MINEROS, ESCAPULARIOS Y POCIONES MÁGICAS
Antonio PÉREZ beltranp@arrakis.es
El jueves 16 de agosto de 2012, cerca de la ciudad de Marikana
(Noroeste, Sudáfrica), en una mina de platino propiedad de la empresa
londinense Lonmin, quinientos policías provistos de fusiles de asalto R4
ametrallaron a placer a una masa de mineros en huelga. Como es
habitual, nunca sabremos la cifra exacta de asesinados pero ronda los
40. Los detalles de la matanza se pudieron ver casi en directo –o en streaming-.
Buena parte de los informadores y comentaristas –si no todos-, han
introducido en las respectivas narrativas del siniestro acontecimiento
una propina tan desviacionista como insidiosa: que los mineros estaban
envalentonados porque ‘una hechicera’ les había proporcionado una poción
que les hacía inmunes a las balas.
Como seguramente esperaban los estrategas de la manipulación
mediática, la anécdota de la poción ha engordado las discusiones de
taberna oscureciendo la pregunta de fondo: ¿realmente ha terminado el
apartheid? Para nosotros, lo de menos es saber si la anécdota es
verdadera o falsa. Un poco más relevante, pero no mucho, nos parece el
detalle de que tenía que ser una mujer quien hechizara a los mineros. Y,
en definitiva, lo realmente grave es que la acorazada mediática siga
utilizando con éxito artimañas tan manoseadas.
No cabe duda de que el éxito de la anécdota se sustenta en
estereotipos tan arraigados como para mantener su vigencia por encima de
los siglos, de las evidencias y de la razón. Según estos (criminales)
prejuicios, la truculenta y colorista historieta de la poción es creíble
porque los negros son supersticiosos por antonomasia -y las mujeres, ya
se sabe, son todas brujas-.
Ahora bien, la susodicha ‘poción mágica’ –probablemente, las conocidas como intelezi y/o inphepho-, no tiene nada de exclusivamente sudafricana. Pociones mágicas existen por doquier. Traduzcan intelezi
por sortilegio, amuleto, conjuro, barlachí -en caló-, talismán o
idolillo y se verán abrumados por su omnipresencia en todos los tiempos y
culturas. Den un paso más, tradúzcanlo por “medalla” y su pecho se
hundirá bajo el peso de un impoluto orgullo cívico que les protegerá de
la chusma libertina. Pero quizá no sea recomendable que sigan dando
pasos no sea que descubran “reliquia” y no vaya a ser que el milagro
inherente se convierta en tropezón con la Iglesia.
Vamos a suponer que realmente existió la susodicha poción. Pues bien,
incluso en este supuesto, la anécdota sigue siendo banal. ¿Acaso los
mineros sudafricanos son menos que, por ejemplo, aquellos requetés de la
guerra civil española cuyo valor se cifraba en el poder del escapulario
“Detente bala”? Lo que ya no es tan banal es la manera en la que una
metáfora –“úsalo como si tuviera poder”- es tomada al pie de la letra –“úsalo porque tiene
poder”-, sinrazón por la cual lo que desaparece sin duda es el
inmensamente fructífero poder generativo de la metáfora y, por ende, la
metáfora misma. Al final de estas notas abundaremos sobre este asesinato
cognitivo.
Marikana y sus gentes
Dos sindicatos
La matanza de Lonmin
Las pociones mágicas en Sudáfrica
Las pociones mágicas de los mineros
Las pociones mágicas de los ejecutivos
Las pociones mágicas de los policías
Propina metafísica
Cibergrafía
Marikana y sus gentes
Marikana es una pequeña ciudad en la provincia Noroeste, vecina del
área Johannesburgo-Pretoria. ¿Quiénes son y de dónde vienen sus
mineros?: si la invasión europea, la colonización, el apartheid y las
exigencias de la industria extractivista no hubieran deportado en
Sudáfrica a pueblos indígenas enteros, los mineros de Lonmin hubieran
sido naturales del área local de Marikana, a saber, pertenecientes al
pueblo de habla Tsotsitaal, un idioma pseudo-criollo con abundantes
préstamos de afrikaan, inglés y bantú. Pero es más probable que estos
mineros, deportados y hacinados en poblaciones de aluvión, provengan
mayoritariamente de cualquier parte –sobre todo, de Transkei- y
conformen una masa desarraigada y multiétnica con alguna preponderancia
Xhosa, un pueblo que cuenta con más de 8 millones de personas.
