dissabte, 3 d’agost del 2013



miércoles, 17 de julio de 2013

LOS ESTUDIANTES DE LA CIA


LOS ESTUDIANTES DE LA CIA
Breve informe sobre la política internacional de los estudiantes y la guerra fría con especial referencia a la NSA, CIA, &c.

Durante años –se ha dicho que a través del mandato de cuatro presidentes: Truman, Eisenhower, Kennedy y Johnson– la CIA ha controlado, por medio de subvenciones financieras, varias organizaciones culturales, sindicales y jurídicas de los Estados Unidos. Entre ellas se citan asociaciones estudiantiles, el Congreso para la Libertad de la Cultura y las agrupaciones de la central A.F.L.-C.I.O. La información sobre estas actividades la ha ofrecido una gran revista católica, Ramparts, a quien Triunfo ha adquirido los derechos de reproducción exclusiva en España de su ya sensacional reportaje. Se trata de un documento de importancia capital que reproducimos en su totalidad. Al ser conocido en los Estados Unidos ha provocado un vasto movimiento de inquietud y de indignación por parte de la opinión democrática. Por este texto se revela un capítulo más de las actividades que dentro y fuera de las fronteras norteamericanas desarrolla la poderosa CIA., un Estado secreto en el seno del Estado fundado por Jorge Washington.
Número de marzo de la revista norteamericana Ramparts, en el cual aparece el informe que publicamos
I. UN POCO DE HISTORIA
Ya existían indicios de Guerra Fría en agosto de 1946, cuando 300 estudiantes de 38 países diferentes se reunieron en la Sala de los Artistas, de Praga, con el fin de celebrar el primer Congreso Mundial de Estudiantes. Entre los delegados se encontraban unos 24 americanos (muchos de ellos veteranos de la S.G.M.), en representación de diversas organizaciones juveniles y estudiantiles y de diez de las más prestigiosas universidades del país. En el Congreso, los comunistas constituían una mayoría, y surgieron disputas en torno al papel que debían representar las organizaciones de estudiantes internacionales. No obstante, el Congreso terminó sus tareas en un ambiente de fraternidad, con una apelación a favor de una ulterior cooperación tendente a constituir una organización estudiantil internacional verdaderamente representativa. Este deseo se haría muy pronto realidad con la creación de la Unión Internacional de Estudiantes. Los delegados americanos, a los que se llegó a conocer con el apelativo de «los 25 de Praga», regresaron a casa completamente convencidos de que había que crear una organización nacional que pudiese representar convenientemente a la comunidad de estudiantes de Estados Unidos en el mundo estudiantil internacional. Establecidos como comité organizador, los 25 de Praga solicitaron una conferencia nacional de estos dirigentes estudiantiles, con vistas a la organización de una nueva unión nacional de estudiantes. Y triunfaron en su empeño. En el verano de 1947, una nueva entidad, conocida por el nombre de United States National Student Association (NSA), celebró su Convención Constitucional en Madison, Wisconsin. Por aquel entonces, la atmósfera de la U.I.E. se había vuelto mucho más procomunista que cuando la reunión de Praga. Sin embargo, la ruptura oficial entre la NSA y la U.I.E. no tuvo lugar hasta después del golpe de estado comunista en Checoslovaquia, y como protesta porque la U.I.E. se negó a condenar los malos tratos infligidos por los comunistas a los estudiantes checos.

Finalmente, en 1950, la NSA se reunió en Estocolmo con otros 18 grupos estudiantiles nacionales con vistas a la creación de una nueva organización estudiantil internacional, a la que se denominó «Conferencia Estudiantil Internacional». En el curso de las primeras sesiones, una mayoría abrumadora de delegados se oponía a la concepción de la C.E.I. como “un rival” creado para combatir a la U.I.E. y al comunismo. Los delegados que participaron en la primera Conferencia de la C.E.I. deseaban evitar cualquier polémica de tipo político y, con ello, un nuevo cisma en el mundo estudiantil internacional.
La nueva organización internacional creció de forma impresionante. A mediados de los años cincuenta, más de 55 uniones nacionales de estudiantes pertenecían a la Conferencia (y más de la mitad de los delegados eran de países del “Tercer Mundo”). Además, la C.E.I. tenía ya a su disposición un enorme presupuesto destinado a la asistencia técnica, a la educación y a los intercambios estudiantiles. La C.E.I. empezaba a marcar el paso de la política estudiantil internacional, y la NSA estaba a punto de convertirse en la fuerza más poderosa dentro de la nueva organización internacional.
