Tras la invasión de Irak a manos de
EE.UU. y sus aliados en 2003 empezaron a circular rumores de otra
posible intervención en Siria. Pero se conoce que sus impulsores no han
encontrado hasta ahora el momento idóneo para atacar, en el contexto de
esa nueva oleada de “revoluciones de terciopelo” que se ha dado en
llamar “Primavera Árabe”.
El mismo guión que en Libia
La crisis de Siria sigue el mismo guión
que la de Libia. A las protestas legítimas ciudadanas contra una
república “hereditaria” monopolizada por la familia Al Assad, se sumaron
una serie de acciones armadas destinadas a desestabilizar el país para
provocar una intervención de las potencias con intereses geopolíticos en
la zona (EE.UU. y Francia). Estas potencias han contado con la
inestimable ayuda de las petromonarquías del Golfo Pérsico (Arabia Saudí
y los Emiratos Árabes) que han aportado petrodólares y combatientes
islámicos que están sembrando el terror en Siria igual que lo hicieron
en Libia (o como lo hicieron también hace años en Bosnia, Kosovo o
Chechenia) con ataques a la multitud con francotiradores, con bombas,
con morteros, con sabotajes a oleoductos o con secuestros y asesinatos
selectivos [1]. A estas monarquías, con Qatar a la cabeza, les han
encargado las potencias occidentales dinamitar los regímenes más laicos
del mundo árabe (y más “modernos” si se comparan con las monarquías
feudales y teocráticas del Golfo). Algunos de estos regímenes eran muy
corruptos y serviles frente a los intereses de las grandes
multinacionales (Túnez, Egipto) y no han tardado mucho en caer; otros
mezclaban nacionalismo árabe con medidas socializantes y gozaban de
mayor respaldo popular por lo que han hecho falta las bombas de la OTAN
para derribarlos. Éste ha sido el caso de Libia. Y ahora le toca el
turno a Siria.
El valor geoestratégico de Siria
Siria, como país clave en la conducción de
petróleo, tiene para la estrategia estadounidense de dominio del
negocio energético un valor crucial. Por este país árabe cruzan dos
oleoductos que vienen de Irak y desembocan en el Mediterráneo. Uno pasa
por la localidad de Homs (donde no es causalidad que los grupos armados
yihadistas hayan actuado con tanta violencia) y otro por los altos del
Golán, un territorio que Israel le arrebató a Siria en la Guerra de los
Seis Días (es obvio por qué). Pero además la zona costera de Siria es
uno de los principales escollos para el macroproyecto de oleoducto que
llevará el petróleo de Bakú (Azerbaiyán) a través de Turquía e Israel
hacia Asia, presumiblemente hasta la India (surtir a una potencia
emergente de la envergadura de la India es el gran negocio del siglo
XXI, que EE.UU. no quiere perder). Parte de este proyecto ya está hecho:
el oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan (téngase en cuenta que los países por
los que pasa, a saber, Azerbaiyán, Georgia y Turquía, son aliados de la
OTAN), un oleoducto considerado como el más estratégico del mundo ya que
surte a los mercados occidentales. Pero aún falta lo más peliagudo:
para llevar ese petróleo desde Turquía a través de Israel hacia Asia hay
que pasar por 400 Km. de costa siria y libanesa.
Por ello el Pentágono lleva tiempo
pensando en remodelar el mapa de Oriente Medio. Dentro de este plan de
remodelación de las fronteras de Oriente Medio estaría crear un “Gran
Líbano” que arrebatara su costa a Siria, dejándola sin salida al mar.
Aquí hay que aclarar que el estado del Líbano fue creación del
imperialismo francés que, cuando llegó la hora de la descolonización en
1943, dio la independencia a Siria y al Líbano por separado [2]. No es
extraño pues que tras la invasión de Irak por parte de EE.UU. y sus
aliados en 2003 se buscara la intervención en Líbano poniendo como
excusa el atentado que costó la vida al Primer Ministro libanés Rafiq
Hariri el 14 de febrero de 2005. Del atentado culparon inmediatamente a
Siria cuando el suceso fue de lo más extraño: ¿cómo es posible que al
día siguiente de una explosión de 1000 Kg. de TNT la calle estuviera
reconstruida y abierta al tráfico destruyendo así el escenario del
crimen y todas las pruebas? Por otra parte, Siria nada ganaba con ese
atentado; al contrario, realmente, quienes ganaban, y mucho, eran
EE.UU., Francia e Israel que son los que más tajada pueden sacar de que
la zona se convulsione y que, por tanto, los convierte en principales
sospechosos de haber promovido el atentado. Este atentado fue la excusa
parar dictar la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU (UNIFIL)
1701 para la supuesta pacificación del Líbano que congregó gran número
de barcos de guerra de la OTAN (entre ellos dos españoles) frente a las
costas de Siria, costas donde a su vez Rusia, aliado estratégico de
Siria, tiene importantes bases militares [3].
Pero además, si EE.UU. logra invadir el
territorio sirio y hace lo propio con Irán (hay rumores de ello desde
2007) cercará a Rusia por el sur puesto que Washington cuenta con bases
en países “amigos” en la frontera meridional de lo que era la URSS y se
acercará peligrosamente a su otra gran potencia rival y también aliada
de Siria: China. Con lo cual tenemos todos los ingredientes para una
futura guerra a gran escala que, aquí está lo grave, sería una guerra nuclear.
El frente mediático y "humanitario"
Esta estrategia belicista cuenta, como ya
es habitual, con la ayuda de grandes medios de comunicación, de ONG´s y
de conocidos gurús del “intervencionismo humanitario”. En efecto, la
mayoría de la información sobre Siria que difunden nuestros periodistas
procede de la cadena Al Jazeera, propiedad de la familia real qatarí. De
ahí que los media estén achacando al gobierno de Al Asad los numerosos
muertos de los ataques con francotiradores y bombas de los grupos
armados yihadistas. Esto ha dado lugar a la difusión de bulos
absolutamente esperpénticos: una mujer supuestamente secuestrada y
decapitada por las fuerzas leales a Al Asad que aparece para desmentirlo
todo en la televisión estatal Siria, viva y con la cabeza en su sitio;
imágenes de manifestaciones multitudinarias de la oposición que en
realidad son de partidarios de Al Asad; una supuesta lesbiana siria
veinteañera que denuncia en su blog la persecución a la que somete el
gobierno a los homosexuales pero que resulta ser un señor de 40 años
norteamericano residente en Escocia; una rueda de prensa en la que un
miembro de la oposición recita la guía telefónica de Damasco y la hace
pasar por una lista de víctimas de la represión de Al Asad... [4]
Especial mención merece el diario de “izquierdas” Público que
difunde la versión de la oposición armada siria sin cambiar una coma
porque su propietario, Jaume Roures, tiene importantes negocios en
Qatar. Y qué decir de ONG´s como Amnistía Internacional, que informan de
las masacres gubernamentales sin haber puesto un pie en Siria o de la
“izquierda” partidaria del “intervencionismo humanitario” (de forma más o
menos disimulada) [5] y su crítica selectiva contra los “regímenes” de
Libia o Siria pero no tanto contra el de Irak (que, como el de Al Asad,
era baasista). Cómo se nota que en la Casa Blanca gobierna un demócrata.