Como máxima esperanza, los mineros de Marikana sueñan con alcanzar
los 49,81 años -expectativa de vida del varón sudafricano-. Por lo
demás, no hace falta ser experto en geografía sudafricana para saber que
sus condiciones de vida guardan una relación inversamente proporcional a
la riqueza que producen. La mina de Lonmin es probablemente la mayor
mina de platino del mundo pero sus miles de mineros -mártires por los
pecados del lujo ajeno que sobreviven lejos de sus familias y de sus
aldeas-, mueren a diario por un salario mensual menor de 600 US$. Cuando
una buena parte de ellos exigió un aumento salarial, desde Londres y
Pretoria, aprovechando la disputa entre dos sindicatos, los genios de
Occidente decidieron hacer un escarmiento.
Dos sindicatos
En la matanza de Lonmin están involucrados dos sindicatos: la National Union of Mineworkers (NUM) y la Association of Mine Workers and Construction Unions (AMCU) Solidarity, un tercer sindicato minoritario en la mina, parece no haber jugado ningún papel.
La NUM fue una fuerza muy importante en la lucha contra el apartheid
pero, con la llegada al poder de Mandela, sus líderes abandonaron el
sindicalismo para sustituirlo por el “sindicalismo empresarial”,
insólito neologismo con el que ingresaron raudos y veloces en la
emergente burguesía negra. Por ejemplo: su famoso y ex valeroso ex líder
máximo, Cyril Ramaphosa, sigue llamándose “socialista” aunque ahora
preside el grupo de inversiones Shanduka a la par que se sienta, entre
otros muchos, en los consejos de administración de Coca-Cola… y de
Lonmin. Otro ejemplo: el actual jefe de NUM, Frans Baleni, acaba de
subirse el sueldo mensual hasta los 8.000 US$. ¿Es necesario agregar que
los burócratas de NUM –no así sus bases-, conspiraron con Lonmin para
romper la huelga y con el Gobierno para ‘reprimir’ el descontento?
Por su parte, AMCU asegura tener 30.000 afiliados de los cuales 7.000
trabajan en la mina de Lonmin-Marikana –la cuarta parte del total de
los 28.000 mineros que extraen aquel platino-. La pequeña historia del
nacimiento de AMCU nos informa que Joseph Mathunjwa, su actual
presidente, y su segundo, Steve Kholekilethe, fueron miembros de la NUM
hasta ser expulsados de aquel sindicato bajo acusaciones de
“anarquismo”. Entonces organizaron la AMCU. Se dice que, cuando
rellenaron los formularios oficiales para la legalización del nuevo
sindicato, al ser preguntados sobre cuál era la diferencia entre ellos y
la NUM, declararon que ellos eran “apolíticos y anticomunistas”.
Cualquiera mínimamente informado sobre los movimientos obreros,
reconocería en esa expresión la huella del anarcosindicalismo
manifestada nítidamente en su voluntad de no mezclar la autonomía obrera
con la trifulca partidista –AMCU no está afiliada a ninguna
organización política de dentro ni de fuera de Sudáfrica- y en su
aborrecimiento del autoritarismo en todas sus versiones pero,
especialmente, de su versión capitalismo de Estado –léase en este caso,
“comunismo”-.
Sin embargo, algunos biempensantes anglófonos cuyos nombres no
merecen recordarse se mofan de la –para ellos- escandalosa incongruencia
anarcosindicalista de la AMCU. Uno dice que es “físicamente imposible
ser apolítico y anticomunista”. Otro, acusa a sus líderes de ser
“hermanos ideológicos de esos anarquistas del movimiento Occupy Wall
Street que se enmascaran para incendiar edificios y romper las ventanas a
botellazos. La única diferencia entre aquellos incendiarios y estos que
incitan a los obreros a levantarse en armas y exigir aumentos
salariales irracionales (unreasonable, sic) es el tamaño del
daño colateral”. Un tercero, sostiene que “el proceder de los líderes de
AMCU llamando a la huelga salvaje fue simplemente delictivo (great crime)
puesto que sólo representaban a la cuarta parte de los 28.000 mineros
de Marikana”. Por hoy, dejaremos aparte cifras de afiliación sindical,
criminalidad y formalidades de las huelgas.
