a través de predicadores que
prometían a sus miembros un paraíso donde 70 vírgenes les ofrecerían
para siempre los mayores placeres, no por haber alcanzado un objetivo
militar o político en particular sino únicamente por morir como mártires
allí donde Bandar los necesitara.
Pero el príncipe Bandar ha desaparecido del escenario desde el
atentado del que fue objeto el pasado 26 de julio y lo más probable es
que esté muerto. Por lo tanto, desde Marruecos hasta el Xinjiang chino,
los yihadistas están actuando por su cuenta y sin coordinación alguna.
En esas condiciones, pueden ponerse al servicio de cualquiera, como ya
quedó demostrado en el reciente asesinato del embajador de Estados
Unidos en Libia. Por consiguiente, Washington prefiere en este momento
deshacerse de esos individuos, ahora incómodos y peligrosos, o disminuir
al menos su cantidad. Así que la OTAN está impartiendo a los yihadistas
una serie de órdenes que los exponen al fuego del Ejército Árabe Sirio,
propiciando así su eliminación en masa.
Mientras tanto, la policía francesa abatió el 6 de octubre a un
salafista francés que había cometido un atentado contra un
establecimiento judío. Las investigaciones demostraron posteriormente
que el salafista abatido pertenecía a una red de individuos que se
habían ido a participar en la yihad, en Siria. Cuatro días después, la
policía británica hacía un descubrimiento muy similar.
El mensaje de París y de Londres es que los franceses y los
británicos muertos en Siria no eran agentes caídos en el cumplimiento de
alguna misión secreta sino fanáticos que actuaban por propia
iniciativa. Lo cual es evidentemente falso ya que los yihadistas que
actúan en Siria disponen de equipos de comunicación concebidos
especialmente para la OTAN y proporcionados por Francia y el Reino
Unido. Lo que sí es cierto es que todo este montaje marca el fin de la
implicación franco-británica junto al Ejército «Sirio Libre», mientras
que Damasco entrega prisioneros con la mayor discreción. Y así se pasa
la página.
Es comprensible entonces la frustración de Turquía y de las
monarquías wahabitas que, a pedido de la propia OTAN, se lanzaron de
cabeza en la guerra secreta y que ahora tendrán que asumir solas el
fracaso de la operación. Jugándose el todo por el todo, Ankara ha
emprendido una serie de provocaciones tendientes a impedir que la OTAN
se desentienda del asunto. Y ya ha hecho de todo, desde instalar piezas
de artillería en territorio turco hasta caer en la piratería aérea al
desviar un avión civil sirio, maniobras que están resultando, en
definitiva, totalmente contraproducentes.
Basta con mencionar el hecho que el avión de pasajeros de la Syrian Arab Airlines
interceptado y obligado a aterrizar en Turquía no contenía ningún tipo
de armas, sino equipamiento electrónico de protección civil para
detectar la presencia de explosivos. La realidad es que Turquía no
buscaba impedir que Rusia entregara a Siria un equipamiento destinado a
proteger del terrorismo a los civiles sirios. El verdadero objetivo de
Ankara era elevar la tensión maltratando a los pasajeros rusos e
impidiendo al embajador ruso prestarles la debida atención. La maniobra
no dio resultado ya que la OTAN no ha reaccionado ante las acusaciones
provenientes de la imaginación de Erdogan. La única consecuencia ha sido
que el presidente ruso Vladimir Putin anuló sine die su visita a
Ankara, que estaba prevista para el 15 de octubre.
La paz tiene aún mucho camino por delante. Pero, por mucho que
Turquía y las monarquías wahabitas traten de prologar la guerra, ya el
proceso está en marcha. La OTAN está recogiendo sus bártulos y los
medios de comunicación ya están volteando sus reflectores hacia otros
puntos del planeta.