El combate antiimperialista del Estado-nación y del pueblo sirios es el de todos los pueblos del mundo
Red Voltaire
| París (Francia)
Por Claude Beaulieu y Genevieve Blache, miembros de la dirección del Comité Valmy*
La situación existente en Siria
es esencialmente resultado de una agresión externa
Siria está desde hace décadas en estado de guerra latente con Israel y Estados Unidos.
La actual crisis, impuesta por los dirigentes estadounidenses,
alcanza, en materia de barbarie y de violación de la legalidad
internacional, un nivel de cinismo raramente visto durante la larga
serie de injerencias, de agresiones y guerras que esos mismos dirigentes
han venido perpetrando ininterrumpidamente, fundamentalmente desde el
fin de la Segunda Guerra Mundial.
Esa constante violación de la legalidad internacional y de la Carta
de la ONU ha llevado a los dirigentes estadounidenses a dejar de tener
en cuenta, cada vez más a menudo, los procedimientos y las reglas de la
diplomacia en las relaciones entre los Estados soberanos que la
civilización ha ido construyendo a lo largo de siglos. Esa predilección
por la ley de la selva en materia de geopolítica cuenta con la total
aprobación de sus vasallos occidentales, que además también la adoptan
como comportamiento. Personajes como el ex presidente francés Nicolas
Sarkozy, el actual presidente francés Francois Hollande y sus
respectivos ministros de Relaciones Exteriores, Alain Juppé y Laurent
Fabius, se cuentan hoy entre los más sumisos de esos vasallos.
Esta realidad concreta, que sigue empeorando con el paso de los años y
que ningún antiimperialista puede pasar por alto, obligó a Siria a
dotarse de un Estado particularmente solido, ciertamente imperfecto y no
desprovisto de defectos, pero que le ha permitido mantenerse hasta hoy
como el único país árabe laico verdaderamente independiente de todo el
Medio Oriente, capaz de resistir al vandalismo euroatlántico, sionista y
occidentalista, que asesina en colaboración con el islamismo radical
más retrógrado.
Rechazando el vasallaje y el desmantelamiento de su país, el gobierno
antiimperialista de la República Árabe Siria y el pueblo, que en su
mayoría, lo respalda activamente libran actualmente una encarnizada
lucha en la que oponen fiera resistencia a una guerra de agresión
proveniente del exterior. Planeada y preparada desde hace mucho tiempo
por las diferentes administraciones estadounidenses, esta guerra está
siendo implementada por una alianza en la que se asocian las fuerzas
conjugadas de las barbaries occidentalista y sionista con las de los
mercenarios yihadistas wahabitas, salafistas y takfiristas.
En esta agresión, el peso específico de los colaboradores [de la agresión externa] del ejército «sirio libre»
es secundario en relación con el de las bandas terroristas provenientes
del extranjero. Y sólo aparecen como una fuerza adicional destinada a
garantizar el color local y a servir de justificación siria a una
intervención exterior.
A pesar de la gravedad de la injerencia euroatlántica y del carácter
inhumano de esta guerra de agresión financiada por los miles de millones
de dólares de Qatar y de Arabia Saudita, a pesar de las traiciones
remuneradas o de la ocupación parcial del territorio nacional por parte
de Israel, que pretende anexar la meseta del Golán, los sirios, bajo la
dirección de su legítimo gobierno, han emprendido –a pesar de todo– un
difícil proceso de democratización de su sociedad, conjugado con el
desarrollo de la resistencia a favor de la independencia, de la
soberanía, del laicismo y del rechazo a la guerra civil
interconfesional.
Hemos sido testigos, desde hace 2 años, de un metódico trabajo de
fortalecimiento de la soberanía en Siria, al contrario de lo que puede
verse en Francia y en los demás países vasallos de la Eurodictadura,
países en los que las oligarquías financieras están destruyendo los
Estados-naciones, la democracia y la soberanía de los pueblos,
imponiendo además a estos últimos una regresión social que agravan
ininterrumpidamente.
En su discurso del 30 de marzo de 2011 ante la Asamblea del Pueblo,
el presidente Bachar al-Assad expresó una voluntad reformadora que desde
entonces no ha dejado de poner en práctica, por etapas, a pesar de los
obstáculos que la situación de guerra multiplica inevitablemente en el
complejo marco del desarrollo de las libertades democráticas.
Resistencia patriótica acompañada de un proceso de reformas democráticas
Subrayemos aquí, fundamentalmente, las siguientes etapas:
En
julio de 2011, el parlamento sirio estableció el pluralismo político y
legalizó la existencia de partidos de oposición, dirigidos por
personalidades que en algunos casos estuvieron anteriormente en prisión.