A medida que fue creciendo la C.E.I., los estudiantes de los países subdesarrollados aumentaron sus presiones para que la organización definiese sus puntos de vista en torno a problemas políticos tan candentes como el colonialismo y el racismo. Y entonces correspondió a la delegación de la NSA hacer de mediador y tratar de convencer a los extremistas de que la C.E.I. debería ocuparse sólo de los problemas de los “estudiantes en tanto que estudiantes”.
En cierto sentido, se puede decir que fue precisamente la natural evolución de la C.E.I. la que hizo que aumentaran los problemas. La mayoría de las uniones estudiantiles, adheridas en un principio a la organización por resentimiento contra la U.I.E., fueron separándose de ella gradualmente cuando, en parte por influencia de la NSA, la C.E.I. adoptó también una postura propia de la Guerra Fría. En 1960, las cosas habían empezado a cambiar: la U.I.E decidió realizar gestiones con vistas a una reunificación del movimiento estudiantil internacional, mientras que la C.E.I., con la NSA al frente, adoptó una postura intransigente y poco propicia a la negociación.
En 1960, había más de 400 escuelas afiliadas a la NSA. Sus operaciones eran cada día más numerosas y, consecuentemente, mayor también su presupuesto. Aunque los ingresos procedentes de las cuotas de los miembros constituyentes de la NSA eran más bien reducidos, ésta consiguió el apoyo económico de unas cuantas fundaciones norteamericanas. La mayor parte de los ingresos de la NSA se destinaban a sus operaciones internacionales. La NSA organizaba anualmente seminarios de relaciones internacionales, concedía becas a los estudiantes extranjeros, y aún le quedaba suficiente dinero para los viajes de los miembros de su comisión internacional y de sus representantes en el extranjero. A pesar de la democracia formal de la NSA, eran pocos los contactos entre sus operaciones en el extranjero y sus actividades locales.
En los Congresos de la NSA participaban gran número de estudiantes como delegados de las escuelas miembros. Delegados que apenas si sabían algo de las operaciones realizadas anualmente por los representantes de la NSA en el extranjero. De los asuntos internacionales y de las operaciones del personal internacional de la NSA, se encargaba una élite que con su esotérica experiencia podía manejar a voluntad el resto del Congreso. Los representantes de la NSA en el extranjero y los delegados de la C.E.I. no eran elegidos nunca por el Congreso de la NSA.

La NSA ha mostrado siempre dos caras. Sus programas domésticos, sus congresos y sus reuniones regionales han sido siempre abiertos y espontáneos. Y aunque los dirigentes nacionales de la NSA demostraron de vez en cuando un exceso de precaución, solían hacerse eco de las corrientes de opinión liberales de los estudiantes americanos.
En los años cincuenta, la NSA adoptó posturas mucho más liberales de lo que se hubiese podido suponer a juzgar por la apatía entonces reinante entre los estudiantes. Y a partir de 1960, empezó a contagiarse del ambiente de protesta característico de la vida universitaria  de aquellos años. Apoyó a los estudiantes contra la conscripción, se opuso a la guerra del Vietnam y participó en las luchas en pro de los derechos civiles. Desempeñó un papel decisivo en la formación del Student Nonviolent Coordinating Committee, convirtiéndose en uno de sus más fieles defensores, lo que supuso la afiliación de muchas escuelas en 1961. Sin embargo, muy otra ha sido la imagen de la NSA en el extranjero. A pesar de su retórica liberal, los representantes de la NSA en el extranjero parecían más bien diplomáticos profesionales que estudiantes; había en ellos cierta reserva, casi dureza, que contrastaba desagradablemente con su espontaneidad dentro del país.
A la vista de todo esto, no es extraño que muchas personas, al criticar a la NSA, hayan señalado con sospecha sus operaciones internacionales. Como tampoco lo es el que algunos componentes del ala izquierda de la NSA, como Paul Potter (elegido en 1961 vicepresidente de los asuntos nacionales y, posteriormente, presidente de la organización Students for a Democratic Sociey”), revelasen que siempre habían sospechado la existencia de unos vínculos especialmente estrechos entre las operaciones internacionales de la NSA y el Departamento de Estado. Pero muy pocos, hasta la fecha, han planteado una cuestión aún más siniestra: las relaciones entre la CIA y la NSA.