Por su parte y pese a la lejanía, los biempensantes en castellano
también aportan su gota de hiel a la pócima de la descalificación de la
disidencia sindical. Así se expresaba un distinguido creador de opinión:
“Amcu, una organización más visceral que coherente, sin plan
estratégico o ideología definida”. Una vez vomitados los topicazos
habituales sobre el anarcosindicalismo, al plumilla le sobreviene un
insólito ataque de respeto a los datos por lo que añade: “[la AMCU]
expresa los sentimientos de muchos mineros… en las minas vecinas el
poder de Amcu crece”. Repuesto del ataque, el escribidor metido a
estratega gubernamental se apresura a proponer medidas urgentes para
aplastar a la AMCU. Léase bajo los acordes de la canción Killing me softly: “¿Hay solución? Sí. Primero que el CNA [partido gobernante] tenga la astucia política necesaria para cooptar a los que se empiezan a rebelar”. Etcétera. (nuestras cursivas; John Carlin, “Sudáfrica y el fantasma mexicano”, El País, 24.VIII.2012)
No obstante, subrayaremos que no está tan claro que AMCU sea
anarcosindicalista en estado puro –suponiendo que eso exista-. Un
comunicado conjunto de tres organizaciones anarquistas sudafricanas
(Zabalaza, Tokologo e Inkululeko, 20.agosto.2012) no la califica de
‘anarquista’ ni tampoco de ‘anarcosindicalista’. Dejando en el aire las
etiquetas políticas, el comunicado aboga por la unidad de acción
sindical contra el partido gobernante y, por descontado, contra la
empresa Lonmin.
Sea como fuere, es cierto que la huelga –salvaje o domesticada-
comenzó después de que la NUM hubiera firmado un convenio colectivo con
Lonmin. Los mineros no se conformaron con los 649 US$ que les ofrecían
sino que exigieron, con AMCU a la cabeza o en la sombra, aumentarlos a
1.250 US$. Desde Londres, conferenciaron con Pretoria, con la NUM y con
ese uniformado siempre ansioso por demostrar su hombría. El celular de
la hechicera estaba “apagado o fuera de cobertura”.
La matanza de Lonmin
Es del dominio público que la Sudáfrica gobernada por los blancos
tenía un espeluznante historial de matanzas. Las más conocidas son las
de Sharpeville (1960) y la del South-Western Township (más conocida como
‘Soweto’, 1976) pero tampoco nos olvidamos de las ocurridas en Bullhoek
(1920; para borrar su memoria, el lugar fue rebautizado como
‘Whittlesea’) y Uitenhague (1985) En cuanto a masacres de mineros, el
antecedente más notorio tiene varias localizaciones geográficas porque
con ella se sofocó una huelga general en la que participaron 70.000
mineros. Se la conoce como “la huelga del 1946” y todavía no se sabe su
número de víctimas; las cifras oscilan entre 4, 12 y cualesquiera otra
pero, si suele admitirse como cifra de heridos la de un millar, es
evidente que, para concordar con la proporción habitual muertos/heridos,
los asesinados debieron ser más bastantes más de una docena.
Ahora, con Sudáfrica gobernada por negros, a aquellas matanzas
racistas debemos añadir las de los obreros de SAMWU (2009) y la más
reciente de Lonmin. ¿Por qué decimos “de Lonmin”?: porque no deberíamos
hablar de “la masacre de Marikana” sino de la masacre de Lonmin,
siendo Marikana simplemente la ciudad en cuyas cercanías está la mina y
Lonmin la empresa que provocó la huelga. Es irritante que la primera
batalla mediática la haya ganado la empresa minera.
Y es aún más irritante comprobar que la matanza sólo pudo ser
premeditada. Pre-me-di-ta-da. Para sustentar tan grave acusación nos
valdremos de dos clases de argumentos: el sentido común y los detalles
comprobados.
