dijous, 29 d’agost del 2013



 

Última carta d’Ignasi Fabregat i Donés

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Querida esposa y madre:
Adiós, para siempre adiós. No eran estas mis intenciones de departir de esta forma, pero mira, es el destino: muero con el pensamiento fijo en ti y en mis hijos. Tu retrato está y estará conmigo en la tumba seguramente acribillado a balazos como yo, pero los dos juntitos como cuando te gozaba no pensando en nadie más que contigo
19-10-39
Tu esposo que ni muerto te olvida y aun muerto está contigo. Muchos besos de tu querido esposo.
Ignacio Fabregat

Ignacio, querido hijo de mi alma. No creía ni pensaba acabar contigo ni con tu familia en esta mala forma, pero encontrándome rodeado de lo que me encuentro no es extraño. Has sido un poco terco conmigo, pero ya te lo perdono, no es culpa tuya. En esta fecha 19-10-39 salgo del mundo inocente como el día que nací. Adiós hijo mío, fuiste la nina de mis ojos. No veía a nadie más tan hermoso como tú. No tienes que dar la culpa a nadie, la tienes tú solo, pero el mundo es así.
Muchos besos de tu padre para con los tuyos.
Ignacio Fabregat

Lola, querida Lola. Qué triste no poderte ver más ni a ti, ni a tu hijo, ni a tu marido, que me perdone que no le tengo odio, no. Tan precioso que debe ser el nen, no se acordará de mi, tanto que le quería. Cuando sea hombre le haces memoria del padrí. Hermosa mía, te quería mucho, siempre comíamos los dos en un plato y que triste es de morir así sin poderte dar un beso. Bueno, mira, no acabaría nunca. Adiós para siempre, besos de tu padre que tanto te quería
19-10-39
Tu padre Ignacio Fabregat
Salud y República

19-10-1939. Tarragona. Castillo de Pilatos.
Esposa mía, madre mía. Mira, estoy en capilla. Ahora son las 12. A las 5 ya seré cadáver, y qué triste muero sin tenerte a mi lado y qué agonía tan terrible es la mía sin tu beso, sin tu consuelo y qué engañado te han llevado. Yo como que conozco el paño siempre te lo decía. Mira, aquí hay un escrito para cada hijo. Guarda esto para que lo lean ellos mismos cuando tengas ocasión, es mi última despedida. Todo el tiempo que me resta de vida lo empleo para ti. Cuídate bien, come mucho, no te apures en nada. Creo que no te volverás a casar. No, yo tampoco he gozado a ninguna mujer más que a ti y no te engaño ni te había engañado nunca.
Mira, he hecho testamento legal. He dejado el Avellanós a la nena y todo lo demás para ti. Me parece que ya puedes (estar) contenta, podrás hacer lo que quieras: vender, arrendar… mejor dicho, sin permiso de nadie. Y lo que te sobra que se lo repartan nuestros hijos por partes iguales. Cuando haga ocho de mi muerte saca copia del testamento, ya verás como está tal como te digo. Mira, el notario que había en l’Espluga llamado Antonio Sasot Rodriguez me tiene muchos documentos, vive en Barcelona. Los reclamas.
Mira, hoy he tenido una alegría muy grande que me ha costado muchas lágrimas. He tenido una carta, la primera de Pascualito. Ya ves si ha hecho justo (justo de tiempo). La encontrarás en el cesto y que lágrimas me ha costado todas estas postales. Las echas al correo para que sepan que no me chupo el dedo y qué cosas me hubieras dicho si hubiese salido con libertad. Y ahora no podrás decirme nada. Yo como te hubiera escuchado… Mira, el carro vale mucho dinero, que es muy bueno. Ya empiezo a desmayar, casi que no veo. No se si entenderás estas letras, se me nublan mis ojos. Rosa, Rosa, te llamo y no me respondes. Dónde estás, madre mía, no me responde nadie. Tan grande que es el mundo y qué solo que está, qué vacío. Por allá pasan unas negras que antes fueron ilusiones mías y ahora son de nadie. Oye, mira, ya estoy curado del todo. Me encuentro bastante bien, si me vieras con aquellas camisetas al imperio, voy más guapo. Mira, dispénsame, ya no sé lo que me digo. Mira, se acerca la hora. Creo que me llaman, no quiero venir. Adiós, esposa mía de mi corazón.
Adiós, adiós, adiós.
Por la libertad.