II. EXTRAÑA FINANCIACIÓN
Es del dominio público que la CIA tiene unas cuantas fundaciones que utiliza como frentes directos y, a veces, como «conductos» secretos para canalizar su dinero hacia aquellas organizaciones que gozan de su simpatía. Un esquema del radio de acción de esta trama financiera nos la dio el congresista tejano Wright Patman el 31 de agosto de 1964, al anunciar, en el curso de una investigación sobre el empleo de las fundaciones para la evasión de impuestos, que el J. M. Kaplan Fund, de Nueva York, servía de conducto secreto para los fondos de la CIA. Tan pronto como Patman hizo la declaración, varios representantes de la CIA y del International Revenue acudieron a su oficina para celebrar con él una conferencia. Patman estaba, al parecer, satisfecho de los resultados. Sin retractarse de sus alegatos sobre el Kaplan Fund, anunció: “… La CIA no está incluida en esta investigación”.
Sin embargo, antes de correr otra vez la cortina del secreto, Patman reveló, por lo menos, un hecho muy significativo. Resultaba que cierto número de Fundaciones habían contribuido al Kaplan Fund durante los años decisivos del 1961 al 63, cuando dicho Fondo estaba al servicio de la CIA. Cinco de estas fundaciones ni siquiera estaban en la lista de las exentas de impuestos del International Revenue Service. Eran éstos: el Borden Trust, el Price Fund, el Edsel Fund, el Beacon Fund, y el Kentfield Fund. De todo lo cual se deducía que alguna de las cinco fundaciones, si no todas, era el canal por el que el dinero de la CIA pasaba a los cofres de la fundación Kaplan.

En una conversación sostenida recientemente con el presidente de una prominente Fundación de Nueva Inglaterra, que prefirió quedar en el anonimato, Ramparts pudo averiguar el sistema por el que la CIA se vale para sus fines de fundaciones legítimas con intereses liberales. «Yo no quería ver mi Fundación arrastrándose por el fango de la CIA. En 1965, dos hombres de la CIA trataron de establecer contacto con nosotros. Pidieron permiso al presidente de la Fundación para examinar la lista de las organizaciones por ella subvencionadas. El presidente les enseñó la lista que habían solicitado, y los agentes de la CIA le comunicaron que había varias organizaciones a las que también ellos querían prestar su apoyo. 2Buscamos una alternativa al comunismo y deseamos apoyar los programas de terceras fuerzas, lo que sería imposible si se supiese que este apoyo procede de una fuente gubernamental”.
Los hombres de la CIA propusieron entonces subvencionar a algunas de las organizaciones de la lista y sugirieron que podía extenderse este apoyo económico a otras organizaciones.
Los agentes prometieron que, si se aceptase tal arreglo, ellos podían canalizar el dinero de la CIA hasta la fundación, sin que llegase nunca a descubrirse su procedencia. Adujeron que ya tenían bastante experiencia.
Sin embargo, el presidente llevó la propuesta directamente a la junta y ésta rechazó por una mayoría de cuatro a uno. ¿La razón? Según el presidente, “un sentido de la moral muy del siglo pasado. No nos gustaba lo secreto del asunto”.
Los fondos que, según la investigación de Patman, no eran sino canales de la CIA, pueden ayudarnos a comprender el porqué de parte de los ingresos de la NSA. Como se ve, están extendidos por todo el país (Borden, en Filadelfia; Price, en Nueva York; Beacon, en Boston; Kentfield, en Dallas, y Edsel, últimamente, en San Francisco). Un reportero de Ramparts, que se decidió a comprobar las direcciones indicadas por las Fundaciones, se encontró con que muchas veces no se trataba más que de un pequeño despacho de abogado en el que nadie deseaba hablar de los Fondos. Dos Fundaciones que han financiado parte de los programas internacionales de la NSA –la J. Frederick Brown Foundation y la Independence Foundation, han estado recibiendo contribuciones regulares de cuatro de los Fondos relacionados con la CIA: Price, Borden, Kentfield y Edsel. Las fundaciones Frederick Brown e Independence tienen su sede en la misma dirección: 60 State Street, Boston, donde también está ubicada la prestigiosa firma jurídica Hale and Dorr. Paul F. Hellmuth, conocido procurador de Boston y miembros de Hale and Dorr, y David B. Stone, hombre de negocios y filántropo de Boston, son los administradores de la Independence Foundation. Hellmuth sólo administra la J. Frederick Brown Foundation.