a) El sentido común: ningún comandante de policía se atreve a causar
semejante matazón sin el visto bueno de sus superiores y menos en un
país con uno de los índices de conflictividad social más altos del
mundo. Dada la magnitud –previsible- de la masacre, forzosamente la
última palabra tuvo que venir de la Presidencia. Ahora bien, ¿qué
beneficios preveía la Presidencia y que la decidieron a dar un paso tan
criminal? Fácil: aplastar a una central sindical, la AMCU, que estaba
creciendo vertiginosamente, que no se prestaba a componendas y que,
además, amenazaba la hegemonía de los perritos falderos de la NUM. Había
que ayudar a los esquiroles de la NUM. Estaba en juego el control de la
mayor fuente de riqueza del país. Después de firmar las sentencias de
muerte, Jacob Zuma se fue estratégicamente de viaje para no estar
presente en Lonmin-Marikana. El mismo truco que utilizó el ministro
franquista Fraga Iribarne para evadir su evidente responsabilidad en la
matanza de Vitoria (03.III.1976)
b) Los detalles: una fuerza de 500 policías, ayudada por
helicópteros, cercó a los huelguistas con alambradas. Todos hemos visto
como unos vehículos especiales iban soltando los rollos de espino. A
continuación, utilizando granadas lacrimógenas y cañones de agua, obligó
a los mineros a huir precisamente en dirección a la línea dónde les
esperaban los asesinos que cargaban munición real -pese a que recientes
decretos prohibían incluso el uso de balas de caucho contra las
manifestaciones-.
Se rumorea que la mayoría de los cadáveres presenta balazos en la
espalda y también que las tanquetas de la policía aplastaron a varios
mineros sin siquiera detenerse a comprobar si estaban vivos o muertos.
Pero como no nos fiamos de los rumores, como prueba indiscutible
acudimos a lo que ha visto todo el mundo: la policía no fue atacada; de
haberlo sido, se habría refugiado detrás de sus tanquetas. Por el contrario, disparó desde delante de sus vehículos. Juicio concluido, visto para sentencia.
Otrosí, la NUM fue cómplice de la matanza. ¿Pruebas?: pocas horas
antes de los ametrallamientos, el ya citado Frans Baleni, apeló a que
“todos los trabajadores vuelvan al trabajo y que los organismos que
aplican la ley tomen medidas drásticas contra los culpables de la
violencia y los asesinatos… Nuestros miembros están más que dispuestos a
volver al trabajo”. Añadiendo el agravio a la injuria o barriendo para
adentro, Baleni declaró horas después de la tragedia (ajena) que los
huelguistas de AMCU estaban armados con machetes y prestos para atacar a
los afiliados de la NUM. Asimismo después de la masacre, el portavoz de
la NUM, Lesib Seshoka, remachó el clavo al declarar que la NUM
condenaba la violencia pero… que estaban satisfechos con que la policía
se hubiera ocupado de los “elementos criminales que provocan
comportamientos violentos en la mina”.
Mención aparte merece la actitud del South African Communist Party
(PCSA): de inmediato pidió la detención de los líderes de la huelga
puesto que, según este partido, “fomentan la violencia allá donde van”.
Mododa Sambatha, secretario provincial del PCSA, pidió enseguida la
creación de una comisión presidencial para investigar exclusivamente “la
naturaleza violenta y la anarquía generadas por la AMCU en todos los
espacios donde se aposenta”. Pero quien se llevó la palma más
sanguinaria fue Domnic Tweedie (Communist University) Este supuesto
académico declaró literalmente: “No fue una masacre sino una batalla. La
policía utilizó sus armas exactamente como se suponía que debía
hacerlo. Es lo que tenían. A mí, no me parecen obreros la gente que
recibió los disparos. Deberíamos estar felices. La policía fue
admirable”.
Las pociones mágicas en Sudáfrica
“Olhos vermelhos; penachos de plumas; rosto sarapintado de cal e
vermelhão. À cinta peles variadas; ao peito e nas mãos amuletos vários:
unhas de onça e de leão, chifres de pequenos antílopes, excrementos de
animais e até humanos, espelhos, sangue de mulher puérpera, caveiras,
guizos, campainhas, manipanços… Mistura nojenta, horripilante
mistifório!” (Maio, cit. en Valverde: 84)
Las palabras anteriores fueron escritas por el misionero Augusto Maio (No Coração da África Negra, 1947)
y debemos conceder que asistió personalmente a la ‘repugnante
mezcolanza’ y al “horripilante mistifório”. Pero, aunque este sacerdote
lo presenciara en Cubango (Angola), su churrigueresca descripción es una
buena muestra de lo que el occidental medio cree que es África.