El 26 de febrero de 2011 se adoptó una nueva Constitución siria como resultado de un referendo que arrojó un 89,4% de aprobación, con un 57,4% participación de los electores a pesar de una situación caracterizada por masacres, atentados y amenazas terroristas. Esta Constitución, que pone fin a la supremacía autoritaria del partido Baas, en el poder desde hace medio siglo, fue promovida por el propio Assad, quien se ha dado claramente a la tarea de hacer evolucionar un sistema político del que él mismo tiende a separarse para favorecer la promoción de una amplia unión patriótica que permita poner fin a la guerra así como concretar y profundizar la anunciada reforma.
El 7 de mayo de 2012 se realizaron elecciones legislativas. La participación alcanzó el 51,36%, cifra elevada dado lo difícil del contexto. Aunque el bloque «Unidad Nacional», que apoya al presidente Bachar al-Assad, ganó esas elecciones, es importante señalar que varios miembros de la oposición democrática también resultaron electos, lo cual representa un progreso significativo que no dejará ciertamente de arrojar resultados.
El 23 de junio de 2012 se constituyó en Siria un nuevo gobierno, del que forman parte dos miembros de la oposición fieles a la nación: Qadri Jamil y Ali Heidar, quienes presiden el Frente Popular para el Cambio y la Liberación, creado en julio de 2011 (este movimiento, que reúne a comunistas y patriotas progresistas, participó en las elecciones legislativas del mes de mayo, actúa a favor de las reformas, condena la violencia y se opone a toda intervención o injerencia extranjera).
Quadri Jamil, diputado de la oposición democrática en la Asamblea del Pueblo (como participante en las elecciones del 7 de mayo), proveniente del movimiento comunista, fue nombrado viceprimer ministro a cargo de los asuntos económicos y ministro de Comercio Interior y de Protección del Consumidor, mientras que Ali Haidar fue nombrado ministro de Estado para la Reconciliación Nacional, cargo en el cual está haciendo una contribución particularmente útil a la unificación popular.
El 22 y el 23 de septiembre de 2012 se desarrolló en Damasco, y en presencia de embajadores presentes en ese país –como los de Rusia y China–, el congreso de una coordinación de la oposición de la que forman parte 20 partidos y cuadros políticos de la oposición.
El 26 de febrero de 2011 se adoptó una nueva Constitución siria como resultado de un referendo que arrojó un 89,4% de aprobación, con un 57,4% participación de los electores a pesar de una situación caracterizada por masacres, atentados y amenazas terroristas. Esta Constitución, que pone fin a la supremacía autoritaria del partido Baas, en el poder desde hace medio siglo, fue promovida por el propio Assad, quien se ha dado claramente a la tarea de hacer evolucionar un sistema político del que él mismo tiende a separarse para favorecer la promoción de una amplia unión patriótica que permita poner fin a la guerra así como concretar y profundizar la anunciada reforma.
El 7 de mayo de 2012 se realizaron elecciones legislativas. La participación alcanzó el 51,36%, cifra elevada dado lo difícil del contexto. Aunque el bloque «Unidad Nacional», que apoya al presidente Bachar al-Assad, ganó esas elecciones, es importante señalar que varios miembros de la oposición democrática también resultaron electos, lo cual representa un progreso significativo que no dejará ciertamente de arrojar resultados.
El 23 de junio de 2012 se constituyó en Siria un nuevo gobierno, del que forman parte dos miembros de la oposición fieles a la nación: Qadri Jamil y Ali Heidar, quienes presiden el Frente Popular para el Cambio y la Liberación, creado en julio de 2011 (este movimiento, que reúne a comunistas y patriotas progresistas, participó en las elecciones legislativas del mes de mayo, actúa a favor de las reformas, condena la violencia y se opone a toda intervención o injerencia extranjera).
Quadri Jamil, diputado de la oposición democrática en la Asamblea del Pueblo (como participante en las elecciones del 7 de mayo), proveniente del movimiento comunista, fue nombrado viceprimer ministro a cargo de los asuntos económicos y ministro de Comercio Interior y de Protección del Consumidor, mientras que Ali Haidar fue nombrado ministro de Estado para la Reconciliación Nacional, cargo en el cual está haciendo una contribución particularmente útil a la unificación popular.
El 22 y el 23 de septiembre de 2012 se desarrolló en Damasco, y en presencia de embajadores presentes en ese país –como los de Rusia y China–, el congreso de una coordinación de la oposición de la que forman parte 20 partidos y cuadros políticos de la oposición.
El presidente sirio se ha pronunciado en diferentes ocasiones por un
diálogo nacional con la oposición democrática como medio de buscar una
posible solución política de consenso a la crisis…
Es esa oposición, y así hay que recalcarlo, recientemente recibida en
Moscú, la que hasta ahora sigue rechazando el diálogo patriótico. Y
está siendo estimulada al rechazo del debate soberano por la injerencia y
las manipulaciones de los provocadores occidentales, como el ex
ministro francés de Relaciones Exteriores Alain Juppé y su sucesor Laurent Fabius, quien incluso ha llamado a asesinar al jefe de Estado sirio.