De las dos, la J. Frederick Brown es la menos importante como fuente de gran parte de los ingresos de la NSA. Su contribución a la NSA, fue, en 1963, de 3.300 dólares solamente. Al mismo tiempo subvencionó, entre otras organizaciones con intereses en el extranjero, a la “American Friends of the Middle East” (Amigos Americanos del Oriente Medio). En un artículo publicado en “The Nation” (9 de mayo de 1966), Robert G. Sherrill aventuraba la hipótesis de que la “American Friends” tuviese algo que ver con la CIA. Alegato que no negó ningún funcionario de la Administración.

Por lo que respecta a la NSA, la Independence Foundation es el más importante de los dos intereses de Mr. Hellmuth. La Independence fue declarada exenta de impuestos en 1960. Desde entonces, la mayor parte de sus fondos proceden de otros trust y Fundaciones. En 1962, por ejemplo, la Independence Foundation recibió un total de 247.000 dólares, de los que sólo 18.500 procedían de particulares o de corporaciones; el resto era de otras Fundaciones. Y de ese resto, 1.000.000 de dólares constituyen la aportación de los cuatro Fondos citados en la investigación Patman.
Entre 1962 y 1965, la NSA recibió de la Independence 256.483,33 dólares como donativos para sus programas internacionales. La mayor parte de esa suma se utilizó para sufragar los Seminarios Internacionales de Relaciones Universitarias, «extravagancias» anuales que servían como campos de entrenamiento para los futuros dirigentes internacionales de la NSA.
La NSA sigue dependiendo en gran parte de la generosidad de la Independence. El edificio en que está instalado actualmente el cuartel general de la NSA ha sido cedido por quince años y libre de rentas a esta organización.
Poco después de que, en otoño del 65, la NSA se trasladase a sus nuevas oficinas de Washington, un reportero del «Washington Post» que estaba escribiendo, a la sazón, un artículo sobre la NSA, preguntó a su presidente, Phil Sherburne, quién era el que pagaba las rentas del edificio. Sherburne se negó a divulgar esta información. Claro está que aquel velo de misterio en torno a los nombres de los benefactores no nos debe extrañar en absoluto. De hecho, la NSA no ha rendido nunca cuentas de sus ingresos o sus gastos, ni siquiera en sus congresos.
La Independence Foundation ha apoyado las operaciones de la NSA en el exterior por otros medios indirectos. Por ejemplo, concediendo becas a antiguos funcionarios de la NSA, becas por un importe de unos 3.000 dólares anuales. El objeto de estas becas era permitir que ex funcionarios de la NSA actuasen como representantes en el extranjero, lo que les facilitaba los contactos con las uniones estudiantiles de otros países, pudiendo actual, de esta forma, como agentes libres de la NSA.
En teoría, los representantes en el exterior habían de estar destacados en universidades extranjeras, pero solamente en teoría.
La Independence no ha limitado su generosidad a la NSA. En el período entre 1961 y 1965 dicha Fundación gastó más de 180.000 dólares en la financiación de una interesante operación, conocida bajo el nombre de Independent Research Service (Servicio Independiente de Investigaciones). Era esta la organización que les hizo la vida imposible a los organizadores de los festivales mundiales de la juventud, dominados por los izquierdistas, y que se celebraron en Viena (1959) y en Helsinki (1962). El Independent Research Service envió al Festival a una delegación compuesta por varios centenares de americanos jóvenes para contrarrestar a los comunistas. El IRS sufragó los gastos de todos lo delegados y envió a un grupo de jazz, organizó una exposición de famosos pintores americanos y financió un periódico diario, editado en cinco idiomas.