Vayamos a la realidad de la actual Sudáfrica: por muy BRICS que sea y
por muchos Dr. Barnard que haya producido –en realidad, uno solo y es
sobre el que hablaremos más tarde-, en este país sólo hay 30.000 médicos
para una población cercana a los 50 millones de habitantes. En el lado
informal, se calcula que cuenta con 200.000 médicos empíricos (sangoma)
y, lo que es más importante, como corresponde a las sociedades
tradicionales, la mayoría de los sudafricanos creen que, cuando llega la
enfermedad, no lo hace por mala suerte. Para el enfermo, no existen el
azar ni los microbios. ¿Y quién tiene el contra-poder necesario para
derrotar al poder del malvado que les ha enviado el morbo?
Evidentemente, sólo los sangoma pues sólo ellos conocen a los villanos.
Por ello, abundan las tiendas de ‘medicina tradicional’, las conocidas como amayeza esiXhosa en las áreas xhosa y muthi en
las áreas zulúes. Su oferta incluye no sólo remedios autóctonos sino
también remedios populares holandeses, hindúes o chinos y, por supuesto,
productos sincréticos de todos los orígenes imaginables. Sus clientes
se cuentan por decenas de millones y, a los efectos de las pociones
mágicas, nos parece relevante que el 61% de los remedios que se compran
sean específicos contra los ‘malos espíritus’ (Coks y Moller, op. cit.)
Muchos de los productos de las amayeza y las muthi son fabricados en serie y, por tanto, etiquetados. Según la misma fuente, las marcas Tokoloshe,R3.50 y Nkanyamba,
R3.50, son las preferidas por los adultos. Ambas se aplican en
fricciones cutáneas y se basan en compuestos sintéticos que aparentan
ser de grasa animal puesto que ésta clase de grasa ha sido secularmente
usada tanto para la auto-protección como para incorporar las mejores
características del animal productor.
Por otra parte, es de destacar que las medicinas herbales más populares son el intelezi (Gasteria bicolor, Dracaena aletriformis) y el imphepho (una asterácea, Helichrysum odoratissimum) ¿Hierbas versus grasas?: la pregunta sugiere algunas especulaciones que atenderemos en el siguiente parágrafo.
Las pociones mágicas de los mineros
“Se cree que el Lega poseía un amuleto o curundú que lo
protegía de la muerte, y estando malherido pidió a sus captores que
se lo quitaran, hecho lo cual finó inmediatamente. Esta creencia sobre
la invulnerabilidad se reitera en casi todos los casos de bandidos
gauchos de la región, y coincide con otro rasgo típico que señala
Hobsbawm respecto al bandolero social … Claro que también existen
“contra-amuletos” mortíferos, como la bala con punta de cuerno de toro
(Chumbita: s/p)
Para acentuar su salvajismo algunas versiones hablan de que los
huelguistas se untaron el cuerpo ¡con grasa animal! ¿Cabe mayor
asquerosidad? Pues claro que cabe: la grasa animal tiene la peor prensa
posible, no hay más que recordar a los sacamantecas españoles o algunos
trasgos andinos [1]
. Pero haríamos mal en olvidarnos de lo que cualquier hogar occidental
guarda en su profuso botiquín, desde aceite de emú hasta ‘baba de
caracol’ pasando por todas las glicerinas y lanolinas. Ningún rostro
occidental puede asegurar que en él no hay rastros de grasas de
ballenas, ratas almizcleras o castores. Y, desde luego, ningún minero
negro sudafricano dispone de la milésima parte de los potingues
cosméticos que acumula la más pobre de las casas occidentales.
Otras versiones aseguran que los huelguistas se sentían protegidos por el intelezi;
ahora bien, éste no es grasa sino hierba y como tal, se la supone un
poder inferior. ¿Significa ello que se prepararon para un choque ligero?
¿O fue más bien que están ‘civilizándose’ hasta casi volverse veganos?
¿O será más probable que hubiera de todo, mineros a la antigua y mineros
a la moderna? La acorazada mediática debería haber sido más meticulosa
en estos detalles. Por su grosería descriptiva no podemos contestar a
estas especulaciones.
Asimismo, se nos ha contado que, para reforzar el poder de su ungüento, “la hechicera” (inyanga o sangoma)
recomendó que no hubiera mujeres presentes en la inmediata
confrontación y que los huelguistas marcharan descalzos. Lo primero
denota una sobreactuación de la mediática porque no hay mujeres en
aquellas minas. De ser cierto lo segundo, denotaría que los
manifestantes no siguieron a la hechicera a pies juntillas –ni
descalzas- porque los cadáveres y heridos que todos hemos podido ver
están calzados; es más, en el lugar del crimen se aprecian zapatos
perdidos. La mediática debería refrenar su imaginación.