El general libanes Michel Aoun, presidente de la Corriente Patriótica
Libre libanesa, declaró recientemente, y con toda razón, que Siria está
«más cerca de la democracia que cualquier otro país árabe». E incluso lanzó una advertencia contra el derrocamiento del régimen de Assad, señalando que eso sería el «preludio de una guerra mundial».
Un patriota laico y reformador,
un combatiente antiimperialista de estatura internacional
Carismático hombre de Estado, valeroso y decidido, el presidente de
la República Árabe Siria surge en el mundo de las mentes libres, de las
mentes liberadas del pensamiento único, como un dirigente
antiimperialista consecuente, de la estatura de los dirigentes que
caracterizaron la lucha anticolonialista del siglo 20.
- El presidente Bachar al-Assad conversa con civiles y con soldados del Ejército Árabe Sirio durante una visita al barrio de Baba Amro, en Homs, el 27 de marzo de 2012.
- Foto: Agencia SANA
Aunque en condiciones diferentes, Bachar al-Assad está dirigiendo una
lucha claramente solidaria con la que están librando Hugo Chávez y el
pueblo de Venezuela, por citar sólo ese ejemplo. Los antiimperialistas
que, a través del mundo, no han aceptado la demonización de Fidel Castro
y de Hugo Chávez por parte de los medios de la prostituida prensa
occidental tampoco deben aceptar la imagen falsa de Bachar al-Assad como
un autócrata sanguinario, imagen que la guerra ideológica está tratando
de imponer.
Es evidente que Bachar al-Assad cuenta con el respaldo de la mayoría
de los sirios, que se revela además como el dirigente más apto para
implementar la victoria militar y política sobre los agresores
imperialistas y sus colaboradores y mercenarios. Es también el más
decidido a unificar el pueblo-nación agredido alrededor de una política
reformadora de defensa de la soberanía y de la independencia nacionales
así como del desarrollo de las libertades democráticas y el progreso.
¿No habría que tener en cuenta, además, que el combate que se ha
impuesto a Siria, a su gobierno y a su patriótico pueblo pone
objetivamente a ese Estado-nación a la vanguardia de la defensa de la
causa de los pueblos del mundo?
La Siria soberana es en realidad una estratégica posición avanzada de
la lucha contra el sometimiento de las naciones y por la libertad de
todos los pueblos del mundo que hoy se encuentran convertidos en
vasallos, oprimidos o bajo la amenaza estadounidense de agresión y de
guerra, amenaza respaldada por el bloque euroatlántico y occidentalista y
sus diversos agentes.
Si cayera la Siria antiimperialista y laica, lo cual no creemos, ello
representaría una evidente derrota para Irán, Rusia y China. La Siria
que resiste es un cerrojo que en cierta forma protege a esos países al
retrasar la agresión ya programada. Esos tres países están hoy rodeados
de numerosas bases militares y se hallan en la mira de los diversos
dispositivos belicistas que controlados por los dirigentes
estadounidenses que, como ya sabemos, están instalando además sistemas
antimisiles con la pretensión de hacerse invulnerables.
Siria y su pueblo vencerán, estamos convencidos de ello, ante el
salvajismo estadounidense. Si a pesar de todo sucediera lo contrario,
ello significaría nuestra propia derrota, la de todos los ciudadanos
pacíficos del mundo, la de todos los pueblos y naciones oprimidos y en
situación de vasallaje. Como han señalado el general Aoun y otros como
él, ello abriría el camino a una nueva guerra mundial.
Lo que está en juego en Siria no sólo es el derecho del
pueblo de ese país sino el derecho de todos los pueblos a disponer de sí
mismos.
El futuro del Estado sirio, la elección de sus dirigentes, asuntos de
la exclusiva competencia de la soberanía popular y de la independencia
nacional, deben decidirse en Siria y en ningún otro lugar, ni en
Washington, ni en Tel Aviv, ni en París o ninguna otra capital.
La cuestión social y la cuestión nacional son inseparables
Los comunistas y los progresistas sirios han denunciado diversas
privatizaciones y, con ellas, la invasiva influencia –durante los
últimos años– del FMI y del neoliberalismo sobre la política económica
de su país, así como sus secuelas antisociales, que provocaron un
descontento popular naturalmente explotado por la oposición, de forma
legítima o con fines demagógicos.
La actual búsqueda, por parte del pueblo sirio, de una forma de unión
alrededor de la preservación del Estado-nación laico que garantice la
victoria ante la guerra de agresión puede ser la oportunidad, para los
patriotas, de conjugar el interés de la Nación, la soberanía popular y
el desarrollo de las libertades democráticas con una política de
reconstrucción económica que incluya el progreso social.
Esta particular situación no deja de recordarnos el heroico camino
que durante la Segunda Guerra Mundial condujo en Francia a la
constitución del Consejo Nacional de la Resistencia y a la elaboración
de su programa.