Aunque era postura oficial del Congreso de la NSA no asistir a los festivales de la juventud, varios funcionarios y ex funcionarios sobresalientes de la NSA participaron plenamente en las actividades desarrolladas por el IRS en Viena y Helsinki. Cuando se celebró el Festival de Helsinki era director del IRS Dennis Shaul, que, poco después, fue elegido presidente de la NSA.
Shaul recibió también, en 1964, una de las “becas” de la Independence.
Cuando un reportero de Ramparts preguntó a Mr. Hellmuth por las actividades y las fuentes de ingresos de su Independence Foundation, éste, hombre generalmente muy abierto, se negó a divulgar las direcciones o cualquier otro tipo de información que tuviese algo que ver con el dinero recibido por sus dos Fundaciones. Sin embargo, Hellmuth se explayó sobre su amistad con varios funcionarios de la NSA.

Otra de las Fundaciones que han aportado a la NSA es la de Sidney and Esther Rabb Charitable Foundation, de Boston. Es sorprendente la similitud entre la Rabb Foundation y el J. M. Kaplan Fund. Rabb, al igual que Kaplan, es un hombre de negocios, de origen judío, y muy conocido en los círculos demócrata liberales del país. Se ha podido comprobar que hasta 1963, la Rabb Foundation tuvo solamente una fuente de ingresos: el propio Rabb. Y hasta este año, los donativos procedentes de dicha Fundación fueron mínimos y dedicados, casi en su totalidad, a obras de beneficencia locales.
Pero en 1963, llegaron a la Fundación Rabb dos contribuciones procedentes del Price Fund de Nueva York –una de los fondos a que alude la investigación de Patman, y la otra, de un contribuyente a las Fundaciones J. Frederick Brown e Independence–. Los donativos eran por un importe de 25.000 y 15.000 dólares, respectivamente. Y ese mismo año, la Rabb Foundation hizo, a su vez, dos importantes donativos por las mismas cantidades, precisamente, uno de 25.000 dólares a “Operations and Policy Research Incorporated”, organización de estrategia orientada hacia la Guerra Fría; y otro, de 15.000 dólares, a la Fundación Fairfield. La Fairfield ha contribuido, por su parte, en varias ocasiones, a los fondos del Congreso por la Libertad de la Cultura, que según “The New york Times”, había sido ya subvencionado en varias ocasiones por la CIA.
Durante 1964 la Rabb Foundation volvió a recibir contribuciones, esta vez procedentes de tres Fondos, y a efectuar después desembolsos de cantidades equivalentes. Recibió 25.000 dólares del Tower Fund e hizo después un donativo de 25.000 dólares también a la International Development Foundation, ente que se ha encargado, entre otras cosas, de la organización, en Latinoamérica, de uniones anticomunistas de campesinos. Participó de forma activa en la República Dominicana durante el periodo de revoluciones de este país. La Rabb Foundation recibió asimismo una contribución por un total de 20.000 dólares, procedentes del Appalachian Fund, y en ese mismo año hizo un desembolso de 20.000 dólares también a favor de la Sociedad Americana de Cultura Africana. Por último, la Rabb Foundation recibió 6.000 dólares del Price Fund, y en el curso del mismo año donó (parece hasta increíble) 6.000 dólares a la NSA, para ayudarla a superar un déficit. En 1965, Rabb hizo, por lo menos, otro donativo a la NSA por valor de 5.000 dólares.
No siempre es fácil obtener información en torno a las Fundaciones que han subvencionado las operaciones internacionales de la NSA. Tomemos como ejemplo a la San Jacinto Foundation. En el pasado, la San Jacinto no sólo ha contribuido con ingentes cantidades de dinero al programa internacional de la NSA, sino que también ha apoyado con sus importantes donativos el programa presupuestario de la ISC. Ha sido, especialmente, generosa, al financiar The Student, publicación de la ISC, editada en cinco idiomas y que se distribuye por todo el mundo, en su calidad de arma anticomunista.

Otro hecho de interés referente a la San Jacinto Foundation es que, al igual que la J. Frederick Brown Foundation, aquélla ha contribuido a los fondos de la organización “Amigos Americanos del Medio Oriente”, sospechosa de pertenecer a la CIA.