Las pociones mágicas de los ejecutivos
Los ejecutivos sudafricanos –especialmente los de Lonmin-, son
adictos a varias clases de pociones mágicas. Creen que su uso cotidiano
les da el poder para “descender a la tierra y mandar enfermedades y
deformidades a los seres humanos”. Eso en general; en particular, esas
mismas pociones materializadas en ‘ciertas partes del cuerpo’ les sirven
para “paralizar” – obviamente, a los huelguistas-. Y no, no vamos a
identificar a las “mujeres divinas” con la diosa Eritroxylon coca,
por mucho culto que le rindan. No lo haremos porque, comparada con
otras pócimas espirituales –por ejemplo, El Poder-, el poder de la coca
es mínimo.
Y gran Poder es lo que han gozado los ejecutivos asesinos puesto que la actual Lonmin [2] es la heredera de Lonrho (London and Rhodesian
Mining and Land Co. Ltd, registrada en 1909) una veterana empresa
colonial. Por lo tanto, podemos decir que Lonmin lleva más de un siglo
saqueando el sur del África, tiempo más que suficiente para que sus
obreros, con poción mágica o sin ella, dejaran de ser esclavos y
merecieran un trato humano.
Además de la magia del poder del dinero o del dinero que da poder,
los ejecutivos sudafricanos disponen de otras muchas pociones, no sólo
cosméticas y sacras -hostias consagradas-. A título de curiosidad, nos
centraremos en tres de ellas:
1. Pomadas reconstituyentes:
La poción esférica: Sudáfrica gastó más de 4.300 millones de euros en las infraestructuras de su
Copa Mundial de Fútbol 2010 –el presupuesto completo es todavía secreto
de Estado-. Solamente la construcción de los estadios, a un coste medio
de 100 millones de euros c/u, supuso la deportación de millares de
familias, el recorte de los gastos sociales y, en especial, el
establecimiento definitivo de una profunda corrupción. Nadie se atreverá
a defender que no es necesaria una poción mágica para que tantísimos
millones se evaporen del erario público para, ipso facto, aparecer en
los bolsillos de los contratistas.
La poción con forma de bala: es ésta una
poción que nos resulta particularmente infame. En Sudáfrica, los
ejecutivos recurren a ella para cazar leones. O, dicho en la jerga
popular, para ‘apropiarse del espíritu del león’. Teniendo en cuenta que
en Sudáfrica crían en granjas a 5.000 leones, hay materia prima para
que prospere la conocida como “caza enlatada”. Por su parte, los 3.000
leones que sobreviven en (semi)libertad no han comprado todavía la
contra-pócima. Debido a semejante imprudencia, pueden perecer en
cualquier momento bajo los efectos del mismo supositorio de plomo.
2. El ungüento amarillo de los médicos ricos: Nadie
duda que algunos médicos sudafricanos dirigen enormes empresas. Esta
clase de ejecutivos utiliza dos tipos de pociones mágicas, la material y
la que llamaríamos ‘simbólica delegada’.
a) Pócimas materiales: durante la ominosa era del apartheid, el Dr. Wouter Basson dirigió el Proyect Coast,
un engendro “científico” que intentó encontrar un veneno que fuera
mortal pero sólo para los negros. “Durante las pruebas, Basson y sus
colaboradores ataban a hombres negros a árboles, les untaban un gel venenoso
y les abandonaban durante toda la noche para comprobar si morían. Entre
otros métodos para propagar la epidemia, los responsables del programa
barajaban distribuir terrones de azúcar con salmonela, cigarrillos con
ántrax, chocolatinas con botulismo y whisky con herbicida” (nuestras
cursivas, Agencias, abril 2002)
El Dr. Basson fue detenido en 1997 cuando intentaba vender éxtasis a
un policía encubierto. Ese mismo año fue procesado por “los delitos de
asesinato, conspiración, fraude y tráfico de drogas”. Cinco años
después, fue absuelto de todos ellos. Probablemente, el “gel venenoso”
había funcionado como contra-poción no menos mágica.