Sin embargo, nadie en la NSA o en la C.E.I. parece tener la menor idea de lo que es la San Jacinto Foundation, de quiénes son sus directores y de dónde procede su dinero. La San Jacinto, al parecer, ha conseguido evitar los informes que exige la ley a todas las Fundaciones exentas de impuestos. La San Jacinto no está registrada en la oficina de distrito del International Revenue Service, de Austin (Servicio de Rentas Internacional), ni en la secretaría del Estado, de Tejas.
La San Francisco recibe su correspondencia en las oficinas de F. G. O'Conner, situadas en el edificio San Jacinto, de Houston. Mr. O'Conner es secretario de la Fundación. Al ser interrogado sobre la Fundación por un corresponsal de Ramparts, Mr. O'Conner, sesenta y tantos años, pelo blanco, aspecto distinguido, replicó: “Es una Fundación privada y cerrada, nunca quiso ni quiere publicidad”.
Pero el principal apoyo de las operaciones de la NSA en el exterior lo ha brindado, desde su fundación, en 1952, la «Fundación para Asuntos de la Juventud y de los  Estudiantes», de Nueva York (FYSA). Esta, a diferencia de la Independence y la San Jacinto, si tiene sus oficinas propias, un equipo de trabajo y una junta directiva extremadamente respetable.
En el curso de los últimos años, la FYSA ha engrosado con cientos de miles de dólares anuales el tesoro de la NSA. La cifra que cubre el periodo desde octubre de 1965 hasta octubre de 1966 es de 292.753,60 dólares. Esta suma incluía un donativo de administración general por un importe anual de 120.000 dólares y la financiación de la revista de la NSA, The American Student, así como la participación de estudiantes extranjeros en los congresos de la NSA, proyectos de asistencia técnica, &c. De estos fondos procedía también la contribución de la NSA a la C.E.I.
Además, la FYSA se encargaba siempre de cubrir cualquier déficit que registrara la NSA y, actualmente, la FYSA sigue concediendo «becas» a ex funcionarios de la NSA para que puedan realizar estudios en el extranjero.
La FYSA es asimismo el principal canal de que se valen los Estados Unidos para apoyar económicamente a aquellas uniones nacionales de estudiantes que gozan de la simpatía de la directiva de la NSA. Y la FYSA ha sido prácticamente la única fuente de apoyo exterior, si se exceptúa a la misteriosa San Jacinto Foundation, con que ha contado siempre la ISC para sus programas. Entre 1962 y 1964, como demuestran los anales de la ISC, estas dos fundaciones solamente (sobre todo la FYSA) aportaron más del 90 por ciento del presupuesto de los programas de la ISC, presupuesto astronómico de 1.826.000 dólares. Sin el apoyo de la FYSA, la ISC sería literalmente impotente en tanto que organización internacional.

El secretario ejecutivo de la FYSA es Harry Lunn, de unos treinta años, alto, de rostro rubicundo y con poco pelo en la cabeza, que, en su época de presidente de la NSA, hizo varias peticiones de donativos a la Fundación que ahora dirige. Lunn negó rotundamente la sugerencia de que su Fundación estuviese encargada de canalizar el dinero que la CIA destinaba a la NSA. Sin embargo, no quiso hacer para esta revista un informe económico.
Terminada su presidencia de la NSA (1954-1955), Lunn formó parte de una delegación enviada por la C.E.I. al Sudeste de Asia. Posteriormente trabajó en el Departamento de Defensa Norteamericano. Después estuvo empleado en la Embajada de USA en París y en la Agency for International Development (Agencia para el Desarrollo Internacional), participando en la preparación de los programas de la Alianza para el Progreso. En 1965 pasó a la FYSA. Lunn tomó parte también, mientras trabajaba en el Departamento de Defensa, en las actividades desarrolladas por el Independent Research Service (un organismo radicalmente anticomunista) en el festival de la Juventud de Viena de 1959.
 La carrera de Lunn sirve para explicar las íntimas relaciones existentes entre la NSA, la política estudiantil internacional y la Guerra Fría. Y es vivo ejemplo de un “slogan” que había en el antiguo cuartel general de la NSA en Filadelfia: “El dirigente estudiantil de hoy es el dirigente político de mañana”.
III. UNA CONVERSACIÓN EXTRAORDINARIA
La escena: un restaurante, estilo continental, con muy pocas luces en el interior, en la Connecticut Avenue de Washington D. C. Era un mediodía de la tercera semana del mes de marzo del 66 y, en una de las mesas, se estaba celebrando una conversación que iba a dar como resultado la revelación de las infiltraciones de la CIA en la NSA, infiltraciones que habían empezado quince años antes.