b) Pócimas de simbolismo delegado: antes de entrar al quirófano, el
otrora famosísimo Dr. C. Barnard se untaba religiosamente su particular
poción mágica. Por ella se elevó al Olimpo en 1967, cuando firmó el
primer trasplante de corazón que se hizo en el mundo mundial. En su
caso, la poción tiene nombre y apellidos: Hamilton Naki, el jardinero
(doblemente) negro que realmente metía el bisturí. Barnard fue la cara
bonita del apartheid, el niño mimado del militarismo racista. Ahora
bien, además de los honores, ¿qué hacía el sonriente galeno con los
sobrantes humanos de sus operaciones? ¿Quizá lo que se cuenta de algunos
milicos argentinos?:
“João Francisco tuvo la tétrica voluptuosidad de mantener su gente
acampada sobre el mismo campamento de Saldanha todo el tiempo que los
miasmas lo permitieron. Lo hacía con el fin de familiarizar la tropa con
el espectáculo de la muerte, y de tal manera logró su objeto que en
esos días la milicada se entretuvo en desollar los cadáveres para
trenzar con piel humana maneas y presillas del apero, ¡prendas muy
estimables en aquellas regiones, que se exhiben como testimonios de
valor y que algunos supersticiosos conservan como amuletos contra las
balas!” (Sánchez: s/p)
Simbólicamente hablando, es indudable que Barnard trenzó con piel
humana las presillas de su fama. Por lo que respecta a la parte mágica,
sólo nos resta informar que Hamilton Naki se jubiló en 1991. El
bondadoso régimen segregacionista tuvo a bien reconocerle sus
prestaciones laborales otorgándole una pensión mensual de 226 euros,
justo la apropiada para su empleo oficial como jardinero.
3. El escultismo como elixir: Sudáfrica está
íntimamente ligada al nacimiento del movimiento scout, por otro nombre
‘escultismo’. Parece ser que su fundador, lord Baden-Powell, I barón de
Gilwell, descubrió en una de sus batallas por tierras australes que se
estaba desperdiciando el potencial guerrero-laboral de la niñez y de la
adolescencia. Es fama que, durante el sitio de Mafeking (1900, hoy
Mafikeng; por cierto, cerca de Marikana), Baden-Powell utilizó a los
niños para que, sorteando el fuego enemigo, corrieran en sus bicicletas
para llevar las órdenes de combate. Visto el entusiasmo de los niños
reclutas y olvidadas las bajas, al glorioso general le llegó la
iluminación: le añadió tres principios (“Dios, Patria y Familia”)
sumamente originales y creó el escultismo.
Por tanto, los niños sudafricanos fueron los primeros niños soldados
que recuerda la caprichosa historia contemporánea. Pero la relación
entre el Jefe Mundial Scout y el saqueo de Sudáfrica no ahí. Según
internet, muchos de los rasgos del escultismo provienen directamente de
aquella terra australis africana. Ejemplo: los scouts se levantan con el
sonido del cuerno del antílope kudu, ¡oh, souvenires del genocidio!,
precisamente en recuerdo del trofeo de guerra que Baden-Powell arrebató
al jefe matabele Siginyamatsche. Claro que, si sólo le robó el cuerno,
aquel indígena pudo darse por afortunado porque otros colegas suyos lo
pasaron peor. Ejemplo: nada más llegar a Sudáfrica, el Big Man Scout
fusiló a un respetado sacerdote indígena, el llamado “hechicero Unwini”.
Ese asesinato “legal” fue tan escandaloso como para que un tribunal
inglés se viera obligado a detener al alegre verdugo –a la postre, el
proceso fue sobreseído por falta de pruebas-. Como castigo -¿quizá
premio?-, Baden-Powell fue enviado clandestinamente a las montañas Drakensburg para que espiara a los Boers. Debió hacerlo a satisfacción de Londres porque, poco después, repitió el trabajo en las colonias portuguesas en África.
Resumiendo: el espía, cleptómano, corruptor de menores y genocida
recalcitrante Baden-Powell inventó los scouts y los niños soldados en
Sudáfrica. ¿Y ello qué tiene que ver con las pociones mágicas? Muy
sencillo, que desde entonces y para multitud de escuadrones
baden-powellianos, en Sudáfrica está la fuente de la que mana el elixir
de la eterna juventud.
Las pociones mágicas de los policías
“La razón porque los soldados trabajaban de tomar el dedo y los
cabellos desta difuncta era porque yendo a la guerra los cabellos o el
dedo métanlo dentro de la rodela. Y decían que con esto se hacían
valientes y esforzados para que nadie osase tomarse con ellos en la
guerra, y para que de nadie tuviese miedo, y para que atropellasen a
muchos, y para que prendiesen a sus enemigos. Y decían que para esto
daban esfuerzo los cabellos y el dedo de aquella difuncta que se llama
Mocihuaquetzaqui, y también cegaban los ojos de los enemigos” (Sahagún,
fray Bernardino de, fray. Historia general de las cosas de Nueva España, escrita en la segunda mitad del siglo XVI, publicada en 1829-1830)
En 1901, Baden-Powell reorganizó a la policía sudafricana. Como regla
de conducta la impuso una divisa propia en su hipocresía de ese
movimiento scout que, como todos sabemos, fundaría años después: “Sin
mala voluntad para nadie y caridad para todos”. Lo que no podemos saber
es si la actual jefa de la policía sudafricana, Mangwashi Victoria
Phiyega, tenía in mente ese lema cuando se encargó de coordinar la
masacre de Lonmin. En este caso, sería determinante la ausencia de la
poción mágica “fósforo para la memoria”. Ya se sabe que, en esto de las
pócimas, tan importante puede ser la activa como su contraria.
En cuanto a los policías de a pie –the actual executioners-, dejando aparte que más de uno estaría untado de algún intelezi
propiamente dicho, es obvio que el espíritu de cuerpo, la seguridad en
el empleo, el uniforme, las insignias, las medallas y, por supuesto, las
armaduras y las armas, actúan como poderosísimas pócimas. Frente a
ellas, carecen de importancia las pociones materiales –alcohol, pólvora,
hostias, escapularios y anfetaminas-, que suelen regalarse antes de
cada performance.
Todas ellas, materiales e inmateriales, confluyen para fortalecer la poción más mágica que conoce el mundo: la impunidad.
Propina metafísica
Comenzábamos estas notas denunciando que, a la matanza de mineros,
debíamos añadir el ‘asesinato cognitivo’ encarnado en la supresión de
la metáfora. Decíamos que la acorazada mediática había utilizado la
anécdota de la-hechicera-y-su-poción-mágica para desviar la atención del
verdadero problema pero que, además, había suplantado la convención
implícita en que cualquier poción o escapulario se usa “como si tuviera
poder” por la zafiedad de creer –de querer hacernos creer- que los
mineros de Lonmin, cual si fueran bárbaros requetés, la usaron “porque tiene poder”.
Esta manipulación nos parecía especialmente innoble porque somos metafólatras,
adoradores de la metáfora, siendo a nuestro parecer la metáfora una de
las principales herramientas con las que los humanos creamos Humanidad.
Ahora bien, de la metáfora se puede hacer buen o mal uso. Ejemplo de lo
último: en la sección europea del siglo XVIII, se utilizaron por vez
primera los términos relacionados con el progreso –luego llamado
‘desarrollo’-; es decir, se comenzó a pensar en el cambio social.
Resulta, sin embargo, que la raíz de este concepto no es empírica sino
metafórica puesto que el crecimiento es observable y cuantificable en la
Naturaleza pero no en la Cultura. Así, lo que hace menos de tres siglos
era un mero dato biológico -el crecimiento-, merced al uso fraudulento
de la metáfora ha sido transmutado en una cosmogonía e incluso ha
degenerado en una religión –la del Desarrollo-.
Sin necesidad de zanjar entre su bondad y su malignidad, advertimos
que la metáfora sufre hoy el acoso del irracionalismo, encabezado en
particular por eso que llaman “esoterismo” [3]
. El mecanismo secreto del esoterismo consiste en eliminar la metáfora
por el expedito procedimiento de tomarla al pie de la letra. Ejemplo: no
es que las pirámides les parecen tan monstruosas que sólo pueden
entenderlas como si hubieran sido construidas por alienígenas sino que creen que así han sido construidas. Dicho en castizo, creen que las hojas son el rábano.
La versión mediática de la matanza de Lonmin nos enseña que el
esoterismo no se detiene ni siquiera ante la somera descripción
periodística de los hechos. Tras haber analizado el panorama de las
minas de Marikana y desmenuzado las clases de ungüentos en juego, sólo
nos resta concluir con la sospecha de que la acorazada mediática es la
única en creer firmemente -con la milagrosa firmeza de la corrupción- en
los poderes reales de la tan famosa como elusiva poción mágica.