En la conversación participaban dos personas. Una de ellas, Phil Sherburne, presidente de la NSA de 1965 a 1966. De constitución atlética, rubio, con gran autodominio, la presidencia de la NSA no era sino la más reciente etapa en su meteórica carrera en el campo de la política estudiantil. Su interlocutor era Michael Wood, veintitrés años, jefe del departamento de desarrollo de la NSA. Wood había hecho también una rápida carrera. Salió del Pomona College como «senior», para trabajar en Watts en pro de los derechos civiles. Uno de los proyectos realizados por él a tal fin llamó la atención de un funcionario de la NSA. En la primavera de 1965, Wood fue nombrado consultor de la NSA para convertirse, al poco tiempo, en director del departamento de desarrollo de la NSA. Además de recaudar fondos para la NSA, Wood ayudó a Sherburne a llevar a cabo nuevos programas, siendo incluso consultado por funcionarios de la Casa Blanca en torno a las propuestas presidenciales de reclutamiento y edad mínima para poder ejercer el derecho de votación. Llegó incluso a recibir una carta de Douglas Cater, ayudante especial del Presidente, en la que le felicitaba por sus excelentes informes.
Wood se había reunido con Sherburne en aquel restaurante de Washington porque estaba preocupado. No había encontrado nada más que obstáculos en sus intentos por recaudar fondos para la NSA. Le había molestado especialmente la falta de interés de los demás miembros del equipo internacional de la Asociación por todo lo referente a la recaudación de fondos de Fundaciones nacionales. Las cantidades de dinero necesarias ascendían muchas veces a cientos de miles de dólares, y, sin embargo, las propuestas sometidas a las Fundaciones que prestaban su apoyo al programa internacional de la NSA se hacían siempre muy a la ligera. Además se quejaba porque el presidente Sherburne negociaba con las Fundaciones sin contar con Wood.
Después de seis meses de aguantar todo esto, Wood le dijo a Sherburne, con el que había intimado bastante, que, o bien se le hacía enteramente responsable del programa de recaudación de fondos, o se vería obligado a dimitir. Fue entonces cuando Sherburne le invitó a un íntimo almuerzo-conferencia. Ahora transcribiremos lo que, según Wood, se discutió en aquella ocasión y en otras subsiguientes:
Sherburne empezó por hablarle a Wood de “ciertos lazos existentes ante la NSA y diversas agencias gubernamentales encargadas de las relaciones internacionales”, de todo lo cual Wood no sabía ni palabra. Esta era, le explicó Sherburne, la razón por la que él, Wood, no podía tener enteramente la responsabilidad de las recaudaciones de fondos de la NSA. Wood se mostró sorprendido. “¿Quieres decir la CIA?”, le preguntó a Sherburne. Y éste hizo una señal afirmativa con la cabeza. A continuación, Sherburne le dijo a Wood que, en realidad, al nombrarle para el cargo de jefe de departamento de desarrollo tenían que haberle informado de las relaciones entre la NSA y la CIA y que si no lo habían hecho era porque algunos miembros de la NSA, así como los agentes de la CIA, no le consideraban digno de confianza, desde el punto de vista político. Además de haber trabajado en pro de los derechos civiles, Wood había adquirido cierta reputación de radical. Y como no se le podía hablar de las relaciones con la CIA, tampoco era conveniente que supiese ciertas cosas referentes al financiamiento de la NSA.
Sherburne expresó a Wood la esperanza de que todo lo que se había hablado durante el almuerzo quedase entre ellos. Si se lo había contado a Wood era porque no quería que se marchara de la NSA. Más tarde explicó que prefería tener un amigo en quien poder confiar y con quien discutir, mejor que con los otros componentes de la directiva de la Asociación, las relaciones entre ésta y la CIA.

La CIA, dijo Sherburne, había conseguido inmiscuirse por primera vez en las operaciones internacionales de la Asociación en la primera mitad de los años cincuenta. Desde entonces, prácticamente todos los presidentes y los vicepresidentes para asuntos internacionales de la organización habían sabido las relaciones con la CIA y habían aceptado cooperar con ella.
Shetburne dijo también que la mayor pare de las Fundaciones que subvencionaban las operaciones internacionales de la NSA no hacían sino pasar el dinero de la CIA. Más aún, algunas de estas Fundaciones cubrían todos los déficits anuales de la NSA y habían incluso financiado la adquisición, por parte de la NSA, de las nuevas oficinas nacionales de la Asociación en Washington. Esto explicaba todo el misterio en torno a la adquisición y a las rentas de las nuevas oficinas nacionales de la NSA en Washington.
 Entre las Fundaciones encargadas de pasar los fondos de la CIA, Sherburne mencionó, según Wood, a la Independence Foundation, a la San Jacinto Foundation, a la Foundation for Youth and Student Affairs (Fundación par Asuntos de la Juventud y los Estudiantes), a la Sidney and Esther Rabb Foundation y a la J. Frederick Foundation. Sherburne no tenía noticia, sin embargo, de que el dinero de la CIA pasase por la Ford, la Rockefeller, la Asia Foundation o por otros grupos financieros de los que la NSA había también recibido subvenciones en el pasado.
Sherburne habló de la injerencia de la CIA en la política estudiantil internacional como de un hecho consumado, arguyendo, al mismo tiempo, que, de todas formas, las subvenciones de la Agencia eran indispensables para la Asociación Nacional y que, aunque no se podía decir que las relaciones con aquélla fuesen precisamente deseables, tenía serias dudas de que la NSA pudiese conseguir por otro lado tan ingentes sumas de dinero como recibía de la CIA. Además la Agencia había prestado su apoyo a muchos programas liberales de la NSA en el extranjero. Por todo lo cual, Sherburne opinaba que la ruptura de dichos lazos traería consigo un desastre económico para la NSA.
La CIA se interesaba casi exclusivamente por los programas internacionales de la NSA. Ninguno de los funcionarios de la NSA que se ocupaban del programa nacional de la Organización tenía nada que ver con la CIA y eran en realidad muy pocos, si es que había alguno, los que tenían noticia de dichas relaciones. Además no resultaba tan difícil mantener secreta su existencia, ya que, desde 1947 hasta 1960, los departamentos nacional e internacional de la NSA estuvieron en dos ciudades distintas.
En el curso de sus frecuentes conversaciones, Sherburne fue dándole a Wood una explicación parcial del argot utilizado por los agentes de la CIA destacados en la NSA para hablar de las relaciones entre ambos organismos en locales semipúblicos. La CIA en la “firma”, no utilizándose jamás la palabra Agencia. No se decía que tal persona era un agente sino que era “ingenioso”; y a los que trabajan como burócratas en la Agencia se les llamaba “muchachos”. Muchos de los miembros importantes de la NSA tenían apodos especiales. El nombre en clave de Sherburne era Mr. Grants (Mr. Donativos) (por la facilidad con que conseguía siempre los fondos).
Sherburne reveló a Wood que antes de iniciar en el secreto a un funcionario de la comisión internacional de la NSA, la Agencia encargaba a un ex funcionario de la NSA de comprobar si era digno de confianza. Luego se le invitaba a comer en algún restaurante. Sus anfitriones eran siempre alguna de sus compañeros, ya iniciado, y un agente de la CIA. Los contactos de la NSA se establecían siempre con el Departamento de Planificación de la División número 5 de Acción Secreta. De este modo, el “ingenioso” en potencia creía que sus anfitriones no eran sino un compañero suyo y un alumno de la NSA. Durante el almuerzo, éstos le decían que había ciertas cosas que debía saber, relacionadas con las actividades del equipo internacional, pero que como afectaban a la seguridad del país tenía que firmar previamente un voto de “seguridad nacional”.

Si firmaba la declaración jurada por la que se comprometía a guardar silencio sobre cualquier información que se divulgase, se le hablaba de las relaciones con la CIA y se le pedía que cooperase.
Todo lo cual implicaba naturalmente que si a cualquier miembro del equipo internacional se le ocurriese decir algo sobre estas relaciones, se le impondría inmediatamente un severo castigo legal. De este modo, los oficiales internacionales no podían admitir la existencia de tales lazos con la CIA, ni siquiera hablando con otros miembros de la NSA, Sherburne fue el que abrió la primera brecha en un muro de silencio que tenía ya